A la hora de dar un consejo bíblico-pastoral, impartir justicia en la grey, o sembrar un bien, es el principio más grande a tener en cuenta. Sea lo que se haga de parte del Señor, téngalo presente: más importante que lo que dices es lo que transmites.
Puedes hablar de paz con la grandilocuencia de Cicerón, pero si no transmites paz al hablar, reposo de alma y armonía del espíritu con las palabras que pronuncias, para nada sirve el esfuerzo hecho. Ese principio está detrás de las palabras del apóstol Pablo, cuando dijo a los revueltos corintios: "y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve" (I Co. 15: 3b).
Al ocupar un lugar en el púlpito todo hijo de Dios debe de haber sido previamente instruido: él debe poner atención a lo que va a decir, pero más que todo a lo que va a trasmitir. Esto último va más allá de las palabras que hable y de la canción que cante; es la esencia misma de la ministración.
No ascienda súbitamente a la plataforma; eche primero una mirada, una larga mirada a la grey, y busque amor para ella en su corazón, porque Cristo murió por ellos. Santifique sus pensamientos. Prometa la gloria a Dios. Pida la asistencia y presencia del Santo Espíritu. Ore antes de exponer la Palabra (algunos ya no lo hacen). Tenga temor. Es un asunto delicado el subir allí: se está acercando a la Presencia de Dios; "en los que a mí se acercan me santificaré" (Éx. 10: 4). No ofrezca "fuego extraño". Recuerde la triste experiencia de Nadad y Abiú (Lv. 10: 1, 2).
Aquel serafín tomó un carbón encendido del altar, tocó con él los labios de Isaías, y fue quitada su culpa (Is. 6: 6, 7). Para que suceda algo en los bancos donde están sentados los afligidos por la culpa, debe de estar ardiendo el púlpito; este es el altar desde donde Dios ministra al dolor y a la necesidad humana. Sus carbones deben tocar los corazones de la gente; para eso deben estar encendidos.
Escoja bien las palabras, lea y prepárese, cuide la sobriedad del vestir, pero recuerde, sobre todas las cosas, que más importante que lo que dice es lo que transmite. En lo que transmite está la esencia de la ministración.
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