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miércoles, 7 de octubre de 2020

Consejería bíblica y pastoral frente a la depresión

Todo consejero bíblico debe tener presentes algunos principios que son como pasos a dar al enfrentarse al reto de tratar con una vida deprimida. Estos son:

 

1. Cerciorarse acerca de si la persona ha recibido a Cristo como Salvador personal. Una persona que no haya nacido de nuevo no tiene protección alguna frente a los ataques del mundo espiritual. Toda consejería cristiana debe comenzar por este primer paso. Solo así puede cumplirse la promesa: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt. 11:28).

 

2. Las personas no pueden evitar la tristeza; es una experiencia humana. Jesús conoció la tristeza como no la conocerá jamás ningún ser humano porque llevó la carga de la humanidad. Isaías le describió como “...varón de dolores, experimentado en quebranto…” (Is. 53:3b), y los olivos e Getsemaní le escucharon decir a sus confundidos discípulos: “…Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo” (Mt. 26:38 b, c). Nada, sin embargo, lo pudo detener en su misión de cumplir la voluntad del Padre y redimir a la humanidad. Él se levantó sobre la tristeza más grande nunca antes experimentada por alguien y venció la muerte. A la par que entendemos lo vulnerables que somos con relación a sufrir esa pena, debemos luchar para que ésta no nos detenga, y se prolongue inacabablemente, convirtiéndose en depresión, truncando los propósitos de Dios con nuestras vidas.

 

3. Debe recordarse a la persona, que no está sola. Un cristiano deprimido debe recordar que no es una mole de nieve lanzada loma abajo. Dios rige los destinos de los hombres. El legado de cada cristiano está en Mateo 28: 20: “...he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Descanse en Él. En Agar se transparenta la depresión inmensa de una madre que abandona toda lucha por la vida, y se echa a morir con su hijo. La hipocinesia y la abulia, como manifestaciones sintomáticas muestran su deslustrado colorido. Con frecuencia la depresión es el fin de la lucha. La persona se siente atrapada en destructoras fauces, y se echa a morir, olvidando que “…los ojos de Jehová contemplan toda la tierra…” (II Cr. 16: 9a).

 

“…y [Agar] se fue y se sentó enfrente, a distancia de un tiro de arco; porque decía: No veré cuando el muchacho muera. Y cuando ella se sentó enfrente, el muchacho alzó su voz y lloró. Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está. Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación. Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho (Gn. 21:16-19).

 

Igual que ayer, Dios oye hoy.

 

Pablo irrumpió con una poderosa proclamación de triunfo cuando escribió en la Epístola a los Romanos: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 8:38, 39). No hay una garantía mayor que estas grandiosas palabras.

 

4. Se debe alertar a la persona acerca de lo peligroso que es subestimar el papel de las tinieblas en la precipitación y prolongación de un cuadro depresivo.  A todo el que sufra este mal se le debe recordar que al mundo espiritual de las tinieblas hay que identificarlo y resistirlo (1). Santiago afirma: “...resistid al diablo y huirá de vosotros” (Stg. 4:7).  La palabra “huirá” es la traducción del vocablo griego feugo (Strong 5343), y tiene entre sus significados originales las ideas de fugarse, escapar, esquivar y evitar. Estos son los efectos que causa en los demonios el cristiano que los resiste.

 

5. Nunca debe desestimarse el papel que pueden tener las enfermedades físicas en un cuadro depresivo. Si se sospecha una enfermedad debe invitarse al aconsejado con el fin de buscar una precisión diagnóstica por medio de una consulta médica. Los desarreglos endocrinos, las anemias, los tumores, especialmente los cerebrales, pueden jugar un papel importante en el desencadenamiento de una depresión. Las personas son una unidad total entre espíritu, alma y cuerpo. Cuando se afecta el cuerpo se afecta el espíritu. Nótese la compasión con que Jesús atendía a las personas enfermas: “Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos” (Mt. 14:14).

 

6. Debe aconsejarse con énfasis a una persona deprimida respecto a no tomar decisiones bruscas o inmediatas en asunto alguno; las palabras “renuncia”, “divorcio” y demás están a flor de labios en la persona deprimida. El desánimo y la depresión son perspectivas muy malas a la hora de tomar decisiones. Judas es un modelo al respecto: ante el drama de la cruz, y la brusca contemplación de su culpa, tomo una decisión: fue y se ahorcó (Mt. 27:5). Caín se deprimió, y en lugar de arreglar su vida con Dios actuó de inmediato: mató a su hermano (Gn. 4:8). Al pensar en este último ejemplo bíblico es significativo ver que el primer homicidio de la historia ocurrió en un contexto de depresión. Un buen consejo bíblico será siempre el recogido en las palabras del Salmo 37:34: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él (Sal. 37: 7a).

 

7.  La familia de una persona deprimida debe tener cierto grado de alerta. El autor tuvo por años el penoso deber de asistir en servicios de urgencias a intoxicados por medicamentos, en unos casos por accidentes, y en otros por intentos suicidas, y los efectos que vio por el abusivo uso de los antidepresivos fueron letales. Se recuerda particularmente a una joven de veinte años que, en 1995, quedó en estado vegetativo tras intentar quitarse la vida con una ingestión masiva de amitriptilinas. Pocos días después, en la madrugada, la madre, una mujer de unos cuarenta años, mientras le acompañaba, sufrió un infarto miocárdico. Murió en pocos minutos. La joven quedó sola. Fue todo un drama. Nunca a una persona deprimida que use medicamentos se le debe permitir tenerlos a su alcance.

 

8. La depresión severa, especialmente si va acompañada de los llamados síntomas psicóticos (alucinaciones, delirios y demás) es un cuadro muy delicado, y debe ser tratado con inmediatez por el médico; éste, por excelencia, debe ser psiquiatra. Tiene serias implicaciones legales que así no se haga en caso de que la persona incurra en suicidio o sufra lesión al intentarlo.

 

9. La persona debe volverse a Dios. La depresión es un estado que invita a un alejamiento de Dios. Ningún momento es, sin embargo, más importante para volver el rostro al Señor. “…Invoqué en mi angustia a Jehová y Él me oyó; Desde el seno del Seol clamé, Y mi voz oíste” (Jon. 2: 2).

 

10. Debe recomendarse la mayor entrega posible a la oración, en el espíritu de Santiago 5: 13a: “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración”. La prueba más grande que hay de la existencia en el cielo de un Dios de poder y amor, es el efecto que produce en el alma la oración: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Is. 26:3). 

 

11. Debe recomendarse la lectura de la Palabra de Dios. Primera de Tesalonicenses 2:13 señala que: [la Palabra de Dios] actúa en vosotros los creyentes”. Ésta da vida y ánimo al cristiano abatido. Es uno de los más poderosos antídotos contra la depresión. Un cristiano debe hablarla a su propia mente (2).

 

12. Crezca en unción: negarse a sí mismo, ayunar y luchar para vencer la carne, traslada al cristiano a nuevas dimensiones de poder contra los que el enemigo no prevalecerá (3). “…pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…” (Hch 1: 8a, b).

 

13. Ningún ministro u obrero cristiano debe desesperarse en momentos de depresión al punto de pensar que nunca la podrá superar. Oiga hablar al gran Spurgeon, el príncipe de los predicadores de Inglaterra y llegue a sus propias conclusiones:

 

Antes de cualquier realización importante, cierta medida de depresión es muy común…Esa fue mi experiencia cuando comencé mi trabajo de pastor en Londres. Mi éxito me asombraba, y la idea de la carrera que parecía haberse abierto para mí, lejos de entusiasmarme, me arrojó al más profundo pozo, desde donde pude balbucear mi miserere, pero no hallé lugar para un gloria in excelsis. ¿Quién era yo para guiar una multitud tan grande? Hubiera querido trasladarme a la oscuridad de mi aldea, o emigrar a América y encontrar un nido solitario en una región remota y silvestre donde pudiera ser suficiente para las cosas que se me exigieran. Era precisamente entonces que se estaba levantando la cortina de mi trabajo de toda la vida, y me aterraba lo que podría revelar. Espero no haber carecido de fe, pero tenía temor y me embarga una sensación de ineptitud personal… Esta depresión me embarga cada vez que el Señor prepara una bendición más grande para mi ministerio” (4).

 

 

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(1) Benny Hinn. El día después del milagroBuenos Aires: Peniel, 1994, p. 10.   

(2) Terry Law. How to enter the presence of God. Tulsa, Oklahoma: Victory House Publishers, 1994, p. 87.

(3) Benny Hinn. La unción. Miami: Unilit, 1992, p. 95.

(4) J. Oswald Sanders. Liderazgo espiritual. Grand Rapid, Michigan: Portavoz, 1995, p. 161.




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