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lunes, 21 de septiembre de 2020

¡Lo contrario del poder no es la teología, sino el pecado!

Ha llegado a molestarme. Es la rima repetida de una miríada de televangelistas; a la hora de poner en balanza la vida de poder en el Espíritu, le colocan como contrapeso, en el platillo contrario, “los doctorados”, “las teologías” y “los institutos bíblicos”. Presentan a estos últimos como deshonrosos antónimos.

Poco antes de empezar la pandemia mundial de COVID-19, uno muy famoso decía, delante de un mar de gente: “Aquí no se trata de teologías ni de doctorados; aquí de lo que se trata es de llenarse de poder…”. Tal vez se refiere a un poder del que careció cuando profetizó en 2019 que el 2020, sería “una maravilla…”.

Poder contra teología; hay una extraña lucha por hacerles sentir en una antagónica dualidad. Así lo hacen ver:

 

Mucha teología-poco poder;

Mucho poder-poca teología

 

¿Le parece correcta esa extraña analogía? ¿Sabe dónde se derramó por primera vez en el siglo XX un pentecostés? ¿Sabe qué cosa era aquel edificio de Topeka, en Kansas, al que todos llamaban la locura de Stones, porque estaba a medio terminar, con ladrillos desalineados y escaleras que no llevaban a ninguna parte? ¿Sabe lo que era esa construcción donde descendió por primera vez, en el siglo XX, el Espíritu Santo, con gran estruendo, despertándose el movimiento pentecostal mundial? Se lo diré en cuatro palabras: ¡era un instituto bíblico! Su director era Charles Parham. Se lo puedo decir más alto, pero no más claro.

¿Cree que los que pasamos noches enteras hurgando en la Palabra lo hacemos buscando ingresos salariales? ¿Cree que se trata de un ejercicio de autocomplacencia? ¿Cree que años de lectura meditada e investigación exegética se hacen sin celo y amor por la verdad de Dios? En resumen: ¿¡cree que la Palabra de Dios aleja de Dios!?

¿Sabe quién fue el más grande teólogo del siglo I? ¡El apóstol Pablo! La comprensión de su soteriología (teología de la salvación) es tan compleja, que inspiró a escribir las más elevadas publicaciones teológicas de todos los tiempos en la pluma de Lutero, Wesley y Barth. ¿Le parece Pablo un hombre sin poder? ¿Sabe que en él se movían los cinco ministerios y los nueve dones? “…Hablo en lenguas más que todos vosotros” (I Co. 14: 18b), así decía a los corintios, y no se refería a los “urrabakandas…” que andan a la orden del día, ¡eran lenguas humanas y angélicas! (I Co. 13: 1.)

No es la teología la que mata el poder de Dios. Lo que hace morir toda manifestación del gran poder del cielo es el pecado. Fue lo que arruinó las fuerzas de Sansón: “… ‘Esta vez saldré como las otras y me escaparé’. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él. Mas los filisteos le echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le ataron con cadenas para que moliese en la cárcel” (Jue. 16: 20, 21). Es la historia del hombre más fuerte que jamás haya existido. El Espíritu de Dios se vestía de él (Jue. 14: 6), hasta el día en que la disolución del pecado, que rompió su pacto con Dios, le apagó todo el poder.

“La paga del pecado es muerte” (Ro. 6: 23). El pecado es la muerte de todas las cosas: mueren con él la prosperidad, la alegría y la felicidad; mueren la visión, la paz y el amor; mueren la fe, el dominio propio y finalmente el poder…

No, no es la teología la que mata el poder. Todos los avivamientos de la historia, desde los lejanos días del rey Josías, pasando por los puritanos del siglo XVI, los movimientos de santidad del siglo XVIII, Gales y Azusa Street en el siglo XX, hasta llegar a la cercana Indonesia o Pensacola, lo primero que hicieron fue despertar sed por la Palabra de Dios. Así lo documenta la historia. Un despertar cristiano sin una desbordada ansia por la Palabra de Dios, no es un genuino avivamiento. Aquellos que lo fueron, lanzaron de bruces a miles de personas en una desenfrenada búsqueda de esa Palabra, por la que fueron hechos los cielos y la tierra.

A las puertas mismas de la tierra prometida se le dijo al estadista más ocupado de la tierra: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Jos. 1: 8). La Palabra de Dios es clave en la preservación de la vida espiritual, en la garantía del éxito y en el camino y sustento de todos los avivamientos.

El que ataca la teología ataca la Palabra de Dios. Vengan maestrías y vengan doctorados; con ellos viene la recta comprensión bíblica y la voz misma del Altísimo. Aleje de sí todo el pecado; es torrente de confusión satánica que deja tras de sí el penoso silencio de la muerte.

Por favor, muévase con más acierto en el mundo de las antípodas: lo contrario del poder no es la teología, sino el pecado.






2 comentarios:

  1. Ameen!! 100% de acuerdo con esta conclusión.. este artículo representa una demostración contundente de los erróneos argumentos que vociferan muchos pastores y evangelistas, colocándoles a ambos en un rin de contrarios sin sentido .. ambos protagonistas del avivamiento deben centrar sus fuerzas en el enemigo # 1: el pecado. Muchas gracias profesor Octavio por hacernos reflexionar, Dios le continúe dando de su sabiduría

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    1. Gracias hno. Efraín. Aprecio mucho su evaluación. Es tiempo de levantar muy en alto la teología.

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