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viernes, 7 de agosto de 2020

Oración contestada

En Mateo 20: 21-28, aparece un relato donde la madre de Juan y Santiago, el mayor, se acerca a Jesús: 


Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. Él le dijo: ‘¿Qué quieres?’ Ella le dijo: ‘Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda’. Entonces Jesús respondiendo, dijo: ‘No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?’ Y ellos le dijeron: ‘Podemos’. El les dijo: ‘A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre’. Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos. Entonces Jesús, llamándolos, dijo: ‘Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos’.

 

Es una historia intensa y profundamente aleccionadora, donde la visión natural de los discípulos no les permite discernir en los valores espirituales del Reino. Llega, de hecho, a crearse entre ellos una verdadera disensión, con motivo de la desenfrenada competencia por cargos y posiciones que inician los hijos de Zebedeo. Hoy día la historia no es muy diferente. Cuántas veces las aspiraciones acerca de llegar a funciones y liderazgos dividen iglesias, organizaciones nacionales o concilios transcontinentales. Cuántas guerras ministeriales se viven en los tiempos modernos.

Las palabras de Jesús tienen gran vigencia, pero no están todo lo presente que se quisiera en la mente y el corazón de todos. Tristemente el ego de muchos resuena estridente por encima de los intereses de la obra de Dios, a la que son capaces de aplastar, de llegar a poder, en pro de alcanzar anhelados escaños.

Qué poco espacio ocupa este tema en el contenido sermonario contemporáneo. Quiera Dios que el mismo énfasis que se hace para levantar fondos se haga para enseñar que, en el Reino de los cielos, la grandeza la determina el servicio.

Al final aquella petición de los hijos de Zebedeo sería contestada. Santiago fue el primer apóstol en morir como mártir, en una fecha tan temprana como el año 44 dC. Juan sería el último de todos, llegarían sus días hasta el año 101 dC., en tiempos de Trajano. Uno fue el primero; el otro el último. El ministerio los colocó a cada lado del Señor, en los extremos de una vida de servicio. Oración contestada.




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