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viernes, 30 de septiembre de 2022

La más grande profecía de toda la historia, no hay otra mayor

Por miles los judíos invaden los vados del Jordán. El poder en el Espíritu que se transparenta en Juan el Bautista no se parece a nada que hayan visto nunca. Tiemblan consternados los más fornidos. Aquel día, entre muchos miles, se acercó un hombre que parecía común. «Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos» (Is. 53: 2). Para todos es uno más. Esa es la escena en que Juan le ve, y de pronto, para él, ¡el mundo entero se partió en dos! El más adusto profeta de todos los tiempos, aquel rústico ser crecido en el desierto, vestido de pelo de camello, quedó paralizado, gélido, sobrecogido, y señalando a Aquel que se acercaba, prorrumpió: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn. 1: 29b).

«¡¿Qué dice?!», se preguntaron todos. «¡¿Quién puede quitar el pecado del mundo?! ¡Perdió la razón el profeta! ¡Debe una explicación!». No la puede dar, porque tampoco él entiende lo que dijo.

Cualquier otra profecía de la historia fue más legible. Desde aquella que vino a través de Jeremías y anunció los setenta años de cautiverio, hasta el mensaje de Abdías y la destrucción de Edom. Desde Jonás hasta Zacarías, todo el mundo entendió lo que los profetas dijeron; ¡hasta los pérfidos ninivitas! «¿Dónde nacerá el Mesías?», preguntó Herodes. «En Belén de Judea» (Mi. 5: 2), así le contestaron. «¿Cómo lo saben?», preguntaría. «Entendimos perfectamente lo que dijo el profeta Miqueas», pudieron contestar.

Ahora rompe los aires la más incomprensible de todas las profecías de la historia. La mayor en dignidad, y la más inextricable. La que no comprenderán ni siquiera los propios discípulos hasta que tiene lugar el terremoto de la resurrección. ¡La que millones no entienden hoy todavía! ¡La que judíos, islámicos e hindúes ni en sombras ven!

De Juan el Bautista vino la más grande profecía de toda la historia: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». No hay ni habrá en el eterno mar del tiempo, en la más lejana ola del océano infinito una profecía mayor. 

Así dijo Jesús:

 

¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?  Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están. Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.  Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista (Lc. 7: 24b-28a).

 

No puede mirarse de otro modo: del profeta mayor vino la más grande profecía de toda la historia.



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