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miércoles, 28 de septiembre de 2022

Está dedicado a un judío

Es uno de los libros más grandiosos que se hayan escrito nunca. Toda persona medianamente instruida lo leyó más de una vez. Todos lo aman. Es El pequeño príncipe

Fue una inspiración del piloto francés Antoine de Saint-Exupéry. Está escrito en un lenguaje gráfico, tierno y metafórico. Cada escena es notablemente significativa. Las altas lecciones que se tejen entre sus páginas marcan para bien la vida. No hay dudas: la lectura de este pequeño libro ennoblece.

Más allá de todo esto, debe decirse que, en él, nada es más conmovedor que la dedicatoria. El libro está dedicado a un judío. Así se lee:

 

A León Werth:

 

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona grande. Tengo una seria excusa: esta persona grande es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona grande vive en Francia, donde tiene hambre y frío. Tiene verdadera necesidad de consuelo. Si todas estas excusas no fueron suficientes, quiero dedicar este libro al niño que esta persona grande fue en otro tiempo. Todas las personas grandes han sido niños antes (pero pocas lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria:

 

A Leon Werth

Cuando era niño

 

Werth no era un judío rico. Su destino era incierto en aquel momento. Hoy cualquiera dedica un libro a un judío porque Israel es un país respetable y próspero; pero Exupéry no lo escribió hoy; lo escribió en 1943. En ese momento los judíos son la estirpe más execrable de Europa. Están siendo enviados a campos de concentración y cámaras de gas. Fue una editorial norteamericana la que publicó el libro, en 1943 (Reynal & Hitchcock). Los propios franceses no pudieron hacerlo hasta después de la liberación de la ocupación nazi (editorial Éditions Gallimard).

Quizá ahora entienda un poco mejor la grandeza de la dedicatoria. Suelen dedicarse los libros a los familiares cercanos o a las personas ilustres que llenan el tiempo y la historia. Este libro, que perdura en el recuerdo de todo el que lo lee, está dedicado a un judío que tiene hambre y frio, de cuyo destino nadie puede sentirse seguro, de cuya amistad todos se avergüenzan. Era su amigo.

No necesito discutirlo con nadie: la dedicatoria hecha a aquel desdichado amigo judío es lo más bello de todo el libro.

 

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