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domingo, 16 de agosto de 2020

Jesús

“Experimentó hambre, no gula; cansancio, no pereza; dolor ante la muerte de un amigo, no desesperación; compasión ante la viuda que perdió a su hijo único, no rebeldía ante los designios de Dios” (1).
En Jesús la naturaleza humana fue plena y limpia. Él fue perfecto en cada pensamiento y en cada sentimiento. En nada fue ofensivo al Padre. En todo vino a ser ofrenda perfecta en favor de los hombres. “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos” (He. 7: 26). 


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(1) Revista “Palabra Nueva”. Arquidiócesis de La Habana. Año II. No. 18, octubre de 1993.


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