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martes, 25 de abril de 2023

Análisis del contexto del Evangelio de Juan

Identificación del autor. El evangelio de Juan no menciona el nombre del autor. Se evidencia que fue un judío de Israel por sus obvios conocimientos de las costumbres de ese lugar. Existen además varias indicaciones de que fue testigo ocular de los eventos reportados (2: 6; 13: 26) [1].

Juan, capítulo 21 encamina al lector hacia una identificación del escritor. El versículo 24 señala a uno del grupo como el que «escribió estas cosas». «Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero». El versículo 2 indica quiénes estaban presentes cuando sucedieron los eventos relatados: «Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos». El versículo 20 elimina a Pedro como posible autor («Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar») y Santiago (Jacobo) hermano de Juan, había muerto años antes de escribirse este Evangelio, que se redactó en fecha tardía. Juan tenía conocimiento íntimo de los detalles relatados.

Acerca de Juan puede decirse:

 

1. Era uno de los “hijos del trueno” (Mr. 3:17).

2. Su profesión anterior era pescador (Mt. 4:21).

3. Fue de los primeros en seguir a Cristo (Mt. 4:21).

4. Llegó a ocupar un lugar muy especial como miembro del grupo más íntimo de Jesucristo.

5. Estuvo con Cristo en el monte de la transfiguración (Mr. 9:2).

6. Estuvo en el jardín de Getsemaní (Mr. 14:33).

7. Era, como ya se explicó «el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él” (Jn. 21:20).

8. Aparentemente respondió bien a la instrucción y aun a las reprimendas del Señor (Mt. 20: 28).

9. Tan estrecha era la relación entre Cristo y Juan que, en la cruz, el Señor le encomendó el cuidado de su madre (Jn. 19:26–27).

10. Se cree que era el «otro discípulo» de Juan 18:15 y «el discípulo que era conocido del sumo sacerdote» del v.16. «Conocido» significa que tenía acceso al lugar del juicio.

10. Según lo que se sabe de la historia, el apóstol Juan sobrevivió a los demás apóstoles y murió tiempo después de un largo ministerio en Asia Menor. Vio a la iglesia salir de la infancia. El resto del Nuevo Testamento fue escrito antes de su muerte. No cabe duda de que él tenía a su alcance copias de los libros que ya circulaban. Habían empezado a aparecer en las iglesias las doctrinas erróneas y hubo de tratar con semejantes desvíos. El enfoque de su evangelio lo demuestra [2].

 

Fecha del libroLos descubrimientos arqueológicos confirman que ya circulaba el cuarto evangelio entre las iglesias primitivas a principios del segundo siglo. Con base a eso los eruditos han establecido el período de su composición entre los años 85 y 95 d.C. Probablemente fue escrito desde Éfeso, donde el apóstol tuvo su ministerio por varios años [3].

 

PropósitoEl autor del Evangelio de Juan no deja dudas en cuanto a su propósito principal (20:30–31). En primer lugar, este texto, además de Juan 21:25, indican que el evangelio contiene material seleccionado. El propósito del Espíritu Santo para el cuarto evangelio hizo que el autor escogiera de entre todo el material posible, lo que más contribuiría a su propósito [4].

La lista total de las maravillas que hizo Cristo, sin lugar a duda, es mucho más grande que las treinta y cinco mencionadas por los evangelistas. Lo interesante es que Juan incluyó solamente siete de ellas (cinco que no aparecen en los primeros tres evangelios). El término que se emplea para referirse a ellas en 20: 30, es «señales»; no se usa el vocablo «milagros» como lo hacen los autores sinópticos. El Espíritu Santo le dirigió a usar una palabra que hiciera hincapié en el propósito del milagro, significado que estaba más allá de la evidencia visual [5].

Dos cláusulas al respecto son importantes«Para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios» (20: 31). Juan escribe para producir una reacción de parte de sus lectores: que crean. Efectivamente se nota la importancia de este concepto al considerar que la palabra «creer» ocurre noventa y ocho veces en el idioma original. Quiere decir que no es solamente una ocurrencia final. Su presentación a través del evangelio confronta al lector con la necesidad de creer [6]. «Y para que creyendo, tengáis vida en su nombre» (20:31b). A través del libro, se hace obvio que Juan quiere exponer las buenas nuevas, el Evangelio. En el versículo 31, su mensaje es ineludible. El aceptar la verdad que hay detrás de los milagros, el verdadero sentido de las señales, y depositar la confianza en la persona que las hizo, produce vida. La vida a la cual se refiere es la eterna, la misma de que se habló en 3: 16. «Vida» también es un tema recurrente en el evangelio y se menciona treinta y seis veces [7].

El evangelio de Juan, a diferencia de los sinópticos comienza con la proclamación misma de la eternidad de Jesús y su carácter inigualable de Hijo de Dios. El libro entero tiene como propósito, de hecho, demostrar que Jesucristo es el Hijo de Dios. Presenta al respecto numerosas pruebas de su divinidad. Estas son:

1. Su eternidad (1:1, 2; 8:58; 12:34; 17:5).

2. Su omnipotencia, manifestada en la creación (1: 3, 10) y en sus milagros (5:36; 10:25, 37, 38).

3. Su omnisciencia (1:46-50; 4:17-19).

4. Su santidad absoluta (8:13, 46).

5. Su igualdad con Dios (5:18; 10:30-31).

6. Su sabiduría perfecta (7: 45, 46).

7. Su omnipresencia (3:13; 17:11 -26).

8. Su resurrección (20: 8).

9. Su glorificación (13:32; 16:10) [8].

 

Trasfondo histórico-cultural. La influencia más dominante en el pensamiento del autor del Evangelio fue, sin lugar a duda, el Antiguo Testamento. Lo conocía a fondo y lo cita con frecuencia, a veces de la Septuaginta y a veces parece que él mismo traduce del texto hebreo al griego. Hay catorce referencias directas a pasajes del Antiguo Testamento (1: 23; 2: 17; 6: 31, 45; 7: 38, 42; 10: 34; 12: 13–15, 38–40; 13: 18; 15: 25; 19: 24, 28, 36, 37). Hull observa que el autor colocaba estas referencias en puntos claves, tejiéndolas en el texto del evangelio. Figuras como el buen pastor (Jn. 10; ver: Sal. 23; 80: 1; Is. 40: 11; Ez. 34: 23; 37: 24) y la vid verdadera (Jn. 15; ver: Sal. 80: 8; Jer. 2: 21) provienen del Antiguo Testamento. El autor hace destacar las fiestas judías, los «Yo soy» y los títulos mesiánicos, todos estos arraigados en el Antiguo Testamento [9].

Una segunda influencia de importancia fue el judaísmo rabínico. El judaísmo del primer siglo no era monolítico. Se clasifican por lo menos cuatro corrientes en él:

 

Judaísmo normativo o rabínico;

Apocalíptico o místico;

Sectario, reflejado en los Rollos de Qumrán;

Helenista.

 

Aunque los escritos rabínicos que se tienen datan del segundo siglo, las enseñanzas de los rabinos estaban circulando durante el primer siglo y estas influyen sobre el autor del Evangelio. Él se concentró en el ministerio público de Jesús en Jerusalén, sede del judaísmo rabínico. La mayoría de los debates fueron con líderes del Sanedrín quienes se obstinaban en mantener las costumbres antiguas en pie (3: 1; 7: 45–52; 9: 28, 29; 11: 45–53; ver: 5: 10–18, 37–47; 7: 15–24; 8: 13–19; 10: 31–38) [10].

Según H. Odeberg, el misticismo judío o judaísmo apocalíptico, tenía muchos puntos de contacto con las enseñanzas del Evangelio. Aunque algunos señalan que este Evangelio, en contraste con los sinópticos, muestra poco interés en el judaísmo apocalíptico, al examinarlo más detenidamente se descubren muchos conceptos apocalípticos. Algunos son:

 

“Hijo del Hombre” (1:51; 3:13, 14);

“reino” (3:3, 5; 18:36);

“juicio” (5:27–29);

“aflicción” (16:33);

“resurrección” (11:23–26) [11].

 

Mucho se ha escrito en las últimas décadas sobre la hostilidad entre la comunidad de Juan y el judaísmo institucional, y cómo esta hostilidad tuvo influencia en el Evangelio. Este judaísmo se componía principalmente del sumo sacerdote y los fariseos legalistas, los cuales eran fanáticos en mantener las tradiciones. Es de destacar que los saduceos no se mencionan en este Evangelio. La polémica entre Cristo y sus seguidores, por un lado, y el judaísmo institucional, por el otro, no era entre el cristianismo y todos los judíos. La iglesia primitiva estaba compuesta casi totalmente de judíos, de modo que la polémica era más bien entre judíos cristianos y judíos ortodoxos. De ninguna manera hay base en Juan para los movimientos antisemíticos, a pesar de que algunos han intentado aprovechar el Evangelio de Juan para esos fines. Aun J. A. T. Robinson sostiene que «Juan es el más antijudío de los cuatro Evangelios», pero se aclara que se refiere no a todos los judíos, sino a los identificados con el judaísmo institucional [12].

La tercera influencia importante es el judaísmo no-ortodoxo, o sectario, que se refleja en los Rollos de Qumrán. El descubrimiento de estos documentos a partir de 1947 ha arrojado gran luz sobre la interpretación del Nuevo Testamento. Se piensa que los que habitaban en esta zona del mar Muerto eran esenios, o tenían un parentesco estrecho con ellos. Esta comunidad tenía un alto concepto de las enseñanzas de su líder, descrito como el «Maestro de Justicia». Los escritos de esta comunidad tienen más puntos de contacto con el cuarto Evangelio que con cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Por ejemplo, ambos enfatizan la solidaridad de los hijos de luz y el amor fraternal que los une en su confrontación con los hijos de las tinieblas. Ambos enseñaban un dualismo ético; también, ambos muestran un rechazo a la religión practicada en el Templo de Jerusalén y una convicción de que la verdadera adoración se practicaba dentro de su comunidad. Al mencionar la similitud e influencia de estas corrientes con el Evangelio de Juan, se enfatiza que también existen muchas y grandes diferencias [13].

Se discute el grado de influencia que Qumrán haya tenido sobre el cristianismo y, en particular, sobre el Evangelio de Juan. Inmediatamente después del descubrimiento de los documentos, se especulaba que Juan el Bautista era un esenio y que el Evangelio de Juan surgió de ese trasfondo. Ahora, pocos afirman una relación tan estrecha entre Qumrán y el cristianismo primitivo. Borchert opina que tanto Juan como Qumrán dependían del Antiguo Testamento como punto de partida de sus formulaciones teológicas [14].

La influencia del helenismo del primer siglo ha sido objeto de comentario. Esta influencia se ve en el prólogo de Juan, especialmente en la referencia del Logos (verbo), concepto usado por los filósofos griegos. Sin embargo, cabe señalar que Juan emplea el término en una manera muy distinta a la de los griegos. El hecho de que el autor del Evangelio se tomaba el tiempo para explicar el significado de ciertos términos conocidos muy bien entre los judíos, por ejemplo «rabí» (1: 38), indica que escribía también para otros, tal vez los griegos. Algunos escritores encuentran ciertas afinidades entre Juan y los escritos de Filón (ca. 20 a. C.; ca. 50 d. C.), el cual tuvo mucha influencia en el judaísmo helenista [15].

Bultmann y otros han procurado descubrir influencias del gnosticismo en el Evangelio de Juan, especialmente en el concepto del mito gnóstico de un redentor. Pero varios han demostrado que ese mito probablemente surgió por influencia del cristianismo y no a la inversa [16].

No hay consenso en cuanto a la influencia de los samaritanos, o el grado de ella, sobre el Evangelio de Juan. Es un estudio que sólo en las últimas décadas ha ganado la atención de los eruditos. Algunos piensan que la inclusión en el Evangelio del diálogo de Jesús con la mujer samaritana tenía el propósito de subrayar la importancia del contacto de estos con la comunidad cristiana. E. D. Freed opina, inclusive, que Juan escribió su Evangelio para apelar a los samaritanos tanto como a los judíos, en la esperanza de ganar adeptos de ambos grupos [17].

Raymond Brown sugiere que los creyentes judíos antitemplo lograron, en un período muy temprano, la conversión de un grupo de samaritanos y que la entrada de estos dos grupos en la comunidad juanina ejerció en ella una influencia en su teología. George Beasley-Murray concuerda con Brown, agregando que los Sinópticos, en contraste con Juan, dan poca atención a los samaritanos. Él examina la influencia de la «religión samaritana», especialmente su concepto de Moisés, sobre el cristianismo. Beasley-Murray termina su exposición del tema, diciendo:

 

Parece que los samaritanos constituyen una de las fuentes que alimentó los recursos juaninos, ciertamente una que ha sido descuidada, pero no por eso su influencia debe ser magnificada en forma desmedida [18].

 

Finalmente, la influencia de la comunidad cristiana en el Evangelio de Juan es de suma importancia. Las enseñanzas fundamentales de Juan coinciden perfectamente con las de la iglesia primitiva. Su retrato de Cristo tiene un enfoque distinto que el de los Sinópticos, pero es el mismo Cristo. Si bien el autor del Evangelio no dependía de los sinópticos, ni de los escritos de Pablo, las enseñanzas en estas obras estaban circulando antes de su composición y deben considerarse como parte del trasfondo del Evangelio [19].

León Morris concluye, diciendo: «Juan es un documento cristiano auténtico y, para que sea apreciado debidamente su significado, debe verse en compañía con los otros escritos cristianos, los demás libros del Nuevo Testamento» [20].

 







[1] Alberto T Platt. Estudios Bíblicos ELA: Para que creáis (Juan). Biblioteca Digital Libronix. 3.0 c. Disco compacto.

[2] Platt. Ibíd.

[3] Ibíd.

[4] Ibíd.

[5] Ibíd.

[6] Ibíd.

[7] Ibíd.

[8] Samuel Vila “Juan (evangelio de)”, p. 629.

[9] James Bartley; Juan B Patterson; Joyce Cope Wyatt. Comentario Bíblico Mundo Hispano. Juan. Disco compacto.

[10] Ibíd.

[11] Ibíd.

[12] HR. Carpenter, “Neumatología exegética”, Conferencias.

[13] Bartley; Juan B Patterson; Joyce Cope Wyatt. Comentario Bíblico Mundo Hispano. Juan. Disco compacto.

[14] Ibíd.

[15] Ibíd.

[16] Ibíd.

[17] Ibíd.

[18] Ibíd.

[19] Ibíd.

[20] Ibíd.



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