Introducción
«El pasado no está muerto, ni siquiera ha pasado» (1). Así escribió el narrador y poeta norteamericano William Faulkner (1897-1962), premio nobel de literatura, 1949 (2). Detrás de la honda imagen que el poeta logra hay un sentido de resignación filosófica. Inescapablemente, como humanidad, somos la suma de las influencias que nos dejaron las generaciones que nos precedieron. De muchos modos el pasado vive en nosotros.
No hay capítulo de la Biblia en que esté más patente la idea anterior que en aquel que tiene que ver con el sueño olvidado del rey babilonio Nabucodonosor. Aparece en el capítulo 2 del libro bíblico de Daniel. El áspero monarca es súbitamente perturbado por imágenes que ve mientras duerme. Al despertar advierte que olvidó el sueño, pero la turbación que le causó por minutos crece. Es así que amenaza a magos y adivinos, terminando por sembrar de pavor la corte, condenándoles a muerte, al comprobar que nadie es capaz de revelarle siquiera un detalle de lo que soñó.
Entonces Daniel habló sabia y prudentemente a Arioc, capitán de la guardia del rey, que había salido para matar a los sabios de Babilonia. Habló y dijo a Arioc capitán del rey: ‘¿Cuál es la causa de que este edicto se publique de parte del rey tan apresuradamente?’ Entonces Arioc hizo saber a Daniel lo que había. Y Daniel entró y pidió al rey que le diese tiempo, y que él mostraría la interpretación al rey. Luego se fue Daniel a su casa e hizo saber lo que había a Ananías, Misael y Azarías, sus compañeros, para que pidiesen misericordias del Dios del cielo sobre este misterio, a fin de que Daniel y sus compañeros no pereciesen con los otros sabios de Babilonia. Entonces el secreto fue revelado a Daniel en visión de noche, por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo (Dn. 2: 14-19).
El profeta Daniel regresa donde Arioc, capitán de la guardia real, y pide acceso al rey. Este último envía por Daniel, y el profeta le muestra la revelación de aquella perturbadora visión nocturna hasta en el más ínfimo detalle.
Daniel respondió delante del rey, diciendo: (...) ‘Estando tú, oh rey, en tu cama, te vinieron pensamientos por saber lo que había de ser en lo por venir; y el que revela los misterios te mostró lo que ha de ser (...) Tú, oh rey, veías, y he aquí una gran imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible. La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido. Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra’.
‘Este es el sueño; también la interpretación de él diremos en presencia del rey. Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad (...); tú eres aquella cabeza de oro. Y después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y luego un tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra. Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo. Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido. Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil. Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro. Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre, de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación’.
Entonces el rey Nabucodonosor se postró sobre su rostro y se humilló ante Daniel, y mandó que le ofreciesen presentes e incienso. El rey habló a Daniel, y dijo: ‘Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los misterios, pues pudiste revelar este misterio’ (Dn. 2: 27a, 29, 31-37, 38d-47).
Acababan de ser descorridas las cortinas de la historia. En el capítulo 7 del mismo libro, durante el reinado de Belsasar, nieto de Nabucodonosor, Daniel tiene un sueño. Ve cuatro bestias grandes subiendo del mar. La primera era como “un león, y tenía alas de águila” (v. 4); la segunda era como “un oso que se alzaba de un costado más que del otro” (v. 5); la tercera era “un leopardo, con cuatro alas de ave en sus espaldas” (v. 6); la cuarta “espantosa y terrible y en gran manera fuerte, (...) tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias (...), y tenía diez cuernos (v. 7). Cuenta Daniel:
Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido (...) Me acerqué a uno de los que asistían, y le pregunté la verdad acerca de todo esto. Y me habló, y me hizo conocer la interpretación de las cosas. Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra. Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre. (Dn. 7: 13, 14, 16-18).
Aquí, con otro código de señales, se repitió la misma visión: cuatro reinos sucesivos, que terminan con un reino de Dios que lo absorbe todo. Los capítulos 8, 10 y 11 describen tensiones dinámicas y sucesiones entre los reinos de Media-Persia y el de Grecia. A estos se les llama por su nombre.
A la luz del análisis histórico de lo que sucedió tras los días de Daniel es sencillo entender que cuatro reinos están siendo llamados imperios y aparecen en sucesión; estos son: Babilonia, Medo-pesa, Grecia y Roma. Después de estos reinos, proféticamente hablando, se levantaría el Reino de Dios.
Quiero centrar la atención en la imagen de la estatua del capítulo 2, porque hay en ella un mensaje muy significativo, del que no escucho hablar mucho en conferencias escatológicas, y es que las cuatro partes de la estatua están íntegramente formando parte de ella en el momento en que una piedra, cortada no con mano (el Reino de Dios, v. 45) la hiere y pulveriza desintegrando sus partes, convirtiéndose (la piedra) en un monte que llena toda la tierra (v. 35).
Es muy notable: los cuatro imperios representados en los cuatro metales (oro, plata, bronce y hierro) forman parte de la misma estatua, hasta el fin.
Normalmente, cuando pensamos en los lejanos imperios estos vienen a la memoria como algo remoto, sin significado ni influencia alguna en el presente. Babilonia, de hecho, floreció en una ciudad que ni siquiera existe. Roma, salvo a través de los cambios de factura que aparecen en los viajes turísticos, ¿de qué modo puede significar algo para mí? Sin embargo, los cuatro imperios, que son cuatro tiempos, cuatro culturas, cuatro concepciones generales de la vida, están presentes hasta el final de la historia. Están con nosotros hoy, y perduran hasta el fin. ¿Cómo? Esa pregunta se irá contestando en los próximos artículos, si Dios lo permite.
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(1) Edgardo Cozarinsky. Nocturnos. Clarín.com Revista Ñ. “El pasado no ha muerto, ni siquiera ha pasado”. Publicado: 17 de agosto de 2012. Accedido: 8 de abril de 2020, 9:00 PM.
(2) Michael Millgate. “William Faulkner. Biografías”. Enciclopedia británica. https://www.britannica.com/biography/William-Faulkner Accedido: 3 de julio de 2020, 1:13 AM.
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