Suelen expresarse confusiones a la hora de distinguir el empirismo y el positivismo entre sí. Una vez más la historia debe ser consultada. El empirismo nace en la Europa del siglo XVIII como una reacción contra el Racionalismo de Descartes, por citar un nombre. Estuvo representado principalmente por Locke y Hume y defendió la idea de que todo conocimiento nace de la información que llega por los órganos de los sentidos, es decir, a través de la experiencia. A diferencia del racionalismo que defiende la presencia de cierta información antes de nacer, el empirismo está abogando por el carácter de «papel en blanco» con que venimos los humanos a la vida.
El positivismo nace en el siglo XIX, impulsado por Auguste Comte, y fue una reacción de orientación filosófica frente al avasallador desarrollo de las ciencias exactas. Defendía la tesis de que todo conocimiento científico viene a ser a partir de la experiencia. Es decir, que, históricamente, el empirismo es la base del positivismo ulterior.
Sobre el positivismo se levantó entonces el positivismo lógico; este hace mucho hincapié en la experimentación; afirma que todo lo que no está sujeto a experimentación no tiene sentido. El empirismo solo afirma que la experiencia es la fuente del conocimiento.
Bueno, es solo tratando de entender con sencillez. Tales asuntos, como todo en filosofía, representan un mar de complejidades.
Cuanto traemos a la vida cuando nacemos, como defienden los racionalistas, un día lo sabremos. No existe una tribu en la tierra que no tenga el pensamiento de Dios y la idea de un juicio tras la muerte.
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