No divulgue lo que logra en el Señor, a menos que Él le guie a hacerlo: «He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu» (Ec. 4. 4).
No confíe en nadie: «Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová (Jer. 17: 5).
No llame «padre» a nadie. «Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos» (Mt. 23: 9).
No llame maestro a nadie. «Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo» (Mt. 23: 10).
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