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sábado, 24 de octubre de 2020

Francisco Antuna

Mi gran amigo y hermano, Francisco Antuna es, en mi criterio, el egresado de más alto rendimiento de la Escuela Ministerial de Tyler, Texas. Le tuve, como alumno, muchas veces, y me dejó las más gratas experiencias. Es un deleite oírle cuando predica. Su mensaje tiene contenido, y la Palabra que Dios saca de su corazón, sana. De algún modo encuentra las gemas bíblicas más escondidas. No puedo decirlo de otra manera.

A todo esto se une, en el recuerdo, a los días en que mi esposa viajó a Cuba, y me tocó vivir días de inmensa soledad. Era una de aquellas tardes, en mi vasto patio, cuando sentado con la laptop, al pie de un árbol deshojado, sentí el timbre de mi móvil; era Francisco; había tenido un sueño. Fue la única persona, en los Estados Unidos, a la que importé durante ese largo mes… Me llevó a comer, me hizo hablar, me hizo reír, mitigó mi soledad.

El pasado miércoles 7 de octubre de 2020, predicó en el Templo “Casa de oración”, un lugar que amo mucho. Esta tarde, en un pequeño espacio de mi apretada agenda, nos sentamos mi esposa y yo a oírlo. Descansó en Primera de Timoteo 2: 5: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. Lo recogió todo bajo el título: “Solo Uno es suficiente”.

Anunció un mensaje evangelístico, y más que eso, habló pastoralmente, y lo hizo de un modo incomparable. Se movió desde tranquilos minutos iniciales, hasta instantes finales en que se elevó a dimensiones sublimes de comprensión profunda de la naturaleza humana, de su miseria y necesidad de Dios. Trajo, a la atención de todos, las más reflexivas historias.

Un Creador, Uno solo; una raza humana, que somos tú y yo; un problema grande, que es el pecado, y nos aleja de Dios; y una solución, que es Jesús. Ese fue el mensaje, digno de ser escuchado por el mundo entero. No deje que muera el día, sin oírle.

Creo percibir un fondo de tristeza no nacida de estéril desánimo, y me cuesta encontrar a qué compararla. Quizá recuerde el arrullo suave y largo de la huilota, ese canto trinado que lleva, a un tiempo, el mensaje de la vida, y el hondo pesar de crepúsculos no merecidos.

El más grande abrazo del cielo en este día para mi amigo, el predicador Francisco Antuna.      




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