Translate

lunes, 13 de julio de 2020

El pasado no está muerto, ni siquiera ha pasado... (VI)

El Reino de Dios

¿Qué es la piedra no cortada con mano” que hiere a la imagen de Daniel capítulo 2 y tras pulverizarla termina llenando la tierra?
La estatua que aparece en Daniel, capítulo 2, representa una visión integral de la humanidad levantada desde sus raíces culturales más lejanas hasta el momento en que venga el Día del Señor. El hecho de que todas las partes de ella permanezcan hasta el fin da idea de cuán presente está el ayer en el hoy. En ese estado de integridad amalgamada están las partes de la estatua cuando se lee en Daniel 2: 34, 35: “Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra’”.
La piedra de aquella visión golpea a la imagen en la parte que representa el último tiempo de la historia, aquel que se corresponde con los reinos y repúblicas en que se desdobló el antiguo imperio romano. Tal acontecimiento está descrito como correspondiente a los postreros días en la interpretación que da el profeta Daniel: “Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días. He aquí tu sueño, y las visiones que has tenido en tu cama (Dn. 2: 28). 
A la par que, con aquel formidable golpe, se desmenuza cada parte de la impresionante estatua, la piedra crece y se convierte en un gran monte que llena toda la tierra. Esto no sucederá lentamente, como algunos quieren entender en favor de que sea la iglesia, absorbiendo al mundo impenitente, la que llene la tierra; no es así; la iglesia ya estaba en el mundo a la par del último imperio representado en la imagen; corrió con él hasta su final; caminó toda la distancia correspondiente a la historia de los reinos en que el imperio se desestructuró; la piedra, en cambio, es algo que no estaba y viene de pronto, inusitada e inesperadamente; es el regreso de Cristo a la tierra. Esa piedra no cortada con mano pulveriza irreversiblemente todas las partes y elementos de la estatua. Cristo es, para los cristianos “la piedra angular”: “...edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Ef. 2: 20). Cristo es para los incrédulos “piedra de tropiezo” (I Pe. 2:8). Él es la piedra que golpeará la imagen en los postreros días y echará abajo toda la herencia cultural de la humanidad en favor de una universal escala de valores celestiales que bendecirá hasta el último rincón del mundo desde las puertas mismas del esperado reino milenial de Cristo.
La segunda venida de Cristo cambiará el orden de todas las cosas y derribará para siempre la herencia cultural de la humanidad. “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Is. 65:17). Este mundo muerto será absorbido por Aquel que es la vida y hasta el último concepto será redimensionado.

Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar (Is. 11: 6-9).


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su comentario a este artículo se recibe con respeto y gratitud.