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miércoles, 2 de diciembre de 2020

El Eterno en el tiempo

Desde tiempos antiguos mucho luchó la teología para acentuar, con énfasis, la trascendencia de Dios; al hacerlo le alejaban infinitamente de los hombres. Al respecto es conocida la controversia eternidad-atemporalidad, de tanto arraigo en la teología filosófica contemporánea. En ella se define el tiempo como una magnitud física, propia de este mundo y divorciada, por ende, de la eternidad de Dios. Se usan, para llegar a conceptos así, palabras como las que están en Isaías 57: 15: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: 'Yo habito en la altura y la santidad'…”. Lo que se olvida es que, en ese mismo texto, el Señor afirma que habita también con “…el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”. Esa grandiosa conclusión llevó al teólogo J. Oliver Buswell a afirmar: “La eternidad no es intemporal” (1).

Dios está entre nosotros. La Navidad está cerca, y con ella se celebra el nacimiento de Cristo, la tierna noche en que El Eterno irrumpió en el tiempo.

 

 

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(1) J. Oliver Buswell. Teología sistemática. Tomo I. Miami: Logoi, 2005, p. 27.




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