Mi amigo Luis del Toro es un importante maestro bíblico de las Asambleas de Dios en la ciudad de Azele, locación cercana a la bellísima Forth Worth de mi amada Texas. Comparte las cargas del ministerio con el esforzado pastor Samuel Solís, cuya amistad de honra. Ayer estuvo del Toro, cerca, y llegó por acá. Me conmovió verle tan preocupado por los hermanos de Colombia y de las serranías campesinas de México, a quienes ministra con apoyo magisterial y misionero. Me compartió visiones y sueños acerca de trasladarse allí en cuanto cesen las restricciones de la actual pandemia, a fin de retomar el trabajo.
No es poco el esfuerzo que hace aquí, para vencer sus obligaciones, pese a lo cual le alcanza el tiempo para pensar en los demás, saber cómo estoy, si pude desayunar...
Como el apóstol Pablo, sigue Luis del Toro bregando la buena batalla de la fe, y haciendo sentir a Jesús vivo y real. Amigo de sus amigos y hermano de sus hermanos, no se desentiende de sus consiervos en tiempos de prueba.
Dichosos los que tuvieron un amigo así.
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