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viernes, 15 de enero de 2021

Si se mete con mi Textus Receptus nos vamos a fajar

Veo muchísimas Biblias Nueva Versión Internacional (NVI) en muchas iglesias por acá. Insólitamente, para muchos hermanos es la versión preferida. No sé qué están haciendo los maestros bíblicos que no le han salido al paso a eso. Influidos como estamos por el nombre de este y de aquel aceptamos todo lo que irrumpe, se imprime y llegue.

Empecemos por Julius Wellhausen (1844-1918). Dicho así de sopetón: no era convertido. El conocido teólogo y filólogo orientalista alemán era más ateo que Carlos Marx. No creía en milagros. Como uno de los más significativos «heraldos» de la Alta Crítica atacó la autoría de Isaías y Daniel; estableció y defendió la teoría documentalista en que desdoblaba el Pentateuco entre autores ignotos, que desplazaban a Moisés de todo papel en la redacción. “Una sarta de estupideces”, así le llamó a la tal formulación de desvencijados conceptos, el profesor Larry McNeill, aquella mañana de 2004, en que nos impartía «Historia y Literatura del Antiguo Testamento» en La Habana, y nos afanábamos todos tratando de entender aquel enredo. Todo bajo la culpa de Wellhausen. Resalta como una verdadera contradicción que una de las figuras más altas de la erudición paleotestamentaria no era en absoluto nacido de nuevo. Es paradójico entonces que tantos le adopten por maestro. Pero no se asombre: Brooke Foss Westcott (1825–1901) y Fenton John Anthony Hort (1828–1892), que harían el célebre binomio de Westcott y Hort en The New Testament in the Original Greek, eran un par de impíos de la peor calaña, muchos más “calificados” en el mundo del demérito, porque romancearon comprometidamente con el ocultismo. Influirían decisivamente en la versión griega del Nuevo Testamento Nestle Aland que tanto alimentó a la NVI, tan mutilada, tan trastornada, torcida, mal intencionada, manipulada, desaprobada…

No son ingenuos los cambios que hace la NVI. Venga conmigo a Mateo 19: 16, 17 y lea en la versión Reina Valera-revisión de 1960. Allí aparece: “Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”.

Ahora lea el mismo texto en la NVI y ponga una silla cerca porque se va a caer para atrás cuando advierta el cambio: “Sucedió que un hombre se acercó a Jesús y le preguntó:

—Maestro, ¿qué es lo bueno que debo hacer para obtener la vida eterna?

—¿Por qué me preguntas sobre lo que es bueno? —respondió Jesús—. Solamente hay uno que es bueno. Si quieres entrar en la vida, obedece los mandamientos”.

Si no ve el peligro del cambio realizado al texto, lo notará cuando vea el camino flagrante por el que la NVI ataca la divinidad de Jesús. En Juan 3, Jesús está hablando con el anciano Nicodemo, y en un momento cumbre de este encuentro, le dice: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (v. 13). Es esta una de las más altas expresiones de la omnipresencia del Hijo de Dios. ¿Sabe cómo aparece este texto en la NVI? Agárrese de algo que tenga cerca; politrauma a la vista: Juan 3: 13: “Nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre”.

“El Hijo del Hombre”, que, para la NVI, obviamente, con la supresión que hace no estaba a un tiempo en el cielo.

Suficiente. No se le ocurra atacar mi Reina Valera, nacida del Textus Receptus porque nos vamos a fajar. Todo cuestionamiento que se le ha hecho en favor de la NVI no es más que una conspiración; no de balde hay un libro que se llama Conspiración contra las Sagradas Escrituras, de Domingo Fernández y César Vidal Manzanares, una joya nacida en defensa de ese Textus Receptus, también llamado Texto Mayoritario, del que nace nuestra amada versión bíblica Reina Valera, y que aparece dominantemente penetrando los textos de la iglesia primitiva.

Con ella en el corazón me voy al cielo. Ven conmigo, pero no se te olvide llevar tu Reina Valera.



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