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domingo, 2 de abril de 2023

No hay felicidad sin ilusiones

La vida vacía de ilusiones es el camino más directo hacia la infelicidad. Despertar por la mañana sin un sueño a cumplir, una meta dorada que mantenga vivo el entusiasmo en las horas siguientes del día, ese es el común de la gente infeliz.

Mientras la neuropsiquiatría contemporánea culpa a los desbalances de dopamina; mientras la farmacopsiquiatría pone la esperanza en la regulación de los neurotransmisores; mientras la ingeniería genética vuela tras un gen mutado que justifique el ánimo frustre de la gente, el punto raigal de la infelicidad permanece visible delante de nosotros. No es otro que una vida vacía de ilusiones.

Grupalmente hablando, en todos los rincones del mundo, la desdicha nace cuando los pueblos ven morir sus ilusiones en un mar de sueños prometidos.

La gran batalla de la vida está dirigida a impedir que enemigos hagan morir las ilusiones. Ellas sostienen la vida. Los niños son felices, porque tienen muchas. Pobre estado el de la adultez avanzada y la ancianidad tardía, cuando se han visto morir, uno por uno, los sueños pasados.

Hoy es Domingo de Ramos, y nos mueve el recuerdo de Uno que anduvo en pro de la ilusión mayor: cumplir la Obra de Dios. Un día como este, Cristo entró en Jerusalén. Iba a morir, y se sentía muy triste, pero lo movía aquella perenne ilusión; y las personas que tienen ilusiones nunca son infelices.

Tal vez debamos repensar en la misión a la que hemos sido llamados, si la hemos perdido de vista. Son muchos los que desean quitarla de ti y verla morir. Frente a tantos fatuos de corazón azufrado y pensamiento rancio, vibren en ti las palabras de José Ingenieros: «...hormiga, ruiseñor o león—, trabaja, canta o ruge con entereza y sin desvío: vibre en ti una partícula de tu pueblo» (1).

Adelante, mucho ánimo y no pierdas de vista la visión central que te mueve. Ponla cada mañana en las manos del Padre para que la bendiga. Y no olvides nunca que, un día, fuiste ilusión grande en el corazón de Jesús. Él murió por ti. Conocerle más, cada día, sea la ilusión mayor.

«Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (II Co. 5: 15).

Dios te bendiga.

 

 

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(1) José Ingenieros. Las fuerzas morales. La Habana, Cuba, 1961, pp. 53, 54.



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