Una cosa aprendió el verdadero maestro, y es que la clase que se enseña está en él. El maestro es el centro de la clase y el vórtice sobre el que giran todas las ideas expuestas y defendidas. La experiencia y agudeza, la fuerza contrastada de las ideas, lógicamente organizadas, la capacidad de interacción con los estudiantes, esa es la clase.
No está mal proyectar alguna imagen de apoyo, presentar alguna escena o reproducir algún pensamiento, pero depender de diapositivas escritas hasta en el último resquicio de espacio para dar la clase, eso no está bien.
Aquel maestro cuya clase se reduce a la lectura de Power Point, no entendió todavía lo que es una clase; mucho menos lo que es un maestro.
«Goteará como la lluvia mi enseñanza; destilará como el rocío mi razonamiento» (Dt. 32:2).
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