Primum non nocere, es una locución latina que significa: «Lo primero es no hacer daño». Se atribuye a Hipócrates. Es posiblemente la frase más repetida en todas las facultades de medicina durante los primeros años de la carrera. Curiosamente la escuché mucho más después de graduado, como residente de Medicina Interna, en la práctica de la especialidad. Su significado encierra un principio práctico: es importante no agregar un daño superior al que ya el paciente tiene. Es toda una extrapolación a la medicina de esa norma del sentido común que ordena «no resolver un problema creando uno mayor». Entraña, a un tiempo, la resignación ante la realidad de la muerte, y la determinación de no hacer más difícil de soportar la evolución natural de un penoso mal, sobre todo cuando ya es terminal.
Algunos parecen no conocer la locución latina. Cada vez que hablan, escriben, hacen o deciden, logran una sola cosa: daño. Tienen una extraña ilusión de conocimiento, y sufren la peor ignorancia, y los ignorantes hacen mucho daño. Mientras mayor es el radio de acción en que los azahares de la vida les colocan, mayor es el daño que hacen. Cuando fingen capacidades que no tienen, ocupan posiciones que no merecen, se atribuyen prerrogativas que nadie les dio, hacen mucho daño.
Jamás espere de ellos una decisión sabia, o una palabra oportuna. Sustituyeron en sus vasijas todo contenido de aceite para llevar, en su lugar, el más corrosivo ácido. No lo dude, lo aplicarán sobre cada herida con delirante entusiasmo. Palidecerán de envidia los más siniestros cuando les vean escribir con tanto éxito la antología del más morboso sarcasmo.
Todo lo esculpen con un extraño código de destrucción. Se mueven como plagas que lo arrasan todo a su paso, especialmente la tierra que no sembraron.
Muchos descansarán el día en que se apaguen sus micrófonos para siempre.
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