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lunes, 5 de septiembre de 2022

No es la Iglesia, es Dios

La ley promulgada por Dios en el Monte Sinaí nos llega a través del Antiguo Testamento. Su aplicación puntual fue abolida en lo ceremonial por la Cruz. Su vigencia no es judicial. Tiene, sin embargo, una gran importancia para comprender dos cosas: la monstruosidad del pecado y el carácter moral de Dios. Cotidianidades y ligerezas que pueden parecer nimias hoy, son horribles vistas a través de los santos ojos del Creador. Considere algunos ejemplos de cuánto es así:
Idolatría: "Si el pueblo de la tierra cerrare sus ojos respecto de aquel varón que hubiere dado de sus hijos a Moloc, para no matarle, entonces yo pondré mi rostro contra aquel varón y contra su familia, y le cortaré de entre su pueblo, con todos los que fornicaron en pos de él prostituyéndose con Moloc. Y la persona que atendiere a encantadores o adivinos, para prostituirse tras de ellos, yo pondré mi rostro contra la tal persona, y la cortaré de entre su pueblo" (Lv. 20: 4-6). Dios demandaba ese "mirar al otro lado" de aquellos que intentaran pasar por alto la aplicación de la pena máxima al idólatra, aquel que adorara e invocara a ídolos. Puede considerarse el daño tan grande que hace algo así en la severidad del castigo divino no solo al que la practica, sino también al que la consiente.
Adulterio: "Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos" (Lv. 20: 10). En Juan 8: 3-5, los judíos pretenden que sea apedreada solo la mujer: "Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?". La ley los condenaba a los dos. Ellos querían atenuar la culpa del hombre, más que atenuarla, buscaban pasarla por alto. Sin embargo, a los ojos de Dios la culpa era horrenda en ambas partes hasta el punto de que la ley condenaba a muerte a los dos. 
Homosexualidad: "No te echarás con varón como con mujer; es abominación" (Lv. 18: 22). "Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre" (Lv. 20: 13). Hoy día ganan espacio los homosexuales en las agendas globalistas. Aquellos que ayer les perseguían hoy les aplauden. Muchos tuercen las Escrituras para acomodar una interpretación permisiva a un algo así, en nombre de un "amor libre" que no tiene ningún fundamento bíblico. Nótese, sin embargo, que, en el carácter del Hacedor de los cielos y la tierra, tal cosa es tan dañina a la sociedad, es tal el nivel de abominación que supone, que en la ley paleotestamentaria del Señor se le aplica la sentencia máxima. 
No es la Iglesia, es Dios. 


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