Una de las escenas más memorables de la historia del cine tiene lugar en los minutos finales de “Luces en la ciudad”. Agonizaba el cine mudo y Charles Chaplin lanza su último destello. Mantiene el mutismo de los actores, pero incorpora una novedosa banda sonora como fondo de presentación. En 1931, después de ciento noventa días de épico rodaje se hizo el estrenó. Fue un éxito inenarrable (1).
Chaplin, que compartió el protagonismo del filme con Virginia Cherril, más que ser un genio de la interpretación artística, era un gran director y antes de comenzar el filme tenía concebida la escena final; de hecho, todo el rodaje está en función de llegar a esos cinco minutos, dominantes de toda la trama (2). El argumento se mueve a través de una historia de amor. Chaplin, en su condición de Charlot, eterno vagabundo, se encuentra accidentalmente con una bella muchacha ciega que vende flores; esta le cree un hombre acaudalado y toca sus manos con el propósito de hacer la lectura física propia de una invidente; buscaba conseguir que este le comprara alguna flor. Conmovido, Charlot libra, durante todo el filme, una tragi-cómica batalla para conseguir el dinero que permita a la joven conservar la renta de su hogar y operarse a fin de ver.
La clave de todo el filme está en la escena final. Cada minuto del complejísimo rodaje estuvo en función de llegar allí. La joven florista puede recuperar la vista, ya no vende flores en las aceras y ahora tiene una confortable tienda. Charlot, que vagabundea por las calles tras salir de la cárcel, tiene un inesperado encuentro con ella. La florista interpretando que aquel vagabundo era alguien a quien no le sonreía la vida le ofrece una flor. Ante la resistencia de él, que está muy sorprendido, ella le toma de las manos para entregársela; en ese instante, a través de la memoria que le quedó del día en que lo tocó siendo ciega, inesperadamente le reconoce. A mitad de camino entre el asombro y la ternura, la estupefacción y el amor, la transformación del rostro de Virginia Cherril, en el papel de la florista, al descubrir en aquel insospechado vagabundo a su gran benefactor, es uno de los puntos más altos de la dramatización escenográfica de todos los tiempos.
La clave del filme es esa escena final. Todo está, desde el principio, cuidadosamente construido para llegar allí. El triunfo rotundo de “Luces en la ciudad” dependió por completo de un Chaplin que sabía a donde iba en cada minuto de aquel legendario rodaje.
Es importante saber a dónde vamos. Es un secreto determinante del éxito. “Prosigo a la meta al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3: 14). Estas palabras fueron pronunciadas por un hombre que vivía con una certeza absoluta acerca de a dónde iba. Hacen, al oído que las oye, el estampido de una bala de cañón. Fueron pronunciadas por el apóstol Pablo y cobran mayor significado si advertimos que la carta a los Filipenses, en que se registran, es una epístola carcelaria. Pablo está preso al escribirla. El chirrido intermitente de sus cadenas arroja una lectura de restricción, inamovilidad y derrota. Su soledad de la que sabemos por otras cartas nos hace llegar un eco de desesperanza, pero Pablo sabe a dónde va... Esta es la epístola donde escribe: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4: 13); “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4: 19). Esta epístola, escrita en las peores condiciones, presenta a un hombre que se alza triunfal sobre la certeza del llamamiento supremo que le llegó en aquel candente camino a Damasco (Hch. 9: 1-15). Pablo sabe a dónde va, y la epístola a los Filipenses lejos de ser el epítome de la tristeza es el colofón mismo del gozo en Cristo: “Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros. Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo” (Fil. 2: 17, 18).
Han perdido la visión de futuro las personas que se quitan la vida. Se les apaga el deseo de vivir a los que no han alcanzado a tener el vislumbre de la aurora eterna de los que un día vinieron a la fe.
La resurrección de Israel es el acontecimiento bíblico-profético más importante del siglo XX. La bendita nación de Dios se levanta hoy con los más impresionantes índices de desarrollo social; marchan a la cabeza del mundo en innovaciones, iniciativas empresariales, informática, agricultura y un sinnúmero de áreas más. A la hora de explicar las razones que les llevaron allí no se olvide que el pueblo que protagonizó tales logros fue el pueblo que por dos mil años se despedía en sus rituales de Pascua y Yom Kipur, diciendo: “L’shana haba’ah b’Yerushalayim” [“El año que viene en Jerusalén”] (3). Todo cuanto hicieron a lo largo de dos mil años giraba en torno a esa meta bíblica, anunciada por los profetas. Ellos sabían a dónde iban, y con fe resistieron las gélidas reclusiones en los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau.
Nunca Jesús aparece apurado o ansioso en los evangelios. Todo estaba cronometrado en el reloj del Padre, empujándolo a la cruz: traiciones, celos, infamaciones, intentos de despeñarle, todo se movió en la voluntad permisible del Padre y en la visión consciente del Hijo. Permanentemente tenían a la vista el rumbo a donde iban, aquel en que se entroncaban la muerte y la resurrección.
¿A dónde vas hoy? ¿Tu meta es este innoble y perecedero mundo donde se alternan aplausos y abucheos? De glorias desvanecidas se teje el pasado. Un día estuvo cuajado de sueños que como brisas fugaces se disiparon. “Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti” (Sal. 39: 7).
A las puertas del fin el temido libro de Apocalipsis se ha vuelto el más revisado. Es el libro que descorre las cortinas y nos muestra el lugar a dónde vamos:
Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: ‘He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor’... (Ap. 21: 1-4).
La consciencia de ese “a dónde vas” no se puede perder frente a los avatares de los tiempos inciertos que vivimos. A la actual pandemia de Covid-19 siguieron explosiones sociales; se presume la llegada de un cercano colapso económico; el mundo, apagado, parece perder sus colores. Una sombra lúgubre se cierne sobre una humanidad que ha perdido el rumbo y navega a la deriva. Sus valores perdidos le llevan ya a un puerto azufrado, donde está pronta a recalar su nave desarbolada.
Como parte de este mundo no nos podemos sustraer a las tensiones del tiempo presente. Si fuéramos totalmente inmunes a la turbación no habría Jesús pronunciado aquellas palabras: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” (Jn. 14: 1), tras las cuáles hizo una declaración de rumbo a su Iglesia: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (v. 2, 3).
El poder absorbente de las presiones busca cegarnos a la visión del fin, pero el cristiano es uno cuya predicación y vida toda descansa en un mundo por venir.
“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Ro. 8: 18).
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(1) Lucia Pradillos. “Crítica de Luces de la Ciudad dirigida por Charles Chaplin”
https://cinemagavia.es/luces-de-la-ciudad-pelicula-critica/ Publicado: 23 de marzo de 2018. Accedido: 23 de julio de 2020, 10: 19 PM.
(2) testamentodrcaligari. “Luces de la Ciudad (City Lights, 1931)” de Charles Chaplin
https://eltestamentodeldoctorcaligari.com/2015/01/12/luces-de-la-ciudad-city-lights-1931-de-charles-chaplin/ 12 de enero de 2015. Accedido: 24 de julio de 2020, 9:38 AM.
(3) Augusto Reynaud. Enlace judío-México. “El próximo año en Jerusalén”. https://www.enlacejudio.com/2017/12/15/proximo-ano-en-jerusalen/ Publicado: 15 de diciembre de 2017. Accedido: 24 de julio de 2020, 8:19 PM.
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