Hoy, 11 de mayo de 2023, el presidente de El Salvador, el más joven de los venerables de la tierra, Sr. Nayib Bukele, anunció en su cuenta de Twitter: «Cerramos el 10 de mayo de 2023, con 0 homicidios a nivel nacional. Con este, son 365 días sin homicidios, todo un año». [1]
Es un logro sin precedentes en la historia de la sufrida nación centroamericana, que llegó a ser el país más violento del mundo. Sus pandillas, en solo 2015, llegaron a asesinar a sangre fría a 6 665 salvadoreños. Entre 2009 y 2019 (diez años), solo hubo un día sin homicidios. Las estadísticas promediaban treinta diarios. [2]
Tras su asunción al poder, el 1 de junio de 2019, el presidente Bukele, instauró lo que llamó Plan Control Territorial, que fue seguido de una guerra abierta contra las pandillas. El domingo 27 de marzo de 2022, pidió al Congreso de El Salvador la aprobación de un régimen de excepción. Este fue aprobado con los votos de 67 diputados de un total de 84 durante una sesión extraordinaria de la Asamblea Legislativa. A la policía y al ejército les dijo: «Deben dejar que los agentes y los soldados hagan su trabajo y deben defenderlos de las acusaciones de quienes protegen a los pandilleros». Señaló que la Fiscalía General de la República «debe ser eficaz con los casos» y con no poca temeridad aseguró: «estaremos pendientes de los jueces que favorezcan delincuentes». [3]
Para sorpresa de todos, los indicadores de violencia se redujeron drásticamente. La curva que describía la tasa de homicidios se vino abajo en los gráficos, en una auténtica caída libre. Hoy El Salvador es un país seguro; para muchos, el más seguro de Latinoamérica.
Se enfrentó, en lo que para todos fue un desafío loco, al poder judicial, a la dirección de la policía y el ejército, a los cien mil miembros de las pandillas más horribles del mundo, esas a las que Donald Trump llamó «animales». Se enfrentó al país más violento del mundo.
Si atiende al trasfondo de la política de Bukele, escucha sus discursos, sigue con atención sus entrevistas y conversa con los salvadoreños, probablemente llegará a la misma conclusión que nosotros: el honorable presidente Nayib Bukele, hizo solo dos cosas: se apoyó en Dios y usó la ley.
Todos los presidentes de América Latina, África y Asia debían sentarse a sus pies, como niños, para escucharlo, porque a todas luces tienen mucho que aprender.
«En Jehová Dios de Israel puso su esperanza» (II Re. 18: 5a).
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