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sábado, 29 de enero de 2022

Maestro bíblico: vacuna a tus alumnos, y no estoy hablando de COVID

Luisa Jeter de Walker (1913-1998), fue directora del Instituto Bíblico Pentecostal de las Asambleas de Dios en Manacas, Cuba, entre 1952 y 1955 (1).  Ministró con efectividad en escuelas dominicales a todo lo largo de su vida ministerial, y tras el desarrollo de un vastísimo trabajo en la enseñanza, concluyó que el 75% de los adolescentes varones y el 65% de las hembras entre los 12 y 17 años, abandonaban la escuela dominical, y con ella la iglesia, para no volver nunca más (2). Tristes, pero verificadas estadísticas. Un maestro de escuela dominical debe ministrar a sus jóvenes con ese pensamiento en el corazón: más de la mitad de ellos se irán… No lo dirá, pero, como maestro, lo debe saber. ¿Qué hacer frente a esto? Tengo una respuesta: vacúnalos.

¿¡Vacunar!? ¿Qué es vacunar? Lo explico: ciertas historias y doctrinas se fijan en la memoria para siempre una vez que se oyen; una de ellas es la del hijo pródigo. La contó Jesús en Lucas 15 mientras hablaba a los fariseos y escribas. Narra el alejamiento de un joven del hogar, y la forma en que despilfarró los bienes de su anticipada herencia, viviendo perdidamente. Llega el bellísimo relato a su punto cenital en el instante en que, habiéndose arrimado el joven a un hacendado en busca de trabajo, sintió que los cerdos que cuidaba le aventajaban: tenían algarrobas por comida. Recordó, entonces, a los trabajadores de sus campos, y a su padre, y pronunció aquel grandioso: “Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros” (Lc. 15: 18, 19). 

 

Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.  Y el hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo’. Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado’ (Lc. 15: 21-24).

 

A todo niño y a todo joven se les debe contar muchas veces esta historia. Las tres cuartas partes de los varones (75%) la necesitarán años después. Las dos terceras partes de las muchachas (65%) tendrán que usarla para regresar…

Casi siempre sabía si un paciente iba a morir, porque ciertas enfermedades y condiciones llevan indefectiblemente a la muerte; podía predecirlo como médico; nunca se los decía. ¿Qué hacía entonces? Los vacunaba con el evangelio, porque el evangelio es vacuna para la eternidad. Creo que algunos de ellos me esperan en el cielo, así lo quiera Dios. Siguiendo el mismo camino, la historia bíblica del hijo pródigo, es vacuna para el regreso a la fe del más apartado de los jóvenes, esos que un día sentirán que los cerdos más enlodazados les llevan ventajas... ¡Eso sucederá!

Maestro bíblico, ¡despierta! ¡Pastor, atiende lo que les están enseñando a esos niños y a esos jóvenes! ¡Métete en las aulas! Enviaba a mi esposa a verificar el contenido de las clases de los niños bajo mi pastorado. Sorprendía muchas veces a los maestros de escuela dominical gastando el tiempo, haciéndoles dibujar triángulos y círculos. La clase de la escuela dominical la pretendían reducir a un espacio de infructuoso entretenimiento. “Son muy pequeños; no pueden entender todavía”, argumentaban. “¡Falso!”, tronábamos nosotros. “¡Puedo contarte muchas las historia bíblicas que me enseñaron a los cinco años!”. Es que mis maestras bíblicas me vacunaron (¡de qué manera!), y el día que tuve la urgente necesidad de regresar, no me fui con el brujo o el espiritista; no entré a la sede de la Fe Bajai, ni me fui donde el hinduista. Estaba vacunado. Por la gracia y el infinito amor de Dios en Jesucristo, encontré el camino de regreso. La vacuna funcionó.

Maestro bíblico, este domingo, mira las caritas de esos pequeños, de esos jóvenes que Dios puso bajo tu cuidado. Las estadísticas tienen voces propias y anuncian al entendido que muchos de ellos se apartarán, por eso no demores un minuto más. Hoy es el día. Maestro bíblico: vacuna a tus alumnos. Pastor, cerciórate de que la vacuna sea la correcta.

  

 

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(1) Pedro Torres, “El Superintendente dice”. La Antorcha Pentecostal. No. 5, mayo de 1955, p. 2.

(2) Luisa Jeter de Walker. Métodos de enseñanza. Miami: Editorial Vida, 1996, p. 24.




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