La razón de que no lo hagan está en la imagen. El baile remeda el sexo, como el deporte la guerra. Es la imagen que está implícita en el baile lo que lleva a su rechazo en el cristiano consecuente. Una cosa es la danza bíblica y otra el baile pareado entre personas de diferente sexo. Son dos imágenes muy distintas. Detrás de ese “Alabadle con pandero y danza” del Salmo 150: 4a, hay una expresión de alabanza personal que se desborda. Detrás del baile pareado que se hace públicamente está una inadecuada parodia de la sensualidad.
Mucho de lo que se advierte en el baile es completamente inapropiado en un cristiano, cuyo cuerpo está llamado a ser Templo del Espíritu Santo (I Co. 6: 19), y cuya vida está llamada a ser imagen de Cristo.
Por más juveniles que quieran lucir los muchachos y las muchachas, en los tiempos en que vivimos, la ropa ripiada que lucen como moda y el pelo en determinados cortes y expresiones, crean una imagen que tiene su lectura propia: el desorden. Es una imagen de incorrección. Por el mismo camino, el baile tiene su lectura propia: el sexo. Juzgue usted.
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