Siempre la gaita me resultó un instrumento chirriante y repulsivo. Cuando le oía de niño en el barrio, en alguna que otra actividad escolar, me quedaba pensando acerca de quién habría inventado aquello. ¡No era un instrumento! Algún profesor me explicó que “aquello” venía de España. “Vaya con la madre patria…Una lata y dos palos tienen más armonía”, me decía para mis adentros
Lleno de curiosidad abrí hoy un concierto del célebre director neerlandés André Rieu. Oír los acordes que logran sus violines es una forma de viajar anticipadamente al cielo. El músico inició la presentación del conocido himno cristiano “Sublime gracia”, haciendo acompañar a su violín con una pequeña flauta. Bello, violín más flauta, qué armonía. Ya me encontraba un poco más allá de la estratósfera cuando, de pronto, para mi sorpresa, se incorporó a aquella composición, nada más y nada menos que…, ¡una gaita! A poco de molestarme comenzaron a incorporarse al sonoro espectáculo en fusión inesperada, cerca de cuarenta… ¡cuarenta gaitas! El destino me hacía un ajuste de cuentas. No hubo espacio para mis reminiscentes protestas, porque nada fue más sublime hoy que la experiencia de escuchar aquello.
Nunca creí que las gaitas lograran algo así. Parece que, con los instrumentos, sucede lo mismo que con los idiomas, todo depende de la armonía y el cuidado con que se articulen y combinen los sonidos que se envíen al que oye. En todo cabe la delicadeza, aun en la gaita…
A poco de escuchar esto reproduje un homenaje que hicieran a las Fuerzas de Defensa de Israel. El mismo himno, los mismos instrumentos, la misma gaita. Sublime…
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Ver en: André Rieu. Amazing Grace (Live in Amsterdam). https://youtu.be/n3QbHNOxzcY Publicado: 27 de abril de 2013. Accedido: 11 de enero de 2022. 3: 50 pm.
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