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sábado, 12 de diciembre de 2020

El fracaso de Roboam

Son pocos los caminos para el éxito; casi todos tienen que ver con esfuerzo, tesón y disciplina; pero a diferencia de esto, hay muchos caminos que llevan al fracaso. Uno de ellos tiene que ver con el “a quién oímos”, mientras se gestan nuestras decisiones. Fue el fracaso del rey Roboam. Él asumió el trono de Israel a la muerte de Salomón, su padre, y mientras estaba en Siquem vino el pueblo de Israel con Jeroboam y un ruego para el alivio de la dura servidumbre que les habían impuesto. Roboam pidió tres días para consultar. Fue donde los ancianos: “Y ellos le hablaron diciendo: ‘Si tú fueres hoy siervo de este pueblo y lo sirvieres, y respondiéndoles buenas palabras les hablares, ellos te servirán para siempre” (II Cr. 10: 7).

Pareció no haberle agradado aquel consejo, porque fue entonces donde los jóvenes, con quienes había crecido, con quienes compartía una experiencia comparable, y los escuchó. Estos le dijeron: “Así hablarás a este pueblo que te ha dicho estas palabras: Tu padre agravó nuestro yugo, mas tú disminúyenos algo; así les hablarás: ‘El menor dedo de los míos es más grueso que los lomos de mi padre’” (v. 10c). 

El rey Roboam tenía delante dos consejos de orientación contraria. Uno venía de la ancianidad, de los que habían andado un largo camino al lado de su padre, y le habían, de hecho, visto crecer. El otro consejo, cargado de irreflexión, venía de jóvenes inmaduros e inexpertos. En ellos no estaba la voz de la sabiduría para un momento tan delicado como aquel.

Roboam tuvo en nada el consejo que le dieron los ancianos y siguió el de los jóvenes. Conclusión: se perdió para siempre la unidad del reino. Diez tribus de Israel abandonaron a Roboam y crearon el Reino del Norte, con Jeroboam a la cabeza. Este llevó a Israel no solo a un cisma geopolítico sino también religioso: prohibió al pueblo ir a adorar a Jerusalén, eligió a Dan y Betel, levantó becerros de oro... Todo vino como consecuencia de seguir un mal consejo. Hasta hoy puede lamentarse aquella infausta decisión.

Nunca, en favor de vanas amistades o simpatías personales, tenga en poco el consejo de “los que han alcanzado madurez”, “los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (He. 5: 14). Las consecuencias pueden ser irreparables, como lo fueron para Roboam.

“Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová” (Lv. 19: 32).




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