Así vio el profeta Daniel los tiempos del fin, los que siguen a la plena manifestación del Anticristo, representado en una gran bestia, espantosa y terrible, de dientes formidables y accionar destructivo:
Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos» (Dn. 7: 9, 10).
Ese día viene.
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