Roma
¿De qué forma está presente Roma hoy? ¿Cómo las piernas de hierro de la estatua de Daniel, capítulo 2, y aquellos pies en que se fundieron el hierro y el barro cocido permanecen entre nosotros, como parte de esa imagen en que está la humanidad completa?
Así como los griegos tuvieron grandes aptitudes para la filosofía los romanos la tuvieron para el derecho y la jurisprudencia. La asignatura “Derecho romano” fue plan de estudios de la carrera de abogacía en todos los países del hemisferio occidental en reconocimiento del hecho de que este sentó las bases de las legislaciones contemporáneas. La propia idea de la justicia no superada y vigente fue elaborada por el jurista romano Ulpiano; descansaba en el principio de “dar a cada uno lo suyo, no dañar a otro y vivir honestamente”. Eugene Petit (1894-1977), abogado, profesor, historiador y ensayista uruguayo, refiriéndose a la fuente que tuvo en el derecho romano el derecho privado francés, afirmó: “Títulos enteros de nuestro código civil especialmente la teoría de las obligaciones, han sido sacadas de esta última fuente” (1).
Los países que, el 26 de marzo de 1991, se reunieron para firmar el Tratado de Asunción (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay), que dio origen a Mercosur, tienen una legislación netamente romanista. Esta, en materia de obligaciones y contratos es el espejo fiel del derecho romano (2).
Bernardo Nespral afirma: “...El derecho romano sigue vigente y debe ser estudiado como un modelo. Quienes lo elaboraron se distinguieron por una lógica notable y por una gran delicadeza de análisis y de deducción. Constituye uno de los ejemplos más perfectos de interpretación jurídica que [se pueda] ofrecer a los principiantes de derecho” (3).
Todo esto refleja la vigencia de Roma en el mundo de hoy, en cada legislación y universidad que la estudie, en cada acto de justicia o transferencia.
Más allá del derecho romano, tan vigente hoy, el idioma del imperio penetró la posteridad con las llamadas lenguas romances que hoy llenan el mundo: aragonés, catalán, gallego, corso, español, francés, italiano, ladino, portugués, rumano, sardo, siciliano, valón, véneto y otros (4). Las tales lenguas son nacidas del latín.
Si el español está lleno de términos que derivan del griego (10% de las palabras), mucho más lo está de términos que derivan del latín (70%). Esta era una lengua culta y se estudiaba en la universidad. El latín de los romanos fue, de hecho, lengua científica hasta el siglo XIX. Puedo recordar mis textos de medicina, en la segunda mitad del siglo XX; el Atlas de anatomía humana, de R. D. Sinelnikov, Editorial Mir, 1976; este, pese a tener un autor ruso, contenía los miles de nombres y referencias a los órganos, partes y sistemas con una cláusula parentética en latín.
La lengua del imperio romano llenó por siglos la liturgia católica. El sacerdote oficiaba de espaldas y en latín, lengua que no entendían los pueblos. Ellos sacralizaron la lengua del imperio que crucificó al Señor. En el siglo XVI La Reforma luchó con éxito para quitarla en aras del uso de la lengua vernácula.
Todos los días usamos términos y expresiones en latín o directamente derivados de él en expresión confesa de la inmanencia de Roma entre nosotros. Estos son algunos ejemplos:
Agenda: derivada del verbo latino agere que significa actuar. La agenda era el registro de los oficios del día en la Edad Media.
Alter ego: literalmente «otro yo». Es una persona que está muy identificada con otra por sus opiniones o modo de actuar.
Curriculum vitae: relación de los títulos, honores, cargos, trabajos realizados, datos biográficos, y demás que califican a una persona.
Déficit: falta o escasez de algo que se juzga necesario.
Facsimile o facsímil: en latín, significa «hacer semejante». Es una copia o reproducción casi idéntica de un documento. De su abreviatura procede la palabra fax.
Gratis: algo gratuito. En latín, significa «por complacencia».
Grosso modo: más o menos, sin dar detalles.
Hábitat: lugar de condiciones apropiadas para que viva un organismo, especie o comunidad animal o vegetal.
Honoris causa: en reconocimiento a méritos especiales.
Incógnito: no conocido.
In fraganti: en el acto.
Intra muros: dentro de una ciudad.
Ipso facto: en el mismo momento.
Lapsus: equivocación.
Libido: popularizada por Sigmund Freud a principios del siglo XX; significa deseo, ganas.
Sine qua non: absolutamente necesario.
Ultimátum: última decisión.
Veto: me opongo.
Viceversa: lo contrario.
Vídeo: literalmente significa «yo veo». Es curioso entonces saber que, al decir: “Veo un video”, estoy diciendo dos veces lo mismo (5).
El célebre apotegma romano “divide y vencerás” ha estado en boca de todos en la historia. Las locuciones latinas se usan permanentemente en el ámbito académico, docente y deportivo en general. “Mens sana in corpore sano” (Mente sana en cuerpo sano), así decían todos los instructores deportivos. Me encontré más de una vez en conferencia a los desanimados alumnos de la Universidad de La Habana, repitiendo la expresión del poeta romano Virgilio (70 a. C.-19 a. C.): “Labor improbus omnia vincit” (el trabajo obstinado vence toda dificultad).
En abierto contraste con el civilizado derecho romano y la culta lengua latina, deténgase a pensar en la vigencia de la barbarie romana cuyo epicentro fue el Coliseo romano. Este magno edificio se levantó en la capital del imperio en el siglo I d. C., por iniciativa de Vespasiano. Tras su muerte completaría la construcción su hijo Tito, devenido en César. Se alzó ante todos como un referente monumental de la antigüedad clásica. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1980. Las orgías sangrientas que tuvieron lugar en sus arenas, de gladiadores que luchaban a muerte entre sí y contra fieras entrenadas, ensombrecen el pasado de una civilización que si de algo presumió fue de avanzada. Alojaban las gradas del afamado inmueble a cincuenta mil espectadores ávidos de presenciar las más crudas violencias. Era las fiestas más deseadas de aquel imperio, y tenían eco en todas las provincias importantes que los celebraban con insana dedicación.
Hoy las ruinas del Coliseo son visitadas por millones de turistas de todo el mundo. El Rev. Ing. Arnoldo Gómez, Pastor en Templo Gethsemani Commerce City, de Texas, donde tuvimos el privilegio de ministrar el 12 de enero de 2020, en un noble gesto que no olvidamos, nos obsequió a mi esposa y a mí, una reproducción en miniatura del Coliseo romano que adquirió en Italia durante un productivo viaje que hizo. Lo tengo a la vista en un lugar honroso, delante de mi escritorio, como un recuerdo sensible, porque en sus arenas perecieron, unos entre fieras, otros ardiendo como antorchas vivas, siete millones de cristianos, dando un grandioso testimonio de fe.
Cinco siglos duraron aquellos inenarrables juegos de sangre y muerte que no terminarían allí; perduraría aquel espíritu en los tiempos siguientes en el boxeo profesional imbuido de grandes apuestas. Lo odiaría el escritor y poeta cubano José Martí; a la altura de sus tiempos no existía el boxeo aficionado; escasas reglas regulaban los combates, no se usaban guantes, no existía la división de pesos, el número de rounds era ilimitado; todo esto conducía a un espectáculo inhumano y sangriento (6). Martí, describió aquellas escenas como “...cosas brutales, vacías de hermosura y de nobleza” (7). En el artículo que publicara para La Opinión Nacional, en Nueva York, el 17 de febrero de 1882, lo describiría:
Aquí los hombres se embisten como toros, apuestan a la fuerza de su testuz, se muerden y se desgarran en la pelea, y van cubiertos de sangre, despobladas las encías, magulladas las frentes, descarnados los nudos de las manos, bamboleando y cayendo, a recibir entre la turba que vocea y echa al aire los sombreros, y se abalanza a su torno, y les aclama, el saco de moneda que acaban de ganar en el combate. En tanto el competidor, rotas las vértebras, yace exánime en brazos de sus guardas... (7).
El imperio romano se desdoblaría en reinos y repúblicas, representadas en los pies de la imagen donde se funde el hierro del imperio que un día fue y el barro de las frágiles democracias contemporáneas. Cesó hace siglos el uso del inmenso anfiteatro romano, es verdad, pero en el mundo de hoy perdura el mismo sádico impulso de disfrutar la lucha y la violencia a través de las artes marciales mixtas, en que brutalmente, sin ningún sentido deportivo, se embisten luchadores con la misma mórbida motivación de entrener a un público que en nada difiere de aquellos romanos en el disfrute del dolor ajeno. Aquel Coliseo romano está hoy en pie en la violencia del cine hollywoodense, en las fotografías y videos de las redes sociales, en cada pelea programada de perros pitbulls y gallos finos, que luchan a muerte bajo la estrepitosa algarabía de una multitud enferma de odio, que busca llenar su tiempo de ocio a la par que engruesan sus arcas personales en grotescas apuestas.
Es un extraño contraste que, en cosas tan dispares como el derecho jurídico y la bestialidad humana, Roma siga en pie.
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(1) Bernardo Nespral. “El Derecho romano: vigencia e importancia”. https://es.calameo.com/read/000677138501d3f280cbb Accedido: 10 de julio de 2020, 1:40 AM.
(2) Idem.
(3) Idem.
(4) Elvira. “Presentación de las lenguas procedentes del idioma romano”. Publicado: 9 octubre 2017. https://www.superprof.es/blog/herencia-de-la-lengua-latina/ Accedido: 10 de julio de 2020, 3:40 AM.
(5) Marisol. “¿Cuáles son las expresiones latinas que se usan en español?” https://www.superprof.es/blog/locuciones-latinas-usadas-en-castellano/Publicado: 15 marzo 2018. Accedido: 10 de julio de 2020, 4:40 PM.
(6) Roberto Domínguez. “José Martí contra el boxeador John L. Sullivan”. https://martianos.ning.com/profiles/blogs/jose-marti-contra-el-boxeador Publicado: 3 de marzo de 2011. Accedido: 10 de julio de 2020, 1:40 AM.
(7) José Martí. “La Opinión Nacional”. Nueva York, 17 de febrero de 1882. Obras completas, tomo IX, p. 253.
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