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viernes, 24 de julio de 2020

La mentira

Nunca se ha hecho más pertinente el tema de la mentira que en nuestros días. En todas partes causa estragos. Socialmente hablando, su comportamiento es pandémico y cosmopolita. Cada día es más visible en todos los estratos de la sociedad; sin embargo, es evidente que, ciertas culturas, la toleran con mucha permisión, mientras que en otras se alza como una intolerable falta. Una vez más la historia determina tal diferencia. Debe explicarse, para comenzar, que la teología moral de la iglesia católica divide los pecados en mortales y veniales. El pecado mortal es la violación con pleno conocimiento de la ley de Dios en un asunto grave, como la idolatría, el adulterio, el asesinato o la blasfemia; le llaman mortal porque produce la muerte del alma, como separación de Dios. Solo la confesión y el sacramento de la penitencia restaura la comunión. Si la persona muere sin arrepentirse, se pierde eternamente (1). Así piensan.
Esta misma teología moral católica ubica, entre los pecados veniales, a las faltas leves; estas no rompen la comunión. Entre ellas está la mentira, esa que no causa la muerte de alguien, y que se manifiesta como un acto de irreflexión o defensa inconsciente (2).
La teología protestante no contempla tales cosas. Para los evangélicos no existen pecados pequeños y grandes: todos son pecados.
A partir de aquí puede entenderse un poco la diferencia en el comportamiento de una sociedad frente a la mentira. Aquellos países que fueron colonizados por una nación católica, como lo es España, crecieron bajo la absorbente influencia católica. Es así que, para una buena extensión de América Latina, la mentira es un mal dispensable y muy “normal” entre la gente. Por el contrario, los países colonizados por una nación protestante, como lo es Inglaterra, se formaron bajo la percepción de que la mentira es un pecado del que debe guardarse todo hombre de bien, porque descalifica gravemente ante Dios. Pensando en esto el célebre teólogo español, César Vidal Manzanares, afirmó: “Un ministro evangélico en Alemania plagia una tesis y es destituido. Un presidente de España miente y sigue siendo presidente (...). La cultura hispana es una cultura donde la mentira es un pecado venial, y en ese sentido yo no he conseguido encontrar, en más de treinta años que vengo estudiando los países de Hispanoamérica o España, un solo político que haya perdido su cargo por mentir” (3).
La mentira es un grave problema humano y se alza como un tema bíblico. El apóstol Pablo escribió a los efesios: “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros” (Ef. 4: 25). Dios dijo al pueblo de Israel: “De palabra de mentira te alejarás...” (Ex. 23: 7a). El salmista trata sobre las consecuencias que siguen a los que mienten: “Destruirás a los que hablan mentira; al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová” (Sal. 5: 6). “Porque la boca de los que hablan mentira será cerrada” (Sal. 63: 11c). “No habitará dentro de mi casa el que hace fraude; el que habla mentiras no se afirmará delante de mis ojos (Sal. 101: 7).
La mentira daña al que la reciba y menoscaba el valor del que la pronuncia; ofende la santidad del Creador y mancha a la creación. Determinadas reacciones fisiológicas (midriasis, lengua seca, presión sanguínea, pulso, humedad en la piel, patrón de la respiración y demás) evidencian la autodesaprobación que hay en la persona que miente; los tales cambios pueden ser detectados con un polígrafo (detector de mentiras). En la antigua África, cuando un miembro de la tribu hacía alguna travesura grave, el cacique ordenaba la tribu en una fila, calentaba una espada, e iba uno por uno poniéndole la hoja desnuda del hierro candente sobre la lengua. Resultaba que el culpable era el que gritaba. Tardaron los médicos de occidente en entender por qué. El que miente, y teme, por ende, ser descubierto, sufre sequedad de la lengua y de la garganta; cuando le colocaban al culpable la hoja caliente de la espada en la mucosa lingual no tenía la saliva protectora que estaba en los demás.  Visto así los africanos fueron los padres del polígrafo...   
El 12 de octubre de 2018, la cadena televisiva CNÑ, bajo la conducción de Camilo Egaña, grabó un panel con el título: “El arte de la mentira política”. Expertos en diferentes disciplinas hicieron comentarios de interés. Uno de los panelistas defendió el criterio de que la mentira era algo natural porque se veía en abejas y hormigas. Se trataba de una afirmación inexacta que algunos presentes aplaudieron, llegándose a una conclusión equivocada. No tuvieron en cuenta que la mentira es una elección moral, y los insectos son gobernados por instintos. Por favor, lean a Kant: solo los seres humanos tenemos una naturaleza moral. Solo los humanos mentimos, y esto tiene consecuencias eternas para el que no lava su vida en la sangre que fue derramada en El Calvario: “Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira” (Ap. 22: 15). 
Para ti, que luchas todos los días contra la mentira, son las palabras del Salmo 15:

1 Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo?
¿Quién morará en tu monte santo?
2 El que anda en integridad y hace justicia,
Y habla verdad en su corazón.
3 El que no calumnia con su lengua,
Ni hace mal a su prójimo,
Ni admite reproche alguno contra su vecino.
4 Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado,
Pero honra a los que temen a Jehová.
El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia;
5 Quien su dinero no dio a usura,
Ni contra el inocente admitió cohecho.
El que hace estas cosas, no resbalará jamás


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(1) Colin B. Donovan. EWTN. Fe. Temas en general/ El pecado mortal y el pecado venial. https://www.ewtn.com/spanish/preguntas/pecado_mortal_y_venial.htm Accedido: 22 de julio de 2020, 11:00 PM.
(2) Ibíd.
(3) Camilo Egaña. Panel: “El arte de la mentira política”. CNÑ. Estados Unidos. 12 de octubre de 2018.





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