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martes, 13 de octubre de 2020

Mi visión de la lucha contra la depresión

Algo muy interesante dijo, en una entrevista, la escritora uruguaya-española, Carmen Posadas, Premio Planeta, 1998:

 

…no dejarse comer por la situación. Esto lo aprendí cuando a mi marido (Mariano Rubio); lo metieron en la cárcel y hasta le acusaron de ¡la muerte de Manolete! Al salir de prisión y volver a casa, ya no tenía ninguna oficina dónde ir; desaparecieron todos los amigos. Sin embargo, él se levantaba todos los días a la misma hora, y se ponía camisa con gemelos y corbata (…). Y esto es importantísimo. Porque cuando se está en casa tiempo, se empieza uno a dejar... ‘¿para qué me voy a vestir si no me va a ver nadie?’. Luego pasas a la fase de ‘no me ducho’, y llega el horror… (1).

 

Así describió la renombrada escritora, sutilmente, la lucha contra el avance de la depresión. Detener la tristeza antes de que esta crezca, y se convierta en una inmanejable depresión, esa es una estrategia loable. La depresión no es el león brusco de zarpazo formidable, remeda más bien al reptil que se arrastra sigiloso, abrazando lentamente a la presa, hasta que todo termina.

Uno de mis mejores amigos, jovial, refrescante, ameno, me dijo una tarde: “Todos los días me arrastro hasta la calle para irme a trabajar. Salgo de la cama y bajo arrastrándome…”. Para los lejanos tiempos en que trabajaba en un hospital, a una de las personas más alegres que conocí, le oí confesar: “Yo vivo solo porque tengo que pasar visita en la Sala”. Es preocupante que tales expresiones las haya escuchado, no precisamente de personas que reflejaban tristeza en la vida. Estos últimos parecen ser solo la célebre punta del iceberg, sostenida por una inmensa masa invisible. Con razón versa la sabiduría popular: “La faz del hombre es su antifaz”.

Desde la perspectiva bíblica y conservadora no lo puedo ver de otra manera: la humanidad es una raza caída, y todos luchamos contra una inclinación que nos desequilibra en dirección a la depresión. En unos es más acentuada que en otros; este la enmascara mejor que aquel, pero por igual permanece agazapada a la entrada de todas las puertas y ventanas, esperando la hendija que les permita entrar.

Pueden las personas alegres parecer mejor protegidas, pero abundan nombres… Mario Moreno (Cantinflas), vivó con mal carácter el final de sus días; torturado por resentimientos, murió apesadumbrado y triste. Robin Williams era el rostro mismo de la alegría, y no hay pena mayor que la de aquella noche en que puso un cinturón alrededor de su cuello, cuando finalmente no resistió la depresión. En los finales de la década de 1950, mi padre trabajaba en una popular cafetería a donde concurrían todos los cómicos de la televisión, y me decía un día: “Todos eran muy serios, y se veían preocupados…”.

Personas con carácter consistente y voluntad férrea, luchan con medios propios contra la depresión y la vencen, pero esta subespecie escasea, y el promedio sucumbe allá, lejos de ti, en un lugar distante donde nadie pueda verlas llorar.

Es importante aprender que no existen las personas felices de las novelas y los cuentos. La felicidad se alterna con la tristeza, y esa es la vida: una amalgama de victorias, premios y aplausos, con decepciones, pérdidas inmerecidas y diagnósticos fatales. A veces toda la depresión se reduce al hecho de que todavía no has madurado, no has descubierto que siempre habrá personas que te quieran y personas que no te quieran, que, por más que te esfuerces, nunca tendrás la aprobación de todo el mundo, mucho menos su amor, y que puedes ser el benefactor de miles, y contarlo con alegría a tus más cercanos, para luego descubrir que “toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo” (Ec. 4: 4).

Hasta aquí puede estar en total desacuerdo conmigo, pero una cosa no puede negar: la depresión es una pandemia mundial incontrolable. Sus estadísticas asustan, y todo comienza con una experiencia que resulta familiar: la tristeza. No podemos evitar que llegue, pero ¿cómo detenerla cuando las razones son grandes?; ¿cómo hacer un dique que desvíe su curso?; ¿cómo luchar contra ella? No tengo otra perspectiva: el evangelio es la única arma definitiva contra el progreso indetenible de la tristeza; persona alguna puede evitar su llegada; vivimos sumergidos en un océano de voces espirituales deprimentes, que solo resaltan nuestros errores y se esfuerzan por evocar la memoria de los fracasos vividos, y todos los oímos, pero frente a esta avalancha demoledora de un mundo invisible que se expresa con poderes grandemente destructivos, hay glorias del evangelio que ministran total renovación. Es verdad que el gozo en Cristo es una decisión a veces difícil y un esfuerzo por momentos grande, pero para él contamos con las fuerzas de Aquel que sostiene el brillo de todas las estrellas. El apóstol Pablo, en cadenas, empujaba el gozo en Cristo en el ánimo de los filipenses, cuando les decía: “Gozaos…” (Fi. 2: 18), y el secreto para ellos y nosotros estaba en la vida interior del Espíritu Santo, prometida por Jesús: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn. 14: 23).  La Obra del Espíritu Santo en la vida de un ser humano es el fin del progreso de la tristeza hacia la depresión. El cristiano genuino no finge el gozo, este es el fruto genuino de una vida en Cristo: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gá. 5: 22, 23). 

Frente a la tristeza tengo una palabra para ti, desde este humilde estrado: resista, hermano y amigo; la ayuda viene en camino desde el momento en que resolvió hacer arreglos con Dios: “…porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido”, así dijo el ángel al profeta Daniel (Dn. 10: 12). Ni en la más honda caída, esa en la que llegas a preguntarte si volverás a reír alguna vez, ni siquiera allí todo está perdido. Resista.

 

1. No te impacientes a causa de los malignos,

Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad.

2. Porque como hierba serán pronto cortados,

Y como la hierba verde se secarán.

3. Confía en Jehová, y haz el bien;

Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad.

4. Deléitate asimismo en Jehová,

Y él te concederá las peticiones de tu corazón.

5. Encomienda a Jehová tu camino,

Y confía en él; y él hará.

6. Exhibirá tu justicia como la luz,

Y tu derecho como el mediodía.

7. Guarda silencio ante Jehová, y espera en él.

No te alteres con motivo del que prospera en su camino,

Por el hombre que hace maldades.

8. Deja la ira, y desecha el enojo;

No te excites en manera alguna a hacer lo malo.

9. Porque los malignos serán destruidos,

Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra

 

Salmo 37: 1-9.

 

 

 

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(1) Vali Sámano. «Carmen Posadas: ‘A los que nos gusta leer, no nos aburrimos jamás’». https://www.expansion.com/fueradeserie/personajes/2020/04/02/5e8458e2468aeb68468b4601.html Publicado: 2 de abril de 2020. Accedido: 12 de octubre de 2020.

 



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