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martes, 2 de junio de 2020

Aquel carácter...

“Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: ‘Sentaos aquí, entre tanto que yo oro’. Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. Y les dijo: ‘Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad’ (…). Vino luego y los halló durmiendo…” (Mr. 14: 32-34, 37a).
Getsemaní fue un punto supremo en que confluyeron la presión satánica y la fragilidad humana. Nunca en la historia de los tiempos tuvo lugar una violencia espiritual mayor. En aquel contexto los discípulos cayeron rendidos de sueño, apagados por la tristeza. Eran fieles, hombres escogidos entre miles, de gran valía; estaban dispuestos a morir por el Señor, pero aquel inmenso nivel de presión exhibió toda la fragilidad humana de que estaban hechos.
Jesús se postra en tierra (v. 35), ora, regresa, les llama, pero todos duermen (v. 37). Puedes mirar la escena: Jesús está ante ellos, a escasas horas de la cruz. Él está de pie, mientras todos duermen...
En 1969 tenía seis años. Hacía poco que había aprendido a leer, y la maestra de la escuela dominical, en la Iglesia Metodista “La Trinidad”, de Centro Habana, nos entregó un ejemplar correspondiente a un número antiguo de Pan de Vida. En la presentación de la portada aparecía la reproducción de un cuadro clásico de Cristo, de pie, en Getsemaní, mientras sus discípulos dormían. Todo aparecía dibujado entre sombras; se quiso representar así la tiniebla del momento. No puedo traer a la memoria a qué pintor clásico correspondía aquella reproducción; lo que sí puedo recordar es el rótulo que aparecía al pie de la pintura. Allí se leía: “En la hora de la presión inmensa solo puede estar de pie aquel cuyo carácter ha sido forjado en la escuela de la oración”.
Todavía lo recuerdo…


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