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domingo, 24 de enero de 2021

Dr. Eugenio L. Negrete Torres

Recuerdos lejanos de viejos amigos… Nos llega hoy el del Dr. Eugenio L. Negrete Torres. Se trata en sí de una conmovedora fotografía que nos manda acerca de una Biblia que le regalé en la Navidades de 1997, hace veintitrés años. En la página de dedicación, ya gastada por el tiempo, se puede leer todavía: “Para el Dr. E. Negrete que además de ser hombre bueno y sencillo es mi amigo”.

Claro que me conmovió el recuerdo; con la edad las personas nos volvemos más sensibles a las memorias, pero lo verdaderamente sacudidor fue la esquela que él rubricó debajo de la imagen. Mi viejo camarada de tantas andanzas, escribió: “Ha recorrido conmigo cuatro continentes y aún está muy bien conservada. La leo últimamente todos los días”.

Ha sido grande y grato saberlo. El Dr. Negrete es un explosivo, impredecible y cultísimo profesional. Me sofoca a cada rato en el contexto de mis humildes publicaciones con observaciones que se mueven entre sutiles anglicismos y traviesos galicismos.

Resalta como el rey de las relaciones humanas, con una inteligencia social a toda prueba. Con los años se me ha vuelto cosmopolita. Hace un tiempo andaba por Japón. Siendo un ser tan radical en sus preceptos no encontró, finalmente, un lugar más apropiado para instalarse y lo hizo en el paralelo cero: vive en Ecuador. Si no lo ha hecho ya, le aseguro que pronto visitará la cercana isla de los Galápagos, antro de la más grande biodiversidad. La razón es que él, lo mismo se entiende con un león marino que con una tortuga gigante de las que viven allí. De algún modo se las ingenia siempre para tener la simpatía y atención de toda la creación.

Compartimos las periódicas y sufridas escuelas al campo del Instituto Preuniversitario; juntos vimos caminar las ratas por los aleros del albergue. Contiguos en el comedor probamos la carne rusa, servida con chícharo diluido al 1/1000 en bandejas de latón. Juntos también festejamos la gaceñiga dura, que se abría paso triunfal en las cortas y soleadas meriendas.

La casa de estudios de toda la carrera de medicina estuvo en su hogar. Poniendo un verdadero récord de influencia hizo ir a una fiesta de fin de curso al mismísimo Prof. Dr. José Emilio Fernández Mirabal, presidente nacional de la Sociedad Cubana de Medicina Interna, y lo quiera usted creer o no, ¡lo hizo bailar!

Loma arriba, loma abajo, en la sinuosa sierra del Rosario, allí nos llevaron a los entrenamientos militares que convalidaban el Servicio Militar Obligatorio. Casi nos quedamos sin Negrete el día que a alguien se le escapó una bengala y cruzó justo por encima de su hamaca. En posiciones cercanas nos ascendieron a tenientes de la reserva de Servicios Médicos. Negrete, teniente… Eso sí se veía gracioso. Finalmente nos graduamos de médicos en el mismo teatro, el mismo día.

Ha sido un largo camino. Me complace verlo viajando por el mundo, porque no es un hombre hecho para una isla, pero más que todo, me complace verlo acompañado de aquella Biblia de la que no se separa; aquella vieja Biblia que es parte de él y es parte de mí.

Hermosas historias en que se entronizan viejos amigos, esos que se quedan con nosotros para siempre.




2 comentarios:

  1. Ufff....me has dejado con palpitaciones después de tantos inmerecidos elogios. De paso me comienzas a arreglar el día, pues he amanecido un poco malhumorado. Un abrazo y que Dios bendiga mucho a tu y a los tuyos.

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    1. Querido amigo, Dr. Eugenio Negrete, siempre me haces reir, aun cuando estás malhumorado. Recuerdo el día que entraste molestísimo al aula, peleando con alguien y diciendo: "¡Yo no soy autosuficiente porque ser autosuficiente es un defecto, y yo no tengo ningún defecto!".

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