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viernes, 3 de julio de 2020

El consejo de un riflero a su nieta

Mi esposa y yo pastoreamos el Templo “Palabras de Vida” de las Asambleas de Dios en Santa Amalia, La Habana, entre 1998 y 2017, y puedo asegurarle que no perdimos el tiempo; aprendimos mucho oyendo a los miembros de la iglesia, aquellos inolvidables hermanos cuyo cuidado pastoral honrosamente nos fue confiado.
Hoy recordaba aquel miércoles 21 de enero de 2009, cuando visitamos pastoralmente, a dos miembros; estas eran Estrella Vázquez y Nelcy Argote Vázquez, madre e hija respectivamente; vivían en el cercano reparto Poey. Estrella era una anciana bien entrada en años, y pronto, como era de esperar, de esos dulces y distantes tiempos de la vida, surgieron historias remotas. Sintiéndose escuchada, las memorias se remontaron en inusitado vuelo hasta alcanzar a su lejano abuelo. Fue así que me llegó, a través de ella, lo que he dado en llamar “el consejo de un riflero”, aquel que tantas veces le dio su abuelo, el teniente del Ejército Libertador de Cuba, Hilario Vázquez Llorente. Este oficial combatió en la guerra de independencia (1895-1898), bajo las órdenes del Mayor General Quintín Bandera, en la zona de Sagua de Tánamo, oriente cubano. En sentida remembranza, Estrella Vázquez nos dijo, a mi esposa y a mí:

Mi abuelo se encontraba en pleno combate, disparando con su fusil, atrincherado detrás de una guácima, tras una bifurcación en horqueta que hacían los troncos del árbol, cuando de pronto oyó una voz interior y muy profunda, que le ordenó irse de allí. Apenas lo había hecho, cuando una bala de cañón destrozó los troncos y el árbol todo. No quedó nada. Él recordó muchas veces ese momento. Como me crio, me lo contó mucho, y siempre me decía, al terminar: “Por nada del mundo apartes tu mirada de Cristo”.

Sabio consejo de un riflero. Mejor parapetado que en el árbol, lo estaba en Dios. Sabio consejo de uno que aprendió, frisando la muerte, que, mejor que no perder de vista al enemigo, es no perder de vista al Señor.


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