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martes, 12 de enero de 2021

Ecuaciones

Hoy es un buen día para hacer matemáticas y ciertas ecuaciones me hacen pensar. La primera es:

 

Poca inteligencia + buen corazón = ¿?

 

¿Qué saldrá de ahí? Una oveja. Un hombre humilde y bueno, que se pierde fácilmente, pero es enseñable; que no entiende a su amigo, pero en la hora más oscura, permanece a su lado, no en nombre de su inteligencia sino de su corazón.

 

En la historia. Búsquelos en la guerra; son raros en la paz. Cuentan que, estando el rey Ricardo Corazón de León (1157- 1199), en plena cruzada por Tierra Santa, se le ocurrió salir de caza con sus caballeros más leales. Los sarracenos, que hacía rato lo estaban “cazando”, le tendieron una emboscada y, casi terminan con todos. Cuando el célebre rey estaba a punto de ser apresado uno de sus hombres, Guillermo de Pourcellet, un “bruto” de la guerra y la caza, gritó a todo pulmón: “¡Yo soy el rey!”. Los sarracenos "ni cortos ni perezosos" echaron mano de él, mientras Ricardo Corazón de León usaba aquel minuto de desconcierto para escapar. Saladino, el rey sarraceno, descubrió pronto el embuste, y en lugar de enojarse se admiró de aquella expresión de lealtad, y liberó a Guillermo de Pourcellet en un canje de prisioneros.

Bruto aquel Pourcellet, pero qué corazón.

 

En la Biblia. «Simón el fariseo» no entendía nada. Una mujer de mala vida entró súbitamente a su hogar, y en presencia de todos los invitados se lanzó quebrantada a los pies de Jesús. El Señor no la apartó de sí. Perdido entre cavilaciones que no resaltan en él un atisbo de inteligencia, Simón concluyó: «Este no es profeta». Todo lo que Jesús había hecho y dicho hasta ese momento quedaba eclipsado en la pequeña mente de aquel hombre que se movía muy mal en el mundo de las ideas. Tenía poca inteligencia, pero tenía buen corazón: había recibido a Jesús en su hogar. Grande acierto ese. Se ganó una buena enseñanza:

 

Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: ‘Di, Maestro’. ‘Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?’ Respondiendo Simón, dijo: ‘Pienso que aquel a quien perdonó más’. Y él le dijo: ‘Rectamente has juzgado’. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ‘¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama’. Y a ella le dijo: ‘Tus pecados te son perdonados’ (Lc. 7: 40-48). 

 

Tenía Simón poca inteligencia, pero como tenía buen corazón, y recibió a Jesús, aprendió, porque las personas que tienen buen corazón son enseñables. No lo juzgue precipitadamente; a todos, de vez en cuando, nos pasa…

  

Poca inteligencia + mal corazón = ¿?

 

¿Qué saldrá de ahí? Un gallo de pelea, un tonto malo, algo así. Un autosuficiente insuficiente. Seguro que conoce a algunos en su entorno. Esa especie abunda.

 

En la historia. Esta variante se registra profusamente. Por más que quieran convencerme de lo contrario en José Stalin estuvo; nunca habría muerto de inteligencia. En 1945, los alemanes le concentraron toda la maquinaria pesada en la frontera y él, muy tranquilo, mantuvo sus tanques en la Manchuria china. Desoyó todos los informes de los servicios de inteligencia británica; la suya era presumiblemente mayor. No hay dudas de era un «genio». Los nazis entraron y terminaron a veinte kilómetros de Moscú. Su «vivo talento» costó más de veintisiete millones de vidas soviéticas durante la Segunda Guerra Mundial. Su mal corazón completó lo que faltaba: la masacre de otros diez millones, tres de ellos por hambre, en Ucrania. Pocas veces en la historia la combinación de poca inteligencia y un mal corazón hizo tanto daño. Otros menos inteligentes todavía, copiarían su «magna» ideología y, poniéndose a su altura, aún la defienden.

 

En la Biblia. I Samuel 25, cuenta la historia de Nabal. Era un hombre rico, duro y de malas obras. Su inmenso ganado de tres mil ovejas pastaba tranquilo y seguro en Carmel. David le envió diez jóvenes con el propósito de abastecer en algo a su pequeña tropa. Nabal les habló ásperamente, y les envió con las manos vacías. Fue un acto de bruta necedad. Al saberlo David se dijo: “Ciertamente en vano he guardado todo lo que este tiene en el desierto, sin que nada le haya faltado de todo cuanto es suyo; y él me ha vuelto mal por bien. Así haga Dios a los enemigos de David y aun les añada, que de aquí a mañana, de todo lo que fuere suyo no he de dejar con vida ni un varón” (vv. 21, 22). Y armando su grupo salió resuelto al camino. La muerte de todas aquellas personas fue detenida por el buen sentido de Abigail, esposa de Nabal, que tomando “doscientos panes, dos cueros de vino, cinco ovejas guisadas, cinco medidas de grano tostado, cien racimos de uvas pasas, y doscientos panes de higos secos” (v. 18), salió al encuentro de David y le persuadió con palabras prudentes. “Y diez días después, Jehová hirió a Nabal, y murió” (v. 38). La mixtura de su necedad y su mal corazón le abrevió la vida.

 

Mucha inteligencia + mal corazón = ¿?

 

¿Qué saldrá de ahí? No lo dude: una serpiente. Esa clase de reptante que hipnotiza a sus víctimas antes de tragarles. Mucha inteligencia + mal corazón es la expresión matemática de los monstruos.

 

En la historia. Joseph Goebbels (1897-1945), jefe del Ministerio del Reich para la Ilustración Pública y la Propaganda fue un brillante orador y un manipulador incomparable. Llevó a la culta e indoblegable Alemania a los pies de un sociópata que se llamó Adolfo Hitler. Sus técnicas de agitación de masas y dominio de las voluntades públicas perduran hasta hoy, y muchos le seguirían después copiando sus fórmulas. Sobrevivió a todas las intrigas políticas e intentos de desplazamiento de sus adversarios, y retuvo su posición al lado del Führer. ¿Tiene idea de lo difícil que debe ser mantenerse como hombre de confianza de un loco durante tantos años?

Goebbels era doctor en filosofía. Estudió germanística, historia​ y filología clásica en las universidades de Bonn, Wurzburgo, Friburgo, Múnich, ​ Colonia, Fráncfort, Berlín y Heidelberg (1).

Era un monstruo. Fue el responsable ideológico de «la solución final» que terminó con la vida de siete millones de judíos.

Mucha inteligencia + mal corazón = monstruo. Cuánto daño ha hecho esa ecuación. Muchos evocarán en la historia la máxima de Goebbels: “Una mentira repetida muchas veces se vuelve verdad”. Al hacerlo llaman a aquel espíritu siniestro, resurrecto entre las demagogias contemporáneas.

 

En la Biblia. La Palabra contempla a uno: Herodes «el Grande». Era un genio constructivo. Dirigió la expansión del Segundo Templo de Jerusalén, la construcción del puerto de Cesarea Marítima y las fortalezas de Masada y Herodión, lo que llevó a algunos a llamarle el «mayor constructor de la historia judía» (2) Sobrevivió a las intrigas de Roma y de Jerusalén, y ganó sorprendentemente el favor de las dos. Fue el único gobernador de los judíos que logró mantener la paz y el orden. Astuto como pocos, unió a su inteligencia su mal corazón: mandó a matar a todos los niños de Belén menores de dos años, cuando escuchó acerca la profecía del nacimiento de Jesús (Mt. 2: 7). Asesinó su esposa Mariamne y a su madre Alejandra. Mandó a matar a sus hijos Antípater, Alejandro y Aristóbulo. El emperador romano, César Augusto, llegó a decir, en un encantador juego de palabras, que era preferible ser el cerdo de Herodes que su hijo (3). Flavio Josefo cuenta que cuando ya se sabía mortalmente enfermo dio orden a su hermana Salomé de que, tras su muerte, se liquidara a flechazos a los trescientos nobles más importantes del país, previamente encerrados en el anfiteatro de Jericó. Convencido de que nadie le lloraría, quería asegurar el luto de la ciudad a su muerte. Otros menos inteligentes, pero de mejor corazón, se ocuparon de que la orden no se cumpliera (4).

  

Mucha inteligencia + buen corazón = ¿?

 

¿Qué saldrá de ahí? Quizá un perro de raza, noble y bueno, de esos que se lanzan al agua cuando el niño de la casa tropieza y cae en la parte honda de la piscina. Esta ecuación es toda una rareza, como el grupo sanguíneo O.

 

En la historia. Se evidenció en Michael Faraday (1791-1867). Su alto coeficiente de inteligencia le llevó a revolucionar la ciencia con la inducción electromagnética, el diamagnetismo y la electrólisis. Si quiere entender la importancia de sus contribuciones trate de imaginar el mundo sin motores eléctricos. Pese a la pobre educación que recibió, Faraday es reconocido hoy día como uno de los científicos más influyentes de la historia. Baste decir que Einstein tenía colgado en su despacho un cuadro suyo.

Faraday fue un cristiano devoto; su congregación Sandemaniana era una filial de la Iglesia de Escocia. Sirvió como diácono y, durante dos períodos, fue presbítero. Su iglesia estaba ubicada en Paul’s Alley en Barbican Estate, y luego fue a estar en Barnsbury Grove, Islington, en 1862. Aquí fue donde Faraday cumplió los últimos dos años de su segundo período de presbítero. Sus biógrafos han señalado que “un fuerte sentimiento de unidad entre Dios y la naturaleza impregnó la vida y el trabajo de Faraday” (5). Hermoso.

 

En la Biblia. Las Escrituras resaltan la historia de un hombre en extremo inteligente y con un corazón transformado, y hecho bueno por la Obra del Espíritu Santo. Es el apóstol Pablo. Si quiere entender su capacidad, solo tiene que verle hablando el hebreo de las sinagogas a los judíos en el Templo (Hch. 21: 40; 26: 14); comunicándose en arameo con el pueblo judío común; argumentando en griego clásico frente al tribuno (Hch. 21: 37) y defendiéndose en latín ante el César en Roma.

Aquel políglota que, a un tiempo, era jurista, nació en Tarso de Cilicia (Hch. 21: 39), ciudad universitaria, célebre por sus filósofos estoicos y su anchuroso mar cultural. Estrabón, el geógrafo griego, alabó la ciudad por su ávido interés en la educación y la filosofía. Más allá de esto, Pablo fue educado a los pies de Gamaliel, el más sabio rabino judío. Aquel Saulo de Tarso, devenido en Pablo, aparecerá citando a Epiménides, Arato y Cleantes, al decir: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos” (Hch. 17:28); citará a Menandro, cuando escribe: “No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (I Co. 15:33); volverá a Epiménides  en Tito 1:12, cuando anuncia: “Uno de ellos, su propio profeta, dijo: ‘Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos’”  (6) (7) (8).

Pablo disertó ante lo que más valía y brillaba de la filosofía griega en el Areópago de Atenas (Hch. 17: 19); resistió a Tértulo, orador escogido de los judíos (Hch. 24:1); conmovió al rey Agripa, biznieto de Herodes el Grande (26: 28); hizo temblar al gobernador Porcio Festo (26: 24); habló finalmente, ante los mismísimos representantes judiciales del César (25: 12).

Este genio de las letras y la comunicación puso toda su inteligencia al servicio de Aquel Jesús que se le apareció en el camino a Damasco (Hch. 9: 5), y con un corazón transformado por la gracia y el amor de Dios, combinó en sí las variables de la ecuación perfecta: «mucha inteligencia y buen corazón». Con ellas, el más grande apóstol del evangelio escribió la tercera parte del Nuevo Testamento y sentó la teología de la Iglesia; levantó líderes como Lucas, Timoteo, Silas, Aristarco y Tito, fundó e impulsó una resistente cadena de iglesias que se extendieron desde Antioquía de Siria y Tarso de Cilicia, atravesando el sur de Asia Menor hasta llegar a Éfeso y Troas, y desde allí hasta Macedonia y Acaya. En cadenas penetró Pablo en el corazón mismo del imperio: Roma (9).

Aquel apóstol del amor legó a la posteridad una iglesia gentil firme, llena de los dones del Espíritu.  El efecto de su paso perdurará hasta el final de la historia. Él cerró triunfal su incomparable vida, diciendo: “…con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo” (Ro. 15: 19).

 

Conclusión

 

La nobleza de corazón agudiza la inteligencia del alma. No he conocido a un solo hombre de oración que sea bruto, torpe de entendimiento o necio. Por algún camino la Obra del Espíritu Santo despierta áreas dormidas por años de mal y enrumba para bien la vida. Una parte dependerá de la gracia de Dios, y la otra del esfuerzo humano. Así lo evidencia Santiago 1: 5: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”.

El hombre más inteligente y sabio que existió, el rey Salomón, escribió: “Aplica tu corazón a la enseñanza, y tus oídos a las palabras de sabiduría (…). Hijo mío, si tu corazón fuere sabio, también a mí se me alegrará el corazón (…). Oye, hijo mío, y sé sabio, y endereza tu corazón al camino (…). Compra la verdad, y no la vendas; la sabiduría, la enseñanza y la inteligencia (…) Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos”. (Pr. 23: 12, 15, 19, 23, 26).

No hay dudas: tú decides la ecuación que describirá tu vida.

 

 

__________

 

 

(1) Roberts, Jeremy (2000). Joseph Goebbels: Nazi Propaganda Minister (en inglés). Nueva York: The Rosen Publishing Group. p. 16. ISBN 978-0-823-93309-9. OCLC 43952162.

 (2) Ken Spino (rabino) (2010). «History Crash Course #31: Herod the Great (online)». Crash Course in Jewish History. Targum Press. ISBN 978-1-5687-1532-2. Consultado el 7 de mayo de 2013.

(3) William Barckay. Comentario al Nuevo Testamento. Sección de “Mateo”. Barcelona: CLIE, 2006, p. 21.

 (4) Redacción. Historia. National Geographic. “Herodes el Grande, el rey que escandalizó a los judíos”. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/herodes-grande-rey-que-escandalizo-a-judios_6311 Publicado: 25 de julio de 2012. Accedido: 31 de diciembre de 2020, 11: 40 PM.

(5) Alfonso Carrascosa Santiago. “Ciencia y fe: Michael Faraday”. https://www.revistaecclesia.com/ciencia-y-fe-michael-faraday-por-alfonso-v-carrascosa-cientifico-del-csic/ Publicado: 24 de diciembre de 2019. Accedido: 5 de enero de 2021, 2: 36 AM.

(6) César Vidal. Apóstol para las naciones. Nashville: B&H Publishing Group, 2021, pp. 188-191.

(7) Josh McDowell. Más que un carpintero. Miami: Alfalit, 1978, p. 82.

(8) El Comentarista cristiano. “Los idiomas empleados por el apóstol Pablo”. http://elcomentaristacristiano.blogspot.com/2013/02/los-idiomas-empleados-por-el-apostol.html Accedido: 5 de enero de 2020, 5: 35 PM.

(9) Merrill C. Tenney. Nuestro Nuevo Testamento. Grand Rapid, Michigan: Editorial Portavoz, 1961, pp. 366, 367.



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