Translate

jueves, 1 de octubre de 2020

El peligro de olvidar a los pobres

En la segunda mitad de la década de 1990, era pastor asistente del Templo principal de las Asambleas de Dios de Cuba, en Infanta y Santa Marta, La Habana. Recuerdo que, para entonces, recibí a una nutrida delegación internacional. La componían mayormente hermanos de Canadá. Venían con ellos un norteamericano, un colombiano, un mexicano y un haitiano. Hablé un rato con el grupo, compartimos experiencias, y finalmente les invité a merendar y descansar en el sótano. Bajamos. Al llegar pasé la vista rápidamente y me pareció que estaban todos los canadienses, estaba el norteamericano, el colombiano, estaban todos…, así pensaba, cuando sentí el Espíritu de Dios en un redargüir profundo. Volví a mirar. Se me había olvidado el haitiano… Subí a buscarlo; estaba solo, sentado en un banco. Regresé con él.

Hoy recordé la experiencia, la de aquel día, con aquel haitiano. Yo lo olvidé al bajar, pero Dios no lo olvidó…

Te regalo este bosquejo. Consciente del peligro que significa olvidar a los pobres, lo hice hoy. Algunos necesitan predicárselo a sí, antes de predicarlo a los demás. 

 

I. Los pobres se olvidan

 

Pablo subió con Bernabé y Tito a Jerusalén, y expuso el evangelio que predicaba a Pedro, Juan y Santiago, columnas de la Iglesia. Ellos le encomendaron al evangelio a los gentiles y Pablo comenta acerca de la única observación que le hicieron: “Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré con diligencia hacer” (Gá. 2: 10).

¿Por qué le pidieron que se acordara de los pobres? Por una sola razón: los pobres se olvidan, y hay promesa de bienaventuranza para el que piensa en ellos:

 

Bienaventurado el que piensa en el pobre;

En el día malo lo librará Jehová.

Jehová lo guardará, y le dará vida;

Será bienaventurado en la tierra,

Y no lo entregarás a la voluntad de sus enemigos.

Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor;

Mullirás toda su cama en su enfermedad.

(Sal. 41: 1-3).

 

II: Los pobres nunca son bienvenidos

 

Algunos arrancaron la epístola de Santiago de sus Biblias, porque para ellos la acepción de personas es la regla y no la excepción. Santiago es una carta tan molesta que hasta Lutero la rechazó. Hubo batalla a la hora de reconocer su pertenencia al canon. ¡Como molestaba ese capítulo 2! Muchos hubieran preferido que no se hubiese escrito. No solo estaba el asunto de las obras, también estaban los pobres, y algunos se sintieron aludidos.

 

Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: ‘Siéntate tú aquí en buen lugar’; y decís al pobre: ‘Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado;’ ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos? Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros? Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo,’ bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio. Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: ‘Id en paz, calentaos y saciaos,’ pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras (Stgo. 2: 2-9; 13-18).

 

III. Los pobres condenan

 

Algunos lo ignoran, otros prefieren olvidarlo para tranquilizar sus conciencias, pero el hecho igual ocurre: los pobres condenan. Si ya arrancó Santiago, sepa que también deberá quitar de su Biblia los Proverbios de Salomón y el libro profético de Zacarías. Al final tendrá que alejar de sí toda la Escritura porque la Biblia es el libro de los pobres.

 

El que escarnece al pobre afrenta a su Hacedor; y el que se alegra de la calamidad no quedará sin castigo” (Prov. 17: 5).

“¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad? (…). ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?” (Is. 58: 6a, 7).

“…no oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre; ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano. Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír; (…) vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos” (Zac. 7: 10-11, 12d).

¡Ay de los que dictan leyes injustas, y prescriben tiranía, para apartar del juicio a los pobres, y para quitar el derecho a los afligidos de mi pueblo; para despojar a las viudas, y robar a los huérfanos!” (Is. 10: 1, 2).

“Cuando haya en medio de ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en la tierra que Jehová tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite. Guárdate de tener en tu corazón pensamiento perverso, diciendo: ‘Cerca está el año séptimo, el de la remisión’, y mires con malos ojos a tu hermano menesteroso para no darle; porque él podrá clamar contra ti a Jehová, y se te contará por pecado (Is. 15: 7-9).

Conclusiones

Los pobres se olvidan. No los olvide.
Los pobres nunca son bienvenidos. Atienda si no vinieron, si no llamaron, si se sentaron lejos...
Los pobres condenan. No se condene. Viva bajo la bienaventuranza del Salmo 41.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su comentario a este artículo se recibe con respeto y gratitud.