La expresión latina vaticinium ex evento suele tener usos inexactos. Esa locución no debe ser puesta nunca en función de describir el desequilibrio de los que quieren acomodar la Biblia a eventos que están teniendo lugar. Tiene que ver con un profetizar acerca de acontecimientos que ya sucedieron, de modo que el profeta, en tal caso, no es uno que se anticipa a lo que ocurrirá, sino un reportero del pasado; en otras palabras, un engañador.
Por cualquier fuente que lo quiera consultar un vaticinio tiene que ver con una actividad cúltica de adivinación. La palabra viene del latín vates; este era un funcionario religioso celta, que se ocupaba de la adivinación, la medicina y el culto. En la Roma antigua los vates residían en la colina vaticana (Vaticanus Mons, vaticiniis ferendis, “colina de los vates”); en ella se hacían los vaticinios.
El modelo por excelencia de vaticinium ex evento, es el que la Alta crítica endilga al libro de Daniel, a quien llaman “un apocalipsis del período Macabeo (167 - 160 a. C.)”. Al hacerlo colocan a Daniel pseudoprofetizando acerca de imperios y eventos que ocurrieron antes de su tiempo. Con esto buscan atacar la credibilidad de la profecía, y al hacerlo caen en un vacío de lógica e interpretación, porque eso supone que Daniel, viendo el ascenso de tres imperios y el desmoronamiento de dos se atrevió a decir que no se levantaría ninguno más después del cuarto imperio. Estas fueron sus palabras: “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Dn. 2:44).
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