Se llamó Ezequías. Vino de la descendencia davídica y fue rey en Judá. Se le dedican palabras que sorprenden a la lectura: «En Jehová Dios de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá» (II Re. 18: 5).
¡Qué grandioso resumir de vida! ¿Cuáles serían las razones que le llevaron a merecer tales palabras? Pudiera parecer que la explicación se infiere del versículo que continúa: «...siguió a Jehová, y no se apartó de él, sino que guardó los mandamientos que Jehová prescribió a Moisés» (v. 6); pero hubo otros reyes antes de él que también fueron aprobados, y de ellos, sin embargo, no se dice algo así. El rey Azarías: «hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que su padre Amasías había hecho» (II Re. 15: 3). El rey Asa «hizo lo recto ante los ojos de Jehová, como David su padre» (I Re. 15: 11). Huelga decir que, en la evaluación final de sus vidas, estos no alcanzan ni en sombras la calificación que se usa para Ezequías. ¿Por qué?
Quizá tal cosa tenga que ver con que bajo el reinado de Azarías: «...los lugares altos no se quitaron, porque el pueblo sacrificaba aún y quemaba incienso…» (II Re. 15: 4). Con Asa sucedió otro tanto, pese a su rectitud «los lugares altos no se quitaron» (I Re. 15: 14). Con Ezequías hay un algo que va más allá: «El quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán» (II Re. 18: 4).
¿Leyó bien? Ezequías destruyó hasta la serpiente de Moisés; ¿¡aquella efigie de bronce que el más grande profeta de Israel levantó en el desierto para toda la nación!? Si, la destruyó, acabó con ella para siempre. ¡Yo nunca hubiera hecho algo así! ¡Era una pieza museológica! ¡Tenía más de cinco siglos! ¡¿Por qué no la guardó en el Museo de Antigüedades de Jerusalén!? No, no lo hizo, no la guardó; la despedazó, y la llamó despectivamente: Nehustán, que significa en hebreo: «cosa de bronce»; y le aseguro que, si lo hubieran dejado, desbarata también las Pirámides de Egipto, los Jardines Colgantes de Babilonia, el Gran Templo de la diosa Diana, el Faro de Alejandría, el Coloso de Rodas, la Estatua de Júpiter y el Mausoleo de Halicarnaso.
El celo de Ezequías por Aquel que hizo los cielos y la tierra fue más allá de todo lo que se pueda imaginar o entender. No trate de mirarlo por otro camino: con relación a todos los que le precedieron, él fue más allá...
Es tiempo de ir más allá, más allá de los errores de los que fueron antes de nosotros, por aprobadas que hayan sido sus vidas o ministerios. Es tiempo de ir más allá de aquellos que, por más que nos desbrozaron el camino, en muchas cosas se quedaron a medias. Es tiempo de ir más allá, más allá de nosotros mismos...
Proyéctate hoy más allá. Es el tiempo. Y cuando llegues al cielo, «cuando allá se pase lista», pueda una voz decir de ti: «En Jehová Dios de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él en aquella familia, barriada, comunidad, iglesia…».
Se alegre el Señor ese Día por venir, cuando la voz del ángel, con santa aprobación, resuma tu vida diciendo: «en aquel lugar donde lo pusimos, en aquel humilde y lejano campo, en aquella escondida misión, ni después ni antes hubo otro como él».
Así te bendiga Dios.
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