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viernes, 25 de diciembre de 2020

Mi rechazo a la teología kenótica

Me trajo ya algunos problemas, y no voy a dejar por eso de rechazarla. Cuando me fui de Cuba una importante escuela teológica la enseñaba como doctrina establecida. Se trata de la kenosis, una perspectiva teológica que se apoya en una interpretación de Filipenses 2: 6, 7, donde se afirma, acerca de Jesús: “…el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”. La palabra griega kenosis proviene de kenoo, que generalmente significa «vaciarse». Aparece traducida en Filipenses 2: 7 como «despojarse». Desde esta escritura se llegó a una interpretación teológica muy peligrosa, que defiende el criterio de que Cristo, durante sus días en la tierra se «vació» de algunos de sus atributos divinos, como la omnisciencia, la omnipresencia y la omnipotencia. Apoyan esta conclusión con pasajes en los que Cristo aparece preguntando, como si dependiera, para saber, de la información que le darán. En Marcos 9: 21, Jesús interroga al padre del joven lunático: “¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?”.

Empiece por decirse que, durante mil ochocientos años, ningún maestro de la iglesia, ni siquiera aquellos para quienes el griego era lengua materna, afirmaron que aquel «despojarse a sí mismo» de Filipenses 2:7 significara que el Hijo de Dios hubiera renunciado a algunos de sus atributos divinos. La tal teología kenótica vino a la existencia en Alemania, entre 1860 y 1880 y en Inglaterra, entre 1890 y 1910. Son momentos muy recientes de la historia, y tal postura, por ende, pasa por alto la interpretación de los padres de la Iglesia. ¿Enseña Filipenses 2:7, que Cristo se despojó de algunos de sus atributos divinos? ¿Lo confirma el Nuevo Testamento? Absolutamente no. El texto mismo, en el versículo 7, describe qué significaba para Cristo ese «despojarse», y no era otra cosa que tomar la “forma de siervo, hecho semejante a los hombres”. El versículo 8, termina de explicar la idea, cuando afirma: “y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Ese «despojar» del Señor Jesús implica cambio de papel y posición, no pérdida de atributos esenciales ni naturaleza. Para la doctrina de la divinidad de Cristo es muy peligroso el camino que toma la teología de la kenosis. La Nueva Versión Internacional evita este escollo de la interpretación traduciendo «se despojó a sí mismo», como: «se rebajó voluntariamente» (1). No estamos afirmando tampoco que esa libertad interpretativa sea correcta.

El análisis del contexto acude en auxilio. Si se detiene y observa los versículos anteriores, Pablo está pidiendo a los filipenses: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros» (vv. 3, 4). Y para enrumbarles en este espíritu de humildad, les escribe: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (v. 5). Es entonces que aparecen las palabras génesis de la actual controversia kenótica: «el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (vv. 6-8). Como afirma Wayne Grudem:

 

Al presentar a Cristo como un ejemplo, Pablo quiere que los filipenses lo imiten. Pero, por supuesto, no está pidiendo a los cristianos filipenses que se «despojaran o «dejaran a un lado» sus atributos o habilidades esenciales. No les está pidiendo que «renunciaran» a su inteligencia, fortaleza o capacidad y se convirtieran en una versión disminuida de lo que eran. Más bien, les está pidiendo que pongan el interés de otro por encima del suyo: «Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás» (Fil. 2:4). Y debido a que esa es su meta, encaja bien con el contexto entender que está usando a Cristo como el ejemplo supremo de uno que hizo exactamente eso: puso por delante los intereses de otros y estuvo dispuesto a despojarse de algunos de sus privilegios y posición que le pertenecían como Dios (1).

 

En 1992, el campeón mundial de boxeo, Mike Tyson, fue a la cárcel por tres años. Quedaba privado de su cinturón de campeón; perdía su libertad, derecho a votar y aun el respeto de muchos de sus conciudadanos, pero, ¿sabe una cosa?, a ninguno de sus compañeros de cárcel se le ocurrió cuestionar que, en aquel hombre, que limpiaba tranquilo la sala común del penitenciario, despojado de toda gloria deportiva, estuviesen todas las prerrogativas del campeón mundial. Hasta donde se sabe, a ninguno se le ocurrió verificarlo. A su salida de allí, en su primer combate, en agosto de 1995, en Las Vegas, Peter McNeeley, su retador, duró solo 89 segundos… (2).

 

Cristo era completamente Dios, completamente hombre. El misterio de la unión hipostática o de esencias hace inseparables sus dos naturalezas. La divina estaba velada en su humillación, y ese es el único camino para la comprensión de Filipenses 2: 6, 7. Así lo describiría Isaías: «Le veremos, más sin atractivo para que le deseemos» (Is. 53: 2d).

No hay un solo lugar del Nueva Testamento en que pueda forzarse la interpretación de que Cristo no supiese la respuesta a aquello que preguntara, y no estuviese haciendo otra cosa que velar su esencia divina. Lo hizo aun cuando resucitó, mientras hablaba a los hombres de Emaús: “¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?”. Jesús no necesitaba de la información que le darían aquellos atribulados discípulos en el camino.

El Señor dijo a Nicodemo: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (Jn. 3: 13). Los discípulos le adoraron, entendieron que Él era divino. El avergonzado Tomás se arrojó a sus pies, y le dijo: “¡Señor mío, y Dios mío!” (Jn. 20: 28). El ciego de nacimiento al descubrirle, le dijo: “Creo, Señor; y le adoró” (Jn. 9: 38). Los judíos entendieron perfectamente que Jesús decía ser Dios, y al acusarle, le dijeron: “Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios”. Juan, en el más celestial de los evangelios, afirma: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres (…). Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1: 1, 2, 14). El apóstol Pablo, escribe a los colosenses: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Col. 2: 8, 9). Finalmente, Juan escribe, desde la más elevada nota de triunfo: “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (I Jn. 5: 20).

No lo entenderé de otra manera: en ese pesebre de Belén estaba toda la grandeza de Dios. No hermano, no aceptaré nunca la kenosis del modo en que la interpretan, y en esta Navidad, una vez más, seguiré a C. S. Lewis, aquel que dijo, con belleza inigualable: “Hubo una vez en el mundo, un pesebre, y en ese pesebre, algo más grande que el mundo” (3).

 

 

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(1) Wayne Grudem. Teología sistemática. Miami: Editorial Vida, 1994, pp. 575, 576.

(2) “Así Vivió Mike Tyson en la Cárcel | Y Como Fue la Primer Pelea después de Salir de Prisión”. https://youtu.be/CjOs62om-2A Publicado: 5 de noviembre de 2019. Accedido: 25 de diciembre de 2020, 11:30 PM.

(3) “Dieciocho grandes citas o FRASES cristianas de C. S. LEWIS”. https://frasecristiana.co/c-s-lewis/ Accedido: 25 de diciembre de 2020, 11: 40 PM.




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