Tinieblas; se sienten cubriendo el caos que se vive. Todavía Estados Unidos no termina de llorar la pérdida de cien mil vidas por la embestida brutal de un mal virus, cuando, inesperadamente, bajo la bandera más mediática que existe, la del reclamo racista, la nación más civilizada de la tierra frisa los límites de una guerra civil. Tinieblas. No hay proporción entre lo que sucedió y el estallido social que le ha seguido. De la forma más cruel e irreflexiva personas que no tuvieron nada que ver con aquel triste suceso se golpean unas a otras, los mercados son saqueados; los líderes sociales dictan órdenes que no se obedecen; la inseguridad crece...
Tinieblas. No hay otra explicación. Una vez más la derecha culpa a la izquierda, y la izquierda a la derecha. Ambas olvidan que las posiciones trascendentales no tienen que ver con las antípodas horizontales, sino con el arriba y el abajo. ¿Qué está sucediendo entonces?
Muchos escatólogos y estudiosos bíblicos en general, se inclinan en favor de la idea de que el Apocalipsis bíblico no está escrito en orden cronológico. El meritísimo Donald C. Stamps señala a la posibilidad de que elementos del capítulo doce estén delante del seis:
Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: ‘Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche (…). Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo (Ap. 12: 7-10, 12b, c).
¿Está ocurriendo esto? ¿Ha sido lanzado Satanás a la tierra? ¿Se desatará de un momento a otro el primer sello del libro que está en la mano de Aquel que está sentado en el Trono? ¿Deberá avanzar más la historia hasta la mitad de la Gran Tribulación? ¿Quién puede estar seguro? Los días exactos están velados a los ojos del más perspicaz escrutador apocalíptico. Los expertos no están totalmente de acuerdo, y los días son confusos y difíciles. Una cosa, sin embargo, es verdad: todo cuanto está ocurriendo está muy lejos de ser normal o predecible; un espectáculo surrealista se dibuja a la vista; la violencia y la muerte tocan a las puertas en cada barrio; ¡quince volcanes entraron en erupción simultáneamente hace escasas semanas! En los aires se siente el devenir de cosas peores...
También el miedo se ha hecho pandémico. Las personas viven momentos de terror. Tal vez te alcanzó a ti, y miras hoy con creciente inseguridad al futuro. Abre el gran libro de Dios. También para esta hora te fue dado. Allí es donde se aprende que, por dramático que se vuelva todo, por grandes que se tornen las pérdidas, por extraño que parezca el mundo, el cristiano no debe tener miedo. Para el peor de todos los momentos, anunciado entre los capítulos 16 y 19 del Apocalipsis, a las puertas de ser turbada la paz mundial en la gran batalla del Armagedón, en ese, el peor momento de la historia, un ángel aparece de pie en el sol…
Caos cubierto de tinieblas, es verdad, como también lo es el inminente Rapto de la Iglesia a las puertas de la Gran Tribulación. No tengas temor, porque una vez más aquel gigante que se llamó Víctor Hugo, tiene razón: “No hay más peligro que el que corre una estrella en boca de una nube” (1).
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(1) Víctor Hugo. Los miserables. La Habana: Editorial Arte y Literatura, 1975. Tomo IV. Libro VII, cáp. IV p. 285.
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