La teología histórica ofrece un campo de investigación apasionante; tiene que ver con el desenvolvimiento del pensamiento teológico a lo largo de los tiempos. Reconoce para sí cuatro divisiones principales: teología antigua, teología medieval (590-1517), teología de la Reforma (1517-1750), teología moderna (1750-presente) (1).
Es curioso que hayan sido los desequilibrios y las herejías los que hayan obligado a la iglesia a organizar sistemáticamente la teología. Las sectas judías buscaban retener la ley mosaica, y fue necesario sentar los límites y el alcance de la gracia; los gnósticos pugnaban por atar al cristianismo con los sistemas filosóficos griegos que proclamaban la maldad de la materia y la bondad del espíritu, y fue necesario ordenar la Cristología; los montanistas corrompieron las doctrinas del Espíritu Santo, y fue necesario ordenar la pneumatología; los marcionitas intentaron desestructurar el canon y la iglesia primitiva se vio obligada a formular su canon, afirmando los veintisiete libros del Nuevo Testamento (2).
El conocimiento histórico de aquellos eventos nos ayuda a entender el pensamiento teológico contemporáneo, herencia de siglos de arduo batallar y ferviente contender en favor de la fe.
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(1) Paul
Enns. Compendio Portavoz de Teología. Grand Rapids,
Michigan: Editorial Michigan, 2010, p. 378.
(2) Ibíd, pp.
378, 379.
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