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viernes, 23 de septiembre de 2022

Es el destino de los burladores de la fe en Cristo

Burlarse de Jehová de los Ejércitos y de su pueblo, Israel; tal fue el error de Senaquerib, rey asirio de los tiempos de Ezequías, rey de Judá entre los años 716 a. C. y 687 a. C. Así envió a decir a Ezequías: 

 

¿Qué dios de todos los dioses de estas tierras ha librado su tierra de mi mano, para que Jehová libre de mi mano a Jerusalén? (II Re. 18: 35).

No te engañe tu Dios en quien tú confías, para decir: Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria. He aquí tú has oído lo que han hecho los reyes de Asiria a todas las tierras, destruyéndolas; ¿y escaparás tú? ¿Acaso libraron sus dioses a las naciones que mis padres destruyeron, esto es, Gozán, Harán, Resef, y los hijos de Edén que estaban en Telasar? ¿Dónde está el rey de Hamat, el rey de Arfad, y el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Iva? (II Re. 19: 10-13).

 

La burla estaba explícita. Aquel asirio comparó a Jehová, Rey del cielo y de la tierra, con la sarta de paganidades inmundas que invocaban las naciones vecinas. La célica respuesta, en boca del profeta Isaías, no se hizo esperar. Así contestó Dios:

 

¿A quién has vituperado y blasfemado? ¿y contra quién has alzado la voz, y levantado en alto tus ojos? Contra el Santo de Israel.  Por mano de tus mensajeros has vituperado a Jehová, y has dicho: Con la multitud de mis carros he subido a las alturas de los montes, a lo más inaccesible del Líbano; cortaré sus altos cedros, sus cipreses más escogidos; me alojaré en sus más remotos lugares, en el bosque de sus feraces campos (...). 

Por tanto, así dice Jehová acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni echará saeta en ella; ni vendrá delante de ella con escudo, ni levantará contra ella baluarte. Por el mismo camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová. Porque yo ampararé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo (II Re. 19: 22, 23, 32-34).

 

Humeaban en los aires los donaires triunfales de aquel patán asirio, cuando el mundo espiritual se conmovió. Así lo registra la historia bíblica:

 

Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos. Entonces Senaquerib rey de Asiria se fue, y volvió a Nínive, donde se quedó. Y aconteció que mientras él adoraba en el templo de Nisroc su dios, Adramelec y Sarezer sus hijos lo hirieron a espada, y huyeron a tierra de Ararat. Y reinó en su lugar Esarhadón su hijo (II Re. 19: 35-37).

 

Ese es el destino que espera a los burladores de la Palabra y el Evangelio: la derrota, la vergüenza y la muerte. Tras ella viene la perdición eterna.

Es el destino de los burladores de la fe en Cristo.



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