Uno de los fracasos pedagógicos contemporáneos tiene que ver con la ausencia de un esfuerzo de orientación vocacional de parte de los profesores de nivel medio y superior. Las carreras universitarias se eligen por el atractivo que representan socialmente hablando, en el mejor de los casos; en el peor, el alumno matricula en la carrera que quedó disponible, cualquiera que sea. Triste...
Comience por decirse que todos los seres humanos son inteligentes. Con frecuencia las personas consideradas por los demás como lerdas y torpes, tienen inteligencias que andan por caminos distintos a los que se espera. Hoy día, científicamente hablando, se tiene una concepción muy diferente de la inteligencia, que adquirió popularidad en el ámbito científico después de los trabajos del psicólogo norteamericano Howard Gardner, profesor de Harvard, y de la publicación en 1983 de su libro Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences (Estructuras de la mente: La teoría de las inteligencias múltiples). Hasta entonces se entendía que la inteligencia estaba medida por el éxito académico. Nada estaba más lejos de la realidad. Los decepcionantes resultados académicos de Albert Einstein en la enseñanza primaria, donde expresaba un retardo notable de la inteligencia lingüística perduran como un ejemplo notorio. Sería con el tiempo el físico teórico que, por medio de una descomunal inteligencia lógico-matemática, cambiaría para siempre la concepción del universo (1) (2). Thomas Alva Edison echado del colegio, en reproche a su total incapacidad de aprendizaje encontró un lugar para su inteligencia creativa; hoy le debemos la luz que nos alumbra desde aquel memorable 21 de octubre de 1879, en que electrificó las calles de Menlo Park y sus fulgentes bombillas tornaron en día la oscura noche neoyorquina (3).
Tradicionalmente se usaban las inteligencias lingüístico-verbal y lógica-matemática para determinar el coeficiente intelectual. Hoy se reconoce, con aceptación académica generalizada, la teoría de las inteligencias múltiples. En la práctica es posible identificar combinaciones de esas inteligencias descritas, con ausencias de algunas de ellas. Los expertos no se ponen de acuerdo respecto a cuántas son, pero ejemplos generalizadamente aceptados son:
Inteligencia lingüístico-verbal (políticos, escritores, poetas, oradores).
Inteligencia lógica-matemática (matemáticos, físicos, farmacéuticos, químicos, economistas, ingenieros).
Inteligencia espacial (arquitectos, diseñadores).
Inteligencia corporal cinestésica (deportistas, bailarines, escultores, prestidigitadores).
Inteligencia musical (músicos, cantantes, compositores, directores de orquesta).
Inteligencia interpersonal (psicólogos, pedagogos, abogados, influencers).
Inteligencia intrapersonal (psicólogos, filósofos, escritores).
Inteligencia emocional (líderes, pastores, sacerdotes).
Inteligencia naturalista (biólogos, médicos, botánicos).
Inteligencia existencial-filosófica (filósofos).
Inteligencia creativa (empresarios, tecnólogos).
Inteligencia colaborativa (líderes, políticos). (1) (2)
Nada más frustrante en la vida que moverse en terrenos donde es necesaria una inteligencia que no se tiene. Una persona diseñada por Dios con capacidad de cálculo vivirá abatida mientras le presionen para que haga abstracciones lingüísticas o filosóficas. Trabajar en áreas alejadas de la inteligencia con que vinimos a la vida es la razón por la que muchas personas sufren y se amargan. No se espere de los tales un loable rendimiento productivo; al trabajar sufren.
Cuando la persona expresa la inteligencia que tiene, es entonces que se siente plena y realizada. Vea al gimnasta feliz, correr veloz por las tablas para describir círculos precisos en los aires, en virtud de una admirable inteligencia corporal-cinestésica. Hacer algo así sería para otro una tortura africana; él, en cambio, será feliz. Disfrute al pianista que, ante el teclado, no siente que el tiempo pasa; las armonías que levanta no le son trabajo; disfruta su inteligencia musical al tiempo que la expresa.
Triste desacierto de la pedagogía contemporánea. Qué bien haría si, en vez de dedicar tanto tiempo a atiborrar al alumno de información inútil, que nunca usará en la vida, buscara ayudar a ese pobre ser en formación a determinar el tipo de inteligencia de que está dotado con el propósito de impulsarlo vocacionalmente en cuanto a su carrera, a fin de que no termine siendo uno más en el inmenso ejército de frustrados que llenan las empresas, los hospitales y las universidades, en funciones a veces tan alejadas de la inteligencia natural con la que Dios le trajo a la vida. No hay servicio mayor que pueda prestar un maestro o pedagogo a un alumno que, antes de descubrirle el mundo, ayudarle a descubrirse a sí mismo.
Fue una experiencia desgarrante la de aquella tarde en que le exigieron expresar su inteligencia lógica-matemática a Eusebio Leal Spengler. Él confesaría públicamente: “Me asomé al umbral de los quebrados y me espanté ante la raíz cuadrada...” (4). Terminaría encontrando el camino para expresar su notable inteligencia lingüístico-verbal que le llevó a ser el historiador de la Ciudad de La Habana y a la par, un notable tribuno.
El afamado actor cubano Luis Rielo Morejón, de quien fuimos, mi esposa y yo, vecinos por ocho años, creció como un niño de la Ciénaga de Zapata, locación en extremo humilde del occidente cubano, alejada de toda urbanidad. Quería ser actor; matriculó un día y como prueba de aptitud le dieron a leer una página de las Obras Completas de José Martí. Tras escasos minutos el profesor le quitó el libro, y le dijo: “Usted nunca será actor”. La historia artística de cualquiera habría terminado aquí, pero Rielo tenía una gran inteligencia intrapersonal. Pasó largas horas puliendo su dicción al leer, mejorando la percepción de las pausas, perfeccionando las curvas de entonación. Volvió entonces a presentarse, y el mismo profesor que lo descalificó anteriormente, tras escucharle, terminó diciéndole: “Perdón..., usted será actor” (5).
Tardíamente el cubano José Raúl Capablanca (1888-1942), se dio cuenta de que la carrera de química no estaba en armonía con su descomunal inteligencia espacial y lógico-matemática, y se volcó de lleno al mundo de las sesenta y cuatro casillas del que fue campeón mundial entre 1921 y 1927. Muchos le consideran el ajedrecista más grande que ha existido.
Si de calificación académica se trata la escritora uruguaya-española Carmen Posadas estuvo solo un mes en la universidad. No pudo continuar por razones domésticas, pero, con esfuerzo, hizo rodar, a toda máquina, por los carriles de la literatura, su notable inteligencia lingüístico-verbal. En 1998, recibiría el Premio Planeta. La psicología contemporánea le debe el llamado “síndrome de Rebeca”, descrito a partir de un cuadro psíquico que aparece en una de sus novelas.
Desde otro lado del asunto no siempre seremos favorecidos por los contextos en que nos coloque la vida. Es así que de nada vale tener una gran inteligencia si no se aplica con tesón un noble esfuerzo para desarrollarla. El notable escritor y educador italo-argentino José Ingenieros (1877-1925), escribió: “Una mediana inteligencia oscilará desde la tontería hasta el talento asimilador, según sean o no cultivadas sus aptitudes; el ignorante y el erudito son dos productos distintos por su cultura, pero pueden constituirse sobre la misma medianía” (6). Homero y Milton eran irremediablemente ciegos (7), Beethoven llegó a estar sordo (8), Alejandro V pidió limosna en su infancia, George Washington quedó huérfano de padre a muy temprana edad, creció en una granja y apenas pudo aprender las primeras letras; James Watt no pudo ir a la escuela (9); el extraordinario compositor musical Joseph Haydn fue limpiabotas y barbero (10); Nicola Tesla cavó zanjas (11); Benjamín Franklin casi muere de hambre… (12). ¿Qué llevó a estos hombres a las alturas inmensurables a donde llegaron? ¿El favor humano? Absolutamente no; ellos aplicaron con resuelto tesón el don que tenían. Desde la inteligencia colaborativa de George Washington, que devino en padre de la gran nación norteamericana, hasta el genio musical de Beethoven que afectó para bien la historia siguiente de la música, todos estos fueron hombres distintos que se enfrentaron con fuerza a adversidades muy grandes e hicieron correr por cauces anchos los acendrados torrentes de sus inteligencias. Una cosa les vincula en la historia: encontraron su lugar. No trate de compararlos porque los seres humanos, como criaturas de Dios, son incomparables. No busque medir la inteligencia creativa de James Watts (que nos dejó la máquina de vapor que llevó al mundo a la primera revolución industrial), con la inteligencia interpersonal de Alejandro V. Cada uno fue un genio según la dirección en que se expresó.
Usted es una persona muy capaz colocada quizá en una posición desde la que se le exige una inteligencia que no tiene. Explore con atención qué es lo que más disfruta hacer, cuál es la ocupación que, por laboriosa que resulte, no le parece un trabajo en virtud del disfrute que recibe. Entre las cosas que hace ¿cuál se distingue por el impacto que produce?
Piense:
¿Tiene mucha influencia en la gente? (Inteligencia interpersonal).
¿Puede aunar voluntades tras de usted? (Inteligencia colaborativa).
¿Siembra con tanta gracia el jardín que hace a la gente que pasa detenerse a mirar? (Inteligencia natural).
¿Se asombran los que le visitan por la belleza de su hogar? (Inteligencia espacial).
¿Se deleitan escuchándole? (Inteligencia lingüística-verbal).
¿Permanece en pie cuando otros caen? (Inteligencia intrapersonal).
¿Nunca se quiebra su economía por pequeños que sean los ingresos? (Inteligencia lógica-matemática).
¿Inventó un sistema de cámara de video conectada a su móvil que le permite saber el instante en que el cartero abrió su buzón? Dicho sea de paso, por favor, dígame cómo lo hizo. (Inteligencia creativa.)
Mire adentro, y explore en el tesoro inmenso que Dios le dio, porque cada ser humano esconde un genio.
Nunca piense que carece de dotación intelectual o de sutileza para enfrentar la vida; le adornan inteligencias que tal vez todavía no descubrió. Encuéntrelas, úselas, sea feliz.
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(4) Eusebio Leal Spengler. “Comentarios biográficos”. Televisión cubana. 2009.
(5) Luis Rielo Morejón. Entrevistado por Rosalía Arnáez. Canal 12 de la televisión cubana. Miércoles 19 de junio de 2013, 8: 30 PM.
(6) José Ingenieros. Las fuerzas morales. La Habana: Vida habanera, 1962, p. 102.
(7) Orison Swet Marden, Abrirse paso, Barcelona: Librería Parera, 1917, p. 83.
(9) Swet Marden, Ibíd, p. 139.
(10) Ibíd., p. 137.
(12) Marden, Ibíd, pp. 137, 138.