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lunes, 7 de septiembre de 2020

Los eslabones perdidos están más perdidos que nunca

José Martí fue corresponsal en Nueva York del periódico La Opinión Nacional de Caracas, entre el 4 de noviembre de 1881 y el 15 de junio de 1882 (1). El 7 de enero de 1882 escribió en la Sección Constante de la citada publicación: “El doctor Fritsch, a pesar de ser gran sectario de Darwin, sostiene que la teoría darwiniana que hace al hombre estrechamente dependiente de la raza simia, es una indemostrable hipótesis, a menos que no se hallen en las regiones tropicales del Globo fósiles que revelen que hubo el tipo que falta entre el hombre y los animales similares conocidos…” (2).

El problema más grave de todo el darwinismo ya se cernía en la crítica contemporánea de los tiempos de Martí y lo comentaba éste, a cuya visión escrutadora de periodista comprometido ninguna novedad escapó. Debe decirse al respecto que el propio Carlos Darwin escribió en 1850: “¿A qué se debe entonces, que cada formación geológica y cada estrato no esté lleno de eslabones intermedios? La geología no revela ninguna cadena orgánica finamente graduada; y esto, quizá es la más obvia y seria objeción que puede colocarse en contra de la [mi] teoría. La explicación radica, como creo yo, en la extrema imperfección del registro geológico” (3) (4).

Los evolucionistas esperaban que el inmenso vacío de formas intermedias se llenara algo en la medida que transcurriera el tiempo; sin embargo, ciento veinte años después confesó el Dr. David Raup, Director de Geología en el Museo de Historia Natural de Chicago: “Bien, estamos ahora a ciento veinte años después de Darwin y el conocimiento del registro fósil se ha cambiado bastante. Ahora tenemos un cuarto de millón de especies fósiles pero la situación no ha cambiado mucho. El registro de la evolución es, a nuestra sorpresa, desigual y la ironía es que tenemos aún menos ejemplos de transición evolutiva que los que teníamos en tiempos de Darwin” (5).

Estas palabras pueden explicarse por el hecho de que a la luz de la moderna información científica muchas de las supuestas pruebas de la evolución han tenido que desecharse en tanto nuevas formas transicionales no han sido encontradas (6).

La hipótesis evolucionista de Darwin se verificaría si los paleontólogos descubrieran entre los restos de animales fósiles, por ejemplo, algunos animales que estaban en proceso de llegar a ser jirafas, con cuellos medianos, otros con características intermedias entre los reptiles y aves, otros en transición intermedia hacia el hombre y así sucesivamente (7).

Una de las más grandes esperanzas que siempre tuvieron los evolucionistas para definir el puente entre aves y reptiles era el célebre Archaeopterix, un fósil encontrado en el siglo XIX en Baviera, Alemania. En 1984, en Eichstätt, Alemania, tuvo lugar una cumbre de científicos especializados en la evolución de las aves; se le llamó la Conferencia Archaeopterix, y hubo sobradas discrepancias en todo lo que se discutió sobre esa extraña criatura, pero hubo un amplio acuerdo en que el Archaeopterix era una verdadera ave (8), (9).

Los aludidos fósiles representan siempre especies bien diferenciadas, completas y hechas. El Prof. J. M. Pendleton documenta que 95% de los fósiles son de animales marinos con conchas, 95% del 5% restante son de algas y peces y finalmente 95% del 0,25% restantes son de anfibios (10).

El número de especies conocidas ha crecido. Aristóteles, en el siglo IV a.C., reconoció 540 especies; Linneo, en 1758, describió 4235; E. Mayr, en 1946, calculó que las especies descritas debían de acercarse al millón. Hoy día se considera que es muy difícil que el número total de especies se encuentre por debajo de los dos millones (11). Sin embargo, por grande que es el número de especies el número de supuestos intermediarios permanece reducido a la nulidad.

El Prof. Nalin Chandra escribió: “Los frecuentes e inmensos vacíos que existen en las crónicas de los fósiles y la ausencia de formas de transición en las etapas cruciales del desarrollo de la vida demuestran a todas luces que el darwinismo es calamitosamente insuficiente para explicar los hechos” (12).

Teniendo en cuenta este hecho los evolucionistas han recurrido a un verdadero ejercicio de imaginación creando hipótesis que suponen la evolución no lenta y gradual, sino rápida y brusca; tales son la hipótesis de la evolución saltacionista y el equilibrio puntuado. La primera supone que la evolución ocurrió “a saltos,” con reorganizaciones dramáticas y rápidas del código genético, sin dejar por tanto especies intermedias. La segunda es parecida, pero supone el hecho de que la evolución pasó por “formas intermedias inestables”, hasta llegar a especies estables. En este caso las “especies inestables”, por su descendencia limitada no dejaron evidencias fósiles (13).

Cabe decir que si las mutaciones lentas son criterio insostenible para avalar la aparición de las nuevas características en los organismos vivos, mucho más difícil será respaldar la evolución con cambios bruscos. Dado lo catastrófica que resulta una mutación en el hilo generacional no es necesario seguir argumentando en el absurdo tan grande que hay en estas dos nuevas hipótesis. Para los mismos evolucionistas no representan sino intentos de fabricación de una tabla salvadora en que puedan acercarse a la orilla los náufragos de la nave que capitaneo Darwin, en aquella tremenda aventura del pensamiento que ha sido la teoría de la evolución.

No queda otra cosa que decir: los eslabones perdidos, cuyas apariciones confió Darwin a la posteridad, ¡nunca han aparecido!

 

 

 

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(1) José MartíObras completas, ed. electrónica, t. 23, p.55. Ciudad Habana: Centro de Estudios Martianos y Karisma Digital, 2001.

(2) Ibíd, p. 147.

(3) Carlos DarwinThe origin of species, pp. 292, 293. Editorial Zeus: España, 1970. Ver referencia en Thomas Woodward, “Meeting Darwin's Wager” [Afrontando el reto de Darwin]. Vol. 41, No. 5, pp.14-21.

(4) Scott M. Huse. The colapse of evolution. Michigan: Baker Book House, 1990.p. 42.

(5) David Raup, Field Museum of Natural History Bulletin, vol 50, 1, 1979, pp. 22, 25.

(6) Huse. The collapse…. pp. 42, 43.

(7) Jaime SimánEl hombre, su origen y destino. Ciudad Habana: Calitad, 2004, p. 26.

(8) Carl Wieland, Editor. “La Evolución de las Aves voló por la ventana”. Revista Creación ex nihilo. Kentucky: Respuesta en Génesis. 2000. Vol. 1, pp. 20-23.

(9) Bernardo de Quesada. Evolución contra Biblia. Ciudad de Camagüey: Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba (Asambleas de Dios), 1992.

(10) John M. Pendleton. Conferencia. “Creacionismo”. Ciudad Habana, 8 de octubre de 1999.

(11) S. A. Barnett y otros, Un siglo después de Darwin. Madrid: Alianza Editorial, 1969.p. 57.

(12) Nalin Chandra Wickramasinghe. “La vida vino del espacio”.  Correo de la UNESCO. Francia.  Depósito legal, mayo de 1982, pp. 36-38.

(13) J. SimánEl hombre…, p. 32.




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