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domingo, 30 de abril de 2023

Análisis del reconocimiento canónico del Evangelio de Juan

El autor del evangelio de Juan aparece identificado al final de este (Jn. 21:20, 24). Se describe a sí mismo como «aquel discípulo al cual amaba Jesús».  A diferencia de los demás evangelios, el de Juan alude a su autor [1]. La tradición histórica y la opinión generalizada posterior han respetado la paternidad literaria de Juan —el apóstol de Jesucristo, contado con los doce— sobre este evangelio.  Hasta el surgimiento de la crítica moderna este criterio se mantuvo invariable [2]

Desde hace siglo y medio se desarrolla una discusión en el seno de la Alta Crítica acerca de la autoría del cuarto evangelio [3], viéndose bajo ataque su legitimidad.  Cierta vaga y ambigua mención de «Juan el presbítero» en los tiempos apostólicos dio al traste con una muy poco respetada opinión acerca de la existencia de un «Juan de Éfeso» al cual se le ha pretendido atribuir la paternidad literaria del evangelio [4]. Pese a este y a otros esfuerzos que han buscado desacreditar la legitimidad literaria del evangelio de Juan, investigadores renombrados como Goget, Westcott, Lighfoot y Sanday han demostrado, de modo contundente, lo insustancial de tales criterios. Un notable legado de evidencias históricas se pronuncia a favor de Juan, el apóstol. Ireneo, por solo citar un ejemplo, en el año 180 d. C escribía: «Juan, el discípulo del Señor, el mismo que se recostó sobre su pecho, publicó también su evangelio, cuando vivía en Éfeso, donde pasó sus últimos años» [5]. A finales del siglo II d. C. y al inicio del III d. C. Clemente de Alejandría, Tertuliano y Orígenes coincidieron en ello [6].

Juan era una figura conocida y aparece en boca de los padres de la iglesia, como uno de los apóstoles que estaban con el Señor. A la hora de valorar su autoría del Apocalipsis, Everett F. Harrison comenta:

 

Respecto al Apocalipsis, Justino da testimonio de que provenía de «un cierto hombre de nuestro círculo cuyo nombre era Juan, uno de los após­toles de Cristo» (Dial. 81). Difícilmente puede dudarse entonces que él conociese también el Evangelio según Juan, aun cuando el uso que hizo del mismo haya sido más para datos doctrinales que históricos [7].

 

Al describir a un grupo herético cono­cido como los Encratitas, caracterizado por un extremo ascetismo [8], Eusebio (265 – 339 d. C.) [9]  menciona a Taciano (110-172 d. C.) [10] como su líder y describe que «este compuso de algún modo una combinación y colección de los Evangelios, dándole a la misma el nombre de El Diatesseron, el cual existe todavía en algunos lugares» [11].

El Diatesseron se empleó como libro litúrgico en la iglesia siria hasta el siglo V d. C [12]. La presencia de los cuatro Evangelios en esta obra ha sido explícitamente confirmada por Epifanio (315-404 d. C.). En el siglo quinto Teodoreto informa haber hallado doscientos ejem­plares de este libro en las iglesias de Siria, y ordenó que los mismos fueran reemplazados por los Evangelios de los cuatro evangelistas. La Armonía de Taciano coloca los materiales de los Evangelios en un narra­tivo continuo, comenzando con Juan 1:1 y omitiendo pasajes paralelos. No se trata entonces de una «armonía» en el sentido moderno de la pala­bra. Diatesseron significa «a través de cuatro», y nos asegura que poco después de la mitad del segundo siglo (170 d. C.), al menos en Siria, los cuatro Evangelios eran ya aceptados como canónicos [13].

El Canon de Muratori (170 d. C. o algo más tarde), de paternidad lite­raria desconocida, recibe su nombre de Muratori, quien descubrió un manuscrito latino del siglo ocho de dicho canon en una biblioteca en Milán, el cual fue publicado en 1740 d. C.  nos da lo que es posi­blemente un consenso de la visión que la iglesia occidental tenía del canon hacia fines del siglo II d. C [14].  Es casi seguro que la lista de libros del Nuevo Testamento contenida en el mismo fue redactada en oposición al canon del hereje Marción, cuyos puntos de vista teológicos eran inaceptables para la iglesia de Roma. La herejía de Marción es men­cionada, y la descripción de los Evangelios como una totalidad—«todas las cosas en todos (ellos) son declaradas por un mismo Espíritu soberano»—sugiere una crítica implícita de Marción con su deliberada elección de Lucas y su exclusión de los otros tres evangelios, y recuerda la airada exclamación de Tertuliano, «¿Qué ratón póntico tuvo alguna vez tal poder roedor como aquel que ha roído los Evan­gelios a pedazos?» [15]. Marción publicó su propio texto revisado de Lucas y de diez epístolas de Pablo, sin incluir las pastorales en su lista. Esto cons­tituyó su Nuevo Testamento [16].

La selección exclusivista de Marción no fue una postura única. Cuando en el siglo dos comenzaron a surgir movimientos de dudosa ortodoxia, los mismos se inclinaban a favorecer a aquel Evangelio que era más afín a su punto de vista. Fue así como Mateo fue asociado con los ebionitas, Lucas con los seguidores de Marción y Juan con la mayoría de los grupos gnósticos. Esta apropiación de los Evangelios ortodoxos para propósitos no ortodoxos irritó, como se vio ya a los Padres de la iglesia [17].

En el Canon de Muratori las palabras iniciales aparentemente tienen que ver con Marcos —la porción que trata de Mateo se ha perdido—. Luego se menciona a Lucas y a Juan, seguidos por Hechos. A continuación, aparecen las trece epístolas de Pablo, comenzando con Primera de Corintios y conclu­yendo con las dos a Timoteo. Las cartas seudopaulinas a los laodicenses y a los alejandrinos son mencionadas, pero no como si fuesen aceptadas. La lista es completada por la epístola de Judas, dos de las epístolas de Juan y el Apocalipsis, con la indicación de que algunos aceptaban la epístola de Pedro, pero que otros no permitían que fuera leída en la iglesia. Algunos peritos han llegado a opinar que el texto aquí está corrompido y que el mismo indicaba originalmente que una epístola de Pedro (en vez del Apocalipsis) era la aceptada, reflejando dudas respecto a la segunda epístola. Si se acepta esto, entonces sólo Hebreos, Santiago y una epístola de Juan están ausentes. Como lo hace notar Westcott, el Canon de Muratori no es un documento individua­lista, la afirmación de una opinión o la expresión de una teoría nueva, sino una deliberada exposición de los puntos de vista de la iglesia universal en la medida en que el autor conoce su perspectiva y práctica [18].

Antes de continuar con este enfoque histórico, sería bueno notar que, durante el período patrístico, los testigos más tempranos hablan de «Evangelio» y «apóstol» en vez de mencionar algún evangelio o epístola en particular. Esta terminología atestigua un reconocimiento por parte de la iglesia de que se debía conceder una importancia especial a estos documentos que trataban del desarrollo histórico del evangelio en el ministerio de Jesús y a aquellos en los que Pablo explicaba el mensaje en términos de las necesidades de las iglesias. La doble división del canon de Marción, aunque trunca, refleja este enfoque fundamental. Además, en especial después del tiempo de Marción, la iglesia reconoció al libro de Hechos como «puente» necesario entre los Evangelios y las epístolas [19].

El Evangelio de Juan no estuvo entre los libros de canonicidad cuestionada por los padres de la iglesia. Los libros que carecieron de respaldo universal durante los primeros siglos —ya fuera por omisión de testimonio patrístico en algunas partes, o de­bido a que eran nombrados con cierto grado de vacilación— fueron: Hebreos, Santiago, 2 Pedro, 2 y 3 Juan, Judas y Apocalipsis [20].

 Hebreos, cuestionada en el occidente debido a la inseguridad respecto a su paterni­dad apostólica, logró ser aceptada en el oriente bajo el reclamo de los Alejandrinos de que era paulina en cierto sentido, y con el tiempo fue clasificada como tal [21]. En el caso de Santiago pueden haber obrado varios factores: incertidumbre respecto a la identi­dad del Santiago en cuestión, el problema en cuanto al significado de las doce tribus en la dispersión, y la escasez de una enseñanza marcadamente cristiana. Las dudas respecto a Segunda de Pedro surgieron debido a que difiere tanto en vocabulario como en estilo, de la primera epístola. La no inclusión de Segunda y Tercera de Juan tuvo que ver con su brevedad, su carácter personal y la relativamente poca importancia de sus respectivos conteni­dos. Judas se vio hostigado por la incertidumbre respecto a la posición apostólica de su escritor, que parecería querer distanciarse de los apósto­les (v. 17). El Apocalipsis de Juan tuvo una sólida posición en el canon durante el período patrístico más antiguo, siendo cuestionado solamente por la secta conocida como los Alogoi. La omisión por parte de los escritores del oriente, al no incluirlo en el Nuevo Testamento puede ser asignada a la crítica de Dionisio de Alejandría, quien se apoyó en las grandes diferen­cias entre el Apocalipsis y el cuarto Evangelio para llegar a la conclusión de que otro Juan debe haber escrito el Apocalipsis. Influido por Dioni­sio, Eusebio opinó que sería prudente colocar el libro no sólo entre los reconocidos (Homologoumena) sino también entre los no genuinos, di­ciendo que algunos lo rechazan [22].

Juan, el apóstol, fue el único de los doce que tuvo una muerte natural; esta ocurrió durante el reinado de Trajano (98-117 d. C.). Escribió su Evangelio en Éfeso entre los años 85-90 d. C y sus primeros receptores debieron ser, según se cree, cristianos de las iglesias de Asia Menor [23].

En resumen, desde los comienzos de la historia de la iglesia fue aceptada la canonicidad de Juan. Esta estaba bien establecida a las alturas del siglo II d. C. Se encontraba respaldado por su autoridad apostólica y por los padres de la iglesia; esta tenía el testimonio del Espíritu Santo y reconocía en él un libro autoritario [24]. A diferencia de otros libros y cartas no se encontró nunca en una lista de aquellos que no fueran universalmente aceptados.

Calvino decía que este evangelio «es la llave que abre la puerta a los otros tres» [25]. Si los primeros evangelistas relatan lo que Jesús hizo, este revela lo que Jesús es [26].

 





[1] Editorial Caribe, Editor. Santa Biblia con notas de la Editorial Caribe, p. 1115.

[2] Henry H. Halley. Compendio manual de la Biblia, p. 470.

[3] W. G. Scroggie y D. E. Demaray. Manual Bíblico homilético, p. 277.

[4] Halley, Ibíd.

[5] Scroggie y Demaray. Manual Bíblico, pp. 277, 278.

[6] Samuel Vila “Juan (evangelio de)”, p. 626.

[7] Everett F. Harrison. Introducción al Nuevo Testamento, p. 98.

[8] H. L. Ellison, “Encratitas”, p. 388.

[9] J. G. G. Norman, “Eusebio de Cesarea”, p. 419.

[10] G. L. Carey, “Taciano”, p. 989.

[11] Harrison, Ibíd.

[12] Carey, p. 989.

[13] Harrison, p. 99.

[14] Ibíd.

[15] Ibíd.

[16] Ibíd.

[17] Ibíd. p. 133.

[18] Harrison, p. 100.

[19] Ibíd, p. 100.

[20] Ibíd., p. 102.

[21] Para «Iglesia de Occidente» e «Iglesia de Oriente», ver Anexos.

[22] Harrison, p. 103.

[23] The Lockman FoundationEditor. La Biblia de las Américas, p. 1445.

[24] Estudios Dirigidos de Superación Bíblica. Introducción Bíblica, p. 11.

[25] Samuel Vila “Juan (evangelio de)”, p. 626.

[26] Ibíd.





sábado, 29 de abril de 2023

El Espíritu de verdad: un acercamiento exegético a Juan 14: 15-26.


En la gracia de Dios, de la autoría del matrimonio de Octavio Ríos Verdecia y Elízabeth de la Cruz Legrá, acaba de ser publicado El Espíritu de verdad: un acercamiento exegético a Juan 14: 15-26. Ya está a su alcance en Amazon.

La noche antes de morir, el Señor Jesús tuvo un tiempo de recogimiento con sus discípulos, y en un ambiente de quietud y paz les dio a conocer verdades profundas y promesas especiales. Entre los temas tratados en el cenáculo, donde compartieron, resalta la promesa del Espíritu Santo, al que Jesús llamó, significativamente, «Espíritu de verdad». El Señor dijo a sus discípulos: «Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros» (Jn. 14: 15-17).

Estas palabras se organizan como uno de los ejes sobre los que gira la pneumatología exegética. Con esta publicación se ofrece al lector interesado, en una sencilla redacción monográfica, una breve exégesis de ese bellísimo pasaje, en aras de mejorar la comprensión de él.

En estos tiempos del fin, de tanta confusión, pueda todo estudioso de la Biblia sentirse motivado a vivir más cerca de aquel a quien Jesús llamó «Espíritu de verdad». Es nuestra oración.

 

Detalles del libro

 

ISBN-13: 979-8393039646

ASIN:  B0C2S59S8G

Publicado: 29 de abril de 2023

Páginas: 92

Dimensiones:  5.5 x 0.21 x 8.5 pulgadas

Dirección Web universal:

https://mybook.to/ElEspiritudeverdadtb



Los párrafos en nuestras versiones bíblicas

Como puede comprobarse a la simple lectura, las divisiones de los párrafos de una sección de la Biblia varían según la versión que se trate. Compruébese, por ejemplo, la perícopa de Juan 14: 15-26 y adviértase que la Reina Valera no Revisada de 1909 solo advierte un párrafo, mientras la Reina Valera Revisada de 1960 la estructura en tres. La Reina Valera Revisada de 1995 la extiende hasta cinco, al igual que la Dios habla hoy y la New King James Version. La King James Version la divide en tres.

La Nueva Version Internacional registra cuatro igual que la Reina Valera Actualizada.

La Nestle Aland 26th Edition Greek New Testament divide esta perícopa en solo dos párrafos: 15- 24 y 25-26. Este segundo párrafo se extiende hasta el versículo 31.


TABLA RESUMEN

No. de párrafos para Juan 14: 15-26, según versión

Español

Inglés

No. de párrafos

RV de 1909

 

1

RV de 1960

King James

3

RV de 1995

New King James

5

Dios habla Hoy

 

5

RV Actualizada

 

4

NVI

 

4

Nestle Aland 26th

 

2





viernes, 28 de abril de 2023

Casi la mitad del Evangelio de Juan está dedicada a los discípulos

El evangelio de Juan consta de dos secciones. Los capítulos 2–12 ofrecen una visión del ministerio público de Jesús. Los capítulos 13–21 describen el ministerio privado del Señor con los discípulos. ¡Ocho capítulos!; casi la mitad de todo el Evangelio.

En 1. 1–18, reconocido como “prólogo”, Juan se ocupa de las implicaciones teológicas de la primera venida de Jesús y el estado preexistente de Jesús al lado del Padre, su divinidad, esencia y encarnación [1].

En los capítulo 1-12 Jesús se dirigió a los judíos. Sus conocidas “siete señales”, siete declaraciones con “Yo soy” y sus “siete discursos profundos” fueron un llamamiento a los judíos. Ellos le rechazaron en esta sección del evangelio, ante lo cual Jesús considera a sus discípulos en la segunda sección (12-21) como el núcleo del nuevo pacto: la iglesia que él fundó. Estos capítulos incluyen la última cena (capítulo 13), sus últimos discursos (14 al 16), y su última oración por sus discípulos y por todos los creyentes (capítulo 17). El nuevo pacto se inició y estableció con su muerte (capítulo 18 y 19) y resurrección (capítulo 20 y 21) [2].

 

Bosquejo del contenido total del Evangelio de Juan

 

          Prólogo 1. 1-18

 

1.       Ministerio público de Jesús 1. 19-12.50

 

a)     Preparación 1. 19-51

b)     Las bodas en Caná 2. 1-12

c)      Ministerio en Jerusalén 2. 13-3.36

d)     Jesús y la mujer samaritana 4. 1-42

e)      Sanidad del hijo de un noble 4. 46-54

f)        Sanidad en sábado en el estanque de Bethesda 5. 1-15

g)     Honrar al Padre y al Hijo 5. 16-29

h)     Testimonios en favor del Hijo 5. 30-47

i)       Ministerio en Galilea 6. 1-71

j)       Conflicto en Jerusalén 7. 1-9.41

k)      Jesús el buen pastor 10. 1-42

l)       Ministerio en Betania 11. 1-12.11

m)  Entrada triunfal en Jerusalén 12. 12-19

n)     Rechazo final: Incredulidad 12. 20-50

 

     2.    Ministerio de Jesús entre sus discípulos 13. 1-17.26



a)     Un modelo de servicio 13. 1-20

b)     Traición y negación 13. 21-38

c)      Preparativos de la partida de Jesús 14. 1-31

d)     Permanecer en Dios 15. 1-17

e)     Enfrentar el rechazo 15. 18-16.4

f)       Comprender la partida de Jesús 16. 5-33

g)     La oración de Jesús por sus discípulos 17. 1-26

 

     3.     Pasión y resurrección de Jesús 18. 1-21.23

 

a)     Arresto de Jesús 18. 1-14

b)      Juicio ante el sumo sacerdote 18. 15-27

c)      Juicio ante Pilato 18. 28-19.16

d)      Crucifixión y sepultura 19. 17-42

e)      Resurrección y apariciones 20. 1-21.23

 






[1] J. W. Hayford, Ed. Biblia PlenitudLogos L.  Sistem 2.1 f. CD.

[2] Donald Stamps, Editor. Biblia de estudio pentecostal, p. 1447.




jueves, 27 de abril de 2023

Eduardo Galeano y «El río del Olvido»

Así escribió el célebre escritor uruguayo, Eduardo Galeano, disidente de su propia obra en lo referido a Las venas abiertas de América Latina; así escribió en «El río del Olvido», a esa extraña fusión de añoranza y enriquecimiento que produce el exilio:

 

La primera vez que fui a Galicia, mis amigos me llevaron al río del Olvido. Mis amigos me dijeron que los legionarios romanos, en los antiguos tiempos imperiales, habían querido invadir estas tierras, pero de aquí no habían pasado: paralizados por el pánico, se habían detenido a la orilla de este río. Y no lo habían atravesado nunca, porque quien cruza el río del Olvido llega a la otra orilla sin saber quién es ni de dónde viene.

Yo empezaba mi exilio en España, y pensé: si bastan las aguas de un río para borrar la memoria. ¿qué pasará conmigo, resto de naufragio, que atravesé todo un mar?

Pero yo había recorrido los pueblecitos de Pontevedra y Orense, y había descubierto tabernas y cafés que se llamaban Uruguay o Venezuela o Mi Buenos Aires Querido. Y todo eso era de los gallegos que habían regresado de América y sentían, ahora, la nostalgia al revés. Ellos se habían marchado de sus aldeas, y al cabo de muchos años estaban de vuelta en su tierra de origen, y nunca habían olvidado nada. Ni al irse, ni al estar, ni al volver: nunca habían olvidado nada. Y ahora tenían dos memorias y tenían dos patrias [1].

 





[1] Leonardo Gómez Torrego. Análisis morfológico. Teoría y práctica. «El verbo. 6.6. Modelos de conjugación verbal». Madrid: SM Internacional, 2011.




miércoles, 26 de abril de 2023

Cuando los nazis y los soviéticos eran «camaradas»

A finales de la década de 1980 circulaban en Cuba los números agonizantes de la revista soviética Sputnitz. Ya la isla orlaba con flores su capilla fúnebre, pero, aun así, sus últimas publicaciones alcanzaban un lugar en los estanquillos, esos pequeños quioscos que ofrecían al pueblo los números diarios y semanales de las publicaciones seriadas informativas. Los leía siempre; no había mucho que escoger. A la verdad me hacía gracia ver a los rusos ardiendo en la glasnost y la perestroika. Entre sus páginas restañaban los más renovados ataques contra la otrora egregia figura histórica de José Stalin y una de las cosas a la que los periodistas soviéticos apuntaban era a la absoluta anergia soviética frente a la invasión nazi a Polonia, que tuvo lugar el 1 de septiembre de 1939. En efecto, Alemania desplegó contra Polonia dos mil tanques apoyados por cerca de novecientos bombarderos y más de cuatrocientos aviones de combate; sesenta divisiones y casi un millón y medio de hombres avanzaron, completando aquel siniestro ataque. El 17 de septiembre la Unión Soviética sumó fuerzas con su aliado nazi y, con no poco entusiasmo, invadió Polonia desde el este, completando el desastre. El ejército polaco no pudo resistir. El gobierno huyó del país ese mismo día. De conformidad con el protocolo secreto de un pacto de no agresión, Alemania y la Unión Soviética se repartieron Polonia el 29 de septiembre de 1939. La línea de demarcación se estableció a lo largo del río Bug (1).

Bonita historia, ¿verdad? Es la historia de la alianza de dos imperialismos, el alemán y el soviético. Ambos actuaron en perfecta coalición toda vez que eran «camaradas»; y los «camaradas» se apoyan. «¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?» (Am. 3: 3). 

Gran Bretaña y Francia declararon la guerra a Alemania el 3 de septiembre de 1939. El último número de aquel lejano Sputnitz que leí, documentaba los avisos previos que dieron los servicios de inteligencia de Gran Bretaña a Stalin, acerca del inminente ataque nazi a la Unión Soviética. El líder soviético los desestimó; eran, en su apreciación, «chismes divisivos» que buscaban enemistar a soviéticos con alemanes. ¿Por qué estos últimos atacarían? Eran «camaradas» y ambos emprendían con aquella guerra un convenido reparto del mundo; de hecho, el 30 de septiembre de 1939, sin previa declaración de guerra, los imperialistas soviéticos invadieron Finlandia. La Liga de las Naciones consideró el ataque harto ilegal; exigieron a Stalin la retirada de allí, y ante la renuencia de este respecto a hacerlo, el 14 de diciembre la Unión Soviética fue expulsada de la organización internacional (2).

El Pacto Mólotov-Ribbentrop de no Agresión entre Alemania y la Unión Soviética, fue firmado en Moscú, el 23 de agosto de 1939, entre los ministros de Asuntos Exteriores de estos países, Joachim Von Ribbentrop y Viacheslav Mólotov respectivamente (3). Stalin, tan desconfiado con todos, receloso y escéptico hasta de su propia sombra, creyó en eso. En junio de 1941 Hitler concentró sus unidades blindadas y artilleras en la frontera con la Unión Soviética y las advertencias de la inteligencia británica se renovaron. Stalin no les dio importancia. No movilizó ninguna fuerza preventiva. ¿Para qué? Eran «camaradas». El 22 de junio Alemania invadió la Unión Soviética. Los nazis llegaron hasta las puertas mismas de Moscú. Veinticuatro millones de muertos...

No puede verse de otra manera: la Segunda Guerra Mundial, que costó la vida a sesenta millones de personas y la historia del holocausto judío más grande de todos los tiempos, comenzó con un acuerdo fraternal entre soviéticos y nazis. Eran «camaradas».

«Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová» (Jer. 17: 5).

 

 

__________

 

 

(1) Enciclopedia del Holocausto. «El pacto de no agresión de Hitler con Polonia». Accedido: 22 de abril de 2023, 3:00 p. m.

https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/invasion-of-poland-fall-1939

(2) Teresa Amiguet. «Los rusos invaden Finlandia». La Vanguardia. Publicado: 29 de noviembre de 2019. Actualizado el 30 de noviembre de 2019. Accedido: 22 de abril de 2023, 3:10 p. m.

https://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20191129/471951401326/guerra-de-invierno-invasion-de-finlandia-segunda-guerra-mundial-union-sovietica-finlandia.html

(3) Ibíd.



martes, 25 de abril de 2023

Análisis del contexto del Evangelio de Juan

Identificación del autor. El evangelio de Juan no menciona el nombre del autor. Se evidencia que fue un judío de Israel por sus obvios conocimientos de las costumbres de ese lugar. Existen además varias indicaciones de que fue testigo ocular de los eventos reportados (2: 6; 13: 26) [1].

Juan, capítulo 21 encamina al lector hacia una identificación del escritor. El versículo 24 señala a uno del grupo como el que «escribió estas cosas». «Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero». El versículo 2 indica quiénes estaban presentes cuando sucedieron los eventos relatados: «Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos». El versículo 20 elimina a Pedro como posible autor («Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar») y Santiago (Jacobo) hermano de Juan, había muerto años antes de escribirse este Evangelio, que se redactó en fecha tardía. Juan tenía conocimiento íntimo de los detalles relatados.

Acerca de Juan puede decirse:

 

1. Era uno de los “hijos del trueno” (Mr. 3:17).

2. Su profesión anterior era pescador (Mt. 4:21).

3. Fue de los primeros en seguir a Cristo (Mt. 4:21).

4. Llegó a ocupar un lugar muy especial como miembro del grupo más íntimo de Jesucristo.

5. Estuvo con Cristo en el monte de la transfiguración (Mr. 9:2).

6. Estuvo en el jardín de Getsemaní (Mr. 14:33).

7. Era, como ya se explicó «el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él” (Jn. 21:20).

8. Aparentemente respondió bien a la instrucción y aun a las reprimendas del Señor (Mt. 20: 28).

9. Tan estrecha era la relación entre Cristo y Juan que, en la cruz, el Señor le encomendó el cuidado de su madre (Jn. 19:26–27).

10. Se cree que era el «otro discípulo» de Juan 18:15 y «el discípulo que era conocido del sumo sacerdote» del v.16. «Conocido» significa que tenía acceso al lugar del juicio.

10. Según lo que se sabe de la historia, el apóstol Juan sobrevivió a los demás apóstoles y murió tiempo después de un largo ministerio en Asia Menor. Vio a la iglesia salir de la infancia. El resto del Nuevo Testamento fue escrito antes de su muerte. No cabe duda de que él tenía a su alcance copias de los libros que ya circulaban. Habían empezado a aparecer en las iglesias las doctrinas erróneas y hubo de tratar con semejantes desvíos. El enfoque de su evangelio lo demuestra [2].

 

Fecha del libroLos descubrimientos arqueológicos confirman que ya circulaba el cuarto evangelio entre las iglesias primitivas a principios del segundo siglo. Con base a eso los eruditos han establecido el período de su composición entre los años 85 y 95 d.C. Probablemente fue escrito desde Éfeso, donde el apóstol tuvo su ministerio por varios años [3].

 

PropósitoEl autor del Evangelio de Juan no deja dudas en cuanto a su propósito principal (20:30–31). En primer lugar, este texto, además de Juan 21:25, indican que el evangelio contiene material seleccionado. El propósito del Espíritu Santo para el cuarto evangelio hizo que el autor escogiera de entre todo el material posible, lo que más contribuiría a su propósito [4].

La lista total de las maravillas que hizo Cristo, sin lugar a duda, es mucho más grande que las treinta y cinco mencionadas por los evangelistas. Lo interesante es que Juan incluyó solamente siete de ellas (cinco que no aparecen en los primeros tres evangelios). El término que se emplea para referirse a ellas en 20: 30, es «señales»; no se usa el vocablo «milagros» como lo hacen los autores sinópticos. El Espíritu Santo le dirigió a usar una palabra que hiciera hincapié en el propósito del milagro, significado que estaba más allá de la evidencia visual [5].

Dos cláusulas al respecto son importantes«Para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios» (20: 31). Juan escribe para producir una reacción de parte de sus lectores: que crean. Efectivamente se nota la importancia de este concepto al considerar que la palabra «creer» ocurre noventa y ocho veces en el idioma original. Quiere decir que no es solamente una ocurrencia final. Su presentación a través del evangelio confronta al lector con la necesidad de creer [6]. «Y para que creyendo, tengáis vida en su nombre» (20:31b). A través del libro, se hace obvio que Juan quiere exponer las buenas nuevas, el Evangelio. En el versículo 31, su mensaje es ineludible. El aceptar la verdad que hay detrás de los milagros, el verdadero sentido de las señales, y depositar la confianza en la persona que las hizo, produce vida. La vida a la cual se refiere es la eterna, la misma de que se habló en 3: 16. «Vida» también es un tema recurrente en el evangelio y se menciona treinta y seis veces [7].

El evangelio de Juan, a diferencia de los sinópticos comienza con la proclamación misma de la eternidad de Jesús y su carácter inigualable de Hijo de Dios. El libro entero tiene como propósito, de hecho, demostrar que Jesucristo es el Hijo de Dios. Presenta al respecto numerosas pruebas de su divinidad. Estas son:

1. Su eternidad (1:1, 2; 8:58; 12:34; 17:5).

2. Su omnipotencia, manifestada en la creación (1: 3, 10) y en sus milagros (5:36; 10:25, 37, 38).

3. Su omnisciencia (1:46-50; 4:17-19).

4. Su santidad absoluta (8:13, 46).

5. Su igualdad con Dios (5:18; 10:30-31).

6. Su sabiduría perfecta (7: 45, 46).

7. Su omnipresencia (3:13; 17:11 -26).

8. Su resurrección (20: 8).

9. Su glorificación (13:32; 16:10) [8].

 

Trasfondo histórico-cultural. La influencia más dominante en el pensamiento del autor del Evangelio fue, sin lugar a duda, el Antiguo Testamento. Lo conocía a fondo y lo cita con frecuencia, a veces de la Septuaginta y a veces parece que él mismo traduce del texto hebreo al griego. Hay catorce referencias directas a pasajes del Antiguo Testamento (1: 23; 2: 17; 6: 31, 45; 7: 38, 42; 10: 34; 12: 13–15, 38–40; 13: 18; 15: 25; 19: 24, 28, 36, 37). Hull observa que el autor colocaba estas referencias en puntos claves, tejiéndolas en el texto del evangelio. Figuras como el buen pastor (Jn. 10; ver: Sal. 23; 80: 1; Is. 40: 11; Ez. 34: 23; 37: 24) y la vid verdadera (Jn. 15; ver: Sal. 80: 8; Jer. 2: 21) provienen del Antiguo Testamento. El autor hace destacar las fiestas judías, los «Yo soy» y los títulos mesiánicos, todos estos arraigados en el Antiguo Testamento [9].

Una segunda influencia de importancia fue el judaísmo rabínico. El judaísmo del primer siglo no era monolítico. Se clasifican por lo menos cuatro corrientes en él:

 

Judaísmo normativo o rabínico;

Apocalíptico o místico;

Sectario, reflejado en los Rollos de Qumrán;

Helenista.

 

Aunque los escritos rabínicos que se tienen datan del segundo siglo, las enseñanzas de los rabinos estaban circulando durante el primer siglo y estas influyen sobre el autor del Evangelio. Él se concentró en el ministerio público de Jesús en Jerusalén, sede del judaísmo rabínico. La mayoría de los debates fueron con líderes del Sanedrín quienes se obstinaban en mantener las costumbres antiguas en pie (3: 1; 7: 45–52; 9: 28, 29; 11: 45–53; ver: 5: 10–18, 37–47; 7: 15–24; 8: 13–19; 10: 31–38) [10].

Según H. Odeberg, el misticismo judío o judaísmo apocalíptico, tenía muchos puntos de contacto con las enseñanzas del Evangelio. Aunque algunos señalan que este Evangelio, en contraste con los sinópticos, muestra poco interés en el judaísmo apocalíptico, al examinarlo más detenidamente se descubren muchos conceptos apocalípticos. Algunos son:

 

“Hijo del Hombre” (1:51; 3:13, 14);

“reino” (3:3, 5; 18:36);

“juicio” (5:27–29);

“aflicción” (16:33);

“resurrección” (11:23–26) [11].

 

Mucho se ha escrito en las últimas décadas sobre la hostilidad entre la comunidad de Juan y el judaísmo institucional, y cómo esta hostilidad tuvo influencia en el Evangelio. Este judaísmo se componía principalmente del sumo sacerdote y los fariseos legalistas, los cuales eran fanáticos en mantener las tradiciones. Es de destacar que los saduceos no se mencionan en este Evangelio. La polémica entre Cristo y sus seguidores, por un lado, y el judaísmo institucional, por el otro, no era entre el cristianismo y todos los judíos. La iglesia primitiva estaba compuesta casi totalmente de judíos, de modo que la polémica era más bien entre judíos cristianos y judíos ortodoxos. De ninguna manera hay base en Juan para los movimientos antisemíticos, a pesar de que algunos han intentado aprovechar el Evangelio de Juan para esos fines. Aun J. A. T. Robinson sostiene que «Juan es el más antijudío de los cuatro Evangelios», pero se aclara que se refiere no a todos los judíos, sino a los identificados con el judaísmo institucional [12].

La tercera influencia importante es el judaísmo no-ortodoxo, o sectario, que se refleja en los Rollos de Qumrán. El descubrimiento de estos documentos a partir de 1947 ha arrojado gran luz sobre la interpretación del Nuevo Testamento. Se piensa que los que habitaban en esta zona del mar Muerto eran esenios, o tenían un parentesco estrecho con ellos. Esta comunidad tenía un alto concepto de las enseñanzas de su líder, descrito como el «Maestro de Justicia». Los escritos de esta comunidad tienen más puntos de contacto con el cuarto Evangelio que con cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Por ejemplo, ambos enfatizan la solidaridad de los hijos de luz y el amor fraternal que los une en su confrontación con los hijos de las tinieblas. Ambos enseñaban un dualismo ético; también, ambos muestran un rechazo a la religión practicada en el Templo de Jerusalén y una convicción de que la verdadera adoración se practicaba dentro de su comunidad. Al mencionar la similitud e influencia de estas corrientes con el Evangelio de Juan, se enfatiza que también existen muchas y grandes diferencias [13].

Se discute el grado de influencia que Qumrán haya tenido sobre el cristianismo y, en particular, sobre el Evangelio de Juan. Inmediatamente después del descubrimiento de los documentos, se especulaba que Juan el Bautista era un esenio y que el Evangelio de Juan surgió de ese trasfondo. Ahora, pocos afirman una relación tan estrecha entre Qumrán y el cristianismo primitivo. Borchert opina que tanto Juan como Qumrán dependían del Antiguo Testamento como punto de partida de sus formulaciones teológicas [14].

La influencia del helenismo del primer siglo ha sido objeto de comentario. Esta influencia se ve en el prólogo de Juan, especialmente en la referencia del Logos (verbo), concepto usado por los filósofos griegos. Sin embargo, cabe señalar que Juan emplea el término en una manera muy distinta a la de los griegos. El hecho de que el autor del Evangelio se tomaba el tiempo para explicar el significado de ciertos términos conocidos muy bien entre los judíos, por ejemplo «rabí» (1: 38), indica que escribía también para otros, tal vez los griegos. Algunos escritores encuentran ciertas afinidades entre Juan y los escritos de Filón (ca. 20 a. C.; ca. 50 d. C.), el cual tuvo mucha influencia en el judaísmo helenista [15].

Bultmann y otros han procurado descubrir influencias del gnosticismo en el Evangelio de Juan, especialmente en el concepto del mito gnóstico de un redentor. Pero varios han demostrado que ese mito probablemente surgió por influencia del cristianismo y no a la inversa [16].

No hay consenso en cuanto a la influencia de los samaritanos, o el grado de ella, sobre el Evangelio de Juan. Es un estudio que sólo en las últimas décadas ha ganado la atención de los eruditos. Algunos piensan que la inclusión en el Evangelio del diálogo de Jesús con la mujer samaritana tenía el propósito de subrayar la importancia del contacto de estos con la comunidad cristiana. E. D. Freed opina, inclusive, que Juan escribió su Evangelio para apelar a los samaritanos tanto como a los judíos, en la esperanza de ganar adeptos de ambos grupos [17].

Raymond Brown sugiere que los creyentes judíos antitemplo lograron, en un período muy temprano, la conversión de un grupo de samaritanos y que la entrada de estos dos grupos en la comunidad juanina ejerció en ella una influencia en su teología. George Beasley-Murray concuerda con Brown, agregando que los Sinópticos, en contraste con Juan, dan poca atención a los samaritanos. Él examina la influencia de la «religión samaritana», especialmente su concepto de Moisés, sobre el cristianismo. Beasley-Murray termina su exposición del tema, diciendo:

 

Parece que los samaritanos constituyen una de las fuentes que alimentó los recursos juaninos, ciertamente una que ha sido descuidada, pero no por eso su influencia debe ser magnificada en forma desmedida [18].

 

Finalmente, la influencia de la comunidad cristiana en el Evangelio de Juan es de suma importancia. Las enseñanzas fundamentales de Juan coinciden perfectamente con las de la iglesia primitiva. Su retrato de Cristo tiene un enfoque distinto que el de los Sinópticos, pero es el mismo Cristo. Si bien el autor del Evangelio no dependía de los sinópticos, ni de los escritos de Pablo, las enseñanzas en estas obras estaban circulando antes de su composición y deben considerarse como parte del trasfondo del Evangelio [19].

León Morris concluye, diciendo: «Juan es un documento cristiano auténtico y, para que sea apreciado debidamente su significado, debe verse en compañía con los otros escritos cristianos, los demás libros del Nuevo Testamento» [20].

 







[1] Alberto T Platt. Estudios Bíblicos ELA: Para que creáis (Juan). Biblioteca Digital Libronix. 3.0 c. Disco compacto.

[2] Platt. Ibíd.

[3] Ibíd.

[4] Ibíd.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd.

[7] Ibíd.

[8] Samuel Vila “Juan (evangelio de)”, p. 629.

[9] James Bartley; Juan B Patterson; Joyce Cope Wyatt. Comentario Bíblico Mundo Hispano. Juan. Disco compacto.

[10] Ibíd.

[11] Ibíd.

[12] HR. Carpenter, “Neumatología exegética”, Conferencias.

[13] Bartley; Juan B Patterson; Joyce Cope Wyatt. Comentario Bíblico Mundo Hispano. Juan. Disco compacto.

[14] Ibíd.

[15] Ibíd.

[16] Ibíd.

[17] Ibíd.

[18] Ibíd.

[19] Ibíd.

[20] Ibíd.