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martes, 30 de junio de 2020

Dios en la misión Apolo 11

El 20 de julio de 1969, en la misión Apolo 11, el comandante Neil Armstrong y el piloto del módulo lunar, Edwin “Buzz” Aldrin, en una operación arriesgadísima, pisaron suelo lunar. En su libro Regreso a la tierra, publicado en 1973, Buzz Aldrin, de confesión presbiteriana, relató que, durante la segunda noche en el satélite, leyó las palabras de Juan 15: 5: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”, y participó de la cena del Señor. Llevaba, para tal propósito, pan y vino. El pastor Mark Cooper, de la parroquia presbiteriana de Webster (Texas), a la que asistía Aldrin, dijo al diario USA Today: «[Buzz Aldrin] trajo el pequeño cáliz de plata que empleó, y lo tenemos guardado a buen recaudo en la parroquia».
Antes de regresar a la nave, Buzz Aldrin dejó sobre el suelo lunar, un manuscrito suyo, con palabras del Salmo 8: 3, 4a: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria?...”
Michael Collins, tercer integrante del Apolo 11, tuvo que mantenerse solo, orbitando la nave mientras sus compañeros alunizaban. Él fue la persona más importante en aquel histórico momento. Sus compañeros no habrían podido caminar sobre la luna aquellas dos horas y media, tomar muestras, hacer fotografías, dar lo que Neil Armstrong llamó «aquel gran salto para la humanidad», si Collins no hubiese mantenido la nave activa, con la que  tuvo que orbitar treinta veces al satélite natural de la tierra, completamente solo, antes de que sus compañeros pudieran regresar. De confesión católica, dejó escrito en una de las paredes internas del módulo de mando: «Nave espacial 107. La mejor creada. Que Dios la bendiga» (1).


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(1) Álex Navajas. “Y la Biblia llegó a la Luna”. La Razón. Madrid. https://www.larazon.es/historico/y-la-biblia-llego-a-la-luna-QLLA_RAZON_169381/ Publicado: 21 de julio de 2009.  Accedido: 29 de junio de 2020, 8:00 AM.


lunes, 29 de junio de 2020

¿Por qué no surgió en China la ciencia moderna?

El Dr. José López Sánchez (1911-2004), historiador cubano de la medicina, escribió: “Los eclesiásticos, con su cosmovisión religiosa, están incapacitados para conocer el papel real de la ciencia, no importa que ellos mismos participen concretamente en actividades científicas, porque para ellos la verdad científica es el resultado de la acción divina, accesible únicamente a los elegidos en un momento de iluminación mística” (1). Difícilmente alguien en Cuba se haya pronunciado más errática y disparatadamente. Si alguien no tenía razones para hablar así era precisamente un historiador, porque esta es la ciencia que define la importancia que tuvo el pensamiento de Dios en el origen de la ciencia moderna.
El inglés Joseph Needham (1900-1995), celebérrimo historiador de la cultura del lejano Oriente se preguntó una vez: “¿Por qué no surgió en China la ciencia moderna?” La gran nación asiática se encontraba en una posición muy favorable para el despertar en su seno de la ciencia y de la tecnología modernas. Ellos inventaron el papel, la brújula, la imprenta y la pólvora; el álgebra y la astronomía china hicieron historia muy temprano. ¿Qué pasó entonces? ¿Dónde estuvo el freno que impidió al «gigante asiático» descollar como la cuna de la ciencia en el mundo? (2) Los historiadores aducen en general dos razones para explicarlo: 1. La ausencia para China del concepto de un dios legislador supremo, pensamiento tan arraigado para Europa en los finales de la Edad Media. 2. La estructura burocrática de esa nación oriental, tan propicia para castrar toda acción creativa independiente (3).
Al analizar este asunto, el Dr. Ilya Prigorine (1917-2003), investigador ruso nacionalizado como belga, premio nobel de Química en 1987, por sus contribuciones a la termodinámica de los procesos irreversibles, con énfasis en la teoría de las estructuras disipantes, afirmó:

Estoy convencido, en todo caso, de que la idea de un dios garante de las leyes de la naturaleza y de su racionalidad desempeñó un papel decisivo en la evolución inicial de la ciencia europea.
La ciencia que hoy llamamos clásica surgió de una cultura en la que dominaba la idea de la alianza entre un hombre situado en el límite entre el orden divino y el orden natural y un dios legislador e inteligible, arquitecto soberano concebido a nuestra imagen y semejanza. Un testimonio digno de tenerse en cuenta, desde este punto de vista, es la correspondencia entre Leibniz [Gottfried Wilhelm Leibniz (1646- 1716)] y el obispo Clarke, portavoz de Newton. Esta correspondencia tuvo su origen en una crítica de Leibniz, quien acusaba a Newton [Isaac Newton (1643- 1727)] de tener una muy triste idea de Dios al estimar que su obra era más imperfecta que la de un buen relojero. Newton habla, en efecto, de una acción permanente de Dios, creador de un mundo cuya actividad alimenta constantemente. Como respuesta, Newton y Clarke acusan a su vez a Leibniz de reducir el papel de Dios al de Deus otiosus, de rey holgazán, que una vez concluida definitivamente la creación se retira de la escena. Es sabido que la teoría de Leibniz triunfó en la ciencia clásica, dominada por la posibilidad de una omnisciencia indiferente al paso del tiempo. En ella el presente condiciona el futuro a la vez que puede servir para reconstituir el pasado (4).

De este análisis histórico del Dr. Prigorine, puede colegirse el hecho de que la ciencia se proyectó por carriles que le allanaron el camino gracias a la convicción que tenían los padres fundadores de que los fenómenos estaban regulados por un orden inteligible dado al mundo por Dios; el Rey del cielo había regulado con leyes, principios y mesuras el comportamiento de todas las cosas que vinieron a ser. Tal pensamiento llevó a la mente más lúcida del siglo XX, Albert Einstein (1879-1955), a afirmar, frente al caos que le proponía la mecánica cuántica, en carta a su amigo Max Born: “Dios no juega a los dados” (5).
La siguiente es una lista de científicos creacionistas cuyos nombres no requieren presentación; por disímiles que fueran los campos del saber en que hicieron sus contribuciones una cosa comparten en común: fueron definidamente creacionistas, y como tales, fervientes creyentes en Dios.
Se adjuntan los campos o descubrimientos que les encumbraron como los grandes benefactores de la humanidad que fueron:

DISCIPLINA / CIENTÍFICO

Análisis dimensional: John Rayleigh (1842-1919)
Astronomía física: Johannes Kepler (1571-1630)
Astronomía galáctica: William Herschel (1738-1822)
Barómetro: Blas Pascal (1863-1662)
Biología sistemática: Carlos Linneo (1707-1778)
Cable Trasatlántico: William Kelvin (1824-1907)
Calculadora: Charles Babbage (1792-1871)
Cirugía antiséptica: Joseph Lister (1827-1912)
Cloroformo: James Simpson (1811-1870)
Dinámica de los gases: Robert Boyle (1627-1691)
Generador eléctrico: Michael Faraday (1791-1867)
Electrónica: John Fleming (1849-1945)
Entomología: Jean Henry Fabré (1823-1915)
Estratigrafía: Nicolás Steno (1638-1686)
Galvanómetro: Joseph Henry (1797-1878)
Gases inertes: William Ramsay (1852-1916)
Geología glacial: Louis Agassiz (1807-1873)
Geometría no euclidiana: Bernhard Riemann (1826-1866)
Mecánica de los fluidos: George Stokes (1819-1903)
Mineralogía óptica: David Brewster (1781-1868)
Motor eléctrico: Joseph Henry (1797-1878)
Oceanografía: Matthew Maury (1806-1873)
Paleontología: John Woodward (1655-1728)
Patología: Rudolf Virchow (1821-1902)
Telégrafo: Samuel Morse (1791-1872)
Termocinética: Humphry Davy (1778-1829)
Termodinámica estadística: James Maxwell (1831-1879)
Termodinámica reversible: James Joule (1818-1889) (6)

Frente a este abrumador cúmulo de consideraciones históricas es asombroso releer aquellas palabras, colocadas a la cabeza de este artículo: “Los eclesiásticos, con su cosmovisión religiosa, están incapacitados para conocer el papel real de la ciencia...” (1). Si que fue grande el yerro del Dr. José López Sánchez. Nunca un historiador debió hablar así.



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(1) José López Sánchez.  Finlay. El hombre y la verdad científica. Ciudad Habana: Editorial Científico-Técnica, 1986, p. 192.
(2) Ilya Prigorine. “Una nueva convergencia de la ciencia y la cultura”. El Correo. Paris, Francia: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Mayo de 1988, p. 9.
(3) Ibíd.
(4) Ibíd.
(5) S. Ferrer. “‘Dios no juega a los dados’ y otras ideas científicas malinterpretadas”. El Confidencial. https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2016-04-24/dios-no-juega-a-los-dados-y-otras-frases-cientificas-malinterpretadas_1188794/ Publicado: 24 de abril de 2016; actualizado: 3 de mayo de 2016. Accedido: 28 de junio de 2020, 8: 37 PM.
(6) Scott M. Huse. The collapse of evolution. Michigan: Baker Book House, 1990, p. 140.


domingo, 28 de junio de 2020

Hermenéutica bíblica. Regla quinta

Quinta regla: Es necesario consultar los pasajes paralelos (Paralelos de palabras, paralelos de ideas y paralelos de enseñanzas generales).

Paralelos de palabras: En Gálatas 6: 17, Pablo afirma: “Traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús”. ¿Qué eran esas marcas? Ni el conjunto de la frase, ni el contexto lo explica. Hay que buscar pasajes paralelos. En II Corintios 4:10, Pablo usa la expresión de llevar la muerte de Jesús en el cuerpo, hablando de la cruel persecución que continuamente padecía Cristo, lo que nos indica que esas marcas se relacionan con persecuciones. Pero más luz alcanzamos por II Corintios 11: 23, 25, donde afirma el Apóstol que fue azotado cinco veces (con disciplinas de cuero) y tres veces con varas; suplicios tan crueles que, si no dejaban muerta a la persona, causaban marcas en el cuerpo que duraban toda la vida. Consultando así los paralelos ase advierte que, las marcas que traía Pablo en el cuerpo no eran llagas o señales de la cruz milagrosa o artificialmente producidas, como pretenden algunos, sino marcas o señales de los suplicios padecidos por el Evangelio de Cristo.

Paralelos de ideas: En I Pedro 4:8 aparece: “Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados”. Aquí se nos presenta el pecado perdonado bajo la figura de “pecado cubierto”. Consultando Proverbios 10:12, que cita Pedro en este lugar, comprendemos que el amor fraternal cubre pecados en el sentido de perdonar las ofensas de los hermanos, sepultándolas en el olvido, contrario al odio que despierta rencillas y aviva el pecado. No se trata, pues, de merecer el perdón de los pecados mediante obras de amor, lo que dio lugar a la venta de indulgencias.

Paralelos de enseñanzas generales. Para la aclaración y recta interpretación de determinados pasajes no son suficientes los paralelos de palabras e ideas; es preciso acudir al tenor general, o sea a las enseñanzas generales de las Escrituras. Ejemplo: al aparecer en las Escrituras: “Todas las cosas ha hecho Jehová por sí mismo, y aun al impío para el día malo” (Pr. 16:4), parecería sugerir que Dios ha creado al impío para condenarle, como algunos, de hecho, interpretan. Sin embargo, y según el tenor de las Escrituras, Jehová no quiere la muerte del impío, no quiere que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (II Pe. 3:9). Y, por tanto, el significado de la última parte del texto debe ser que el Creador de todas las cosas, en el día malo, sabrá valerse aún del impío para llevar a cabo sus adorables designios.


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(1) Eric A. Lund. HermenéuticaIntroducción bíblica. Sección 1. Miami: Editorial Vida.1989, pp. 60-75.


sábado, 27 de junio de 2020

Zapatero, a tu zapato

A la teología práctica le corresponde contestar a la pregunta: ¿a quién damos el trabajo dentro de la iglesia? Los misericordiosos lo dan al que tiene la presión económica; los aduladores, al que tiene el cargo. En ninguno de los dos casos se procedió bien. El trabajo debe hacerlo, bíblicamente hablando, el que tiene el don. Así fue diseñada la Iglesia por Aquel que es la cabeza.
“De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría” (Ro. 12: 6-8).
Muchos olvidan que el Cuerpo de Cristo, por más que tenga una dimensión humana es un organismo que tiene su centro rector en el cielo, de donde vinieron “dones a los hombres” (Sal. 68: 18; Ef. 4: 8). Era necesario sustituir al apóstol caído, y todavía no había descendido el Espíritu Santo en Pentecostés, cuando los discípulos oraron: “...Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar” (Hch. 1: 24, 25). La decisión no se tomó partiendo de simpatías personales; los apóstoles sabían que la Iglesia no era una empresa humana.
Hace años tuvimos en Cuba a un líder nacional que se iba a todos los congresos internacionales que aparecían en representación de la Organización. Si el evento era de evangelismo, partía como representante nacional, pese a admitir con frecuencia que él era cualquier cosa menos evangelista; si el evento era de teología, allá se iba, nunca supe a qué, porque teólogo no era. Huelga decir que estaba, sin excepción, en todos los demás eventos (internacionales) donde sí debía estar, por sus funciones. El desprecio al valor de los dones y funciones puestos por Dios en sus hermanos le llevó a un mal final, porque “...a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá” (Lc. 12: 48), y puede estar seguro de que este texto no se refiere a bienes materiales, más allá de eso un líder tiene en su haber la administración sabia de los dones de aquellos que Dios puso bajo su ministerio, y por más seguro que se sienta en la posición donde está, nunca debe olvidar que: “...sobre el alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre ellos (Ec. 5: 8b). Ese texto debía estar visible a la cabecera de la cama de cada líder.
Leía hace años la extensa historia de la obra Bautista cubana, una organización de tanto mérito. Allí encontré:

Debemos resaltar que el Dr. MM, Superintendente de la Home Mission Board (HMB) (...) era, además de Superintendente, Presidente de la Convención, Tesorero del HMB, Presidente de las tres juntas de la Convención, Rector del Seminario, Predicador de “La Hora Bautista” [emisora radial], Director de la Revista “La Voz Bautista”, Presidente de la Sociedad Bautista de Hombres y Director Interno del Seminario, además de otros compromisos (Sic) (1).

Me sentí muy extraño al leer esa congestiva investidura en una sola persona en desdoro y desaprecio al valor de los demás. No sé qué le parecerá a usted.
Era necesaria la adoración y la profecía en el tabernáculo, y por más que el rey David fuera el excelso adorador y profeta que nos dejó tantos Salmos, él y los jefes del ejército apartaron para el ministerio a los hijos de Asaf, Hemán y Jedutún, a fin de que profetizasen con arpas, salterios y címbalos; dice la Biblia que estos eran “...hombres idóneos para la obra de su ministerio” (I Cr. 25: 1).
El principio del trabajo eclesiástico descansa en el llamado y la capacitación divina. Una persona que no es llamada y capacitada por Dios para una función hace tantos estragos en la tarea que asume que, al final, son mayores los problemas que crea que los que resuelve, y es que no se trata de colocar a este o a aquel con propósitos que tengan que ver con halagos, amiguismos o soportes financieros; puede ser que así funcione un proyecto familiar o social, pero no la iglesia. La experiencia enseña que, cuando se coloca a una persona en un lugar incorrecto, se lastima la funcionalidad del Cuerpo de Cristo.
Todos tenemos un lugar en la viña del Señor; luche para no ocupar una función no le corresponde, porque no tendrá la dotación ministerial para hacerlo. Concentre sus fuerzas y póngalas en armonía con sus dones. Será infeliz cuando no lo haga. Se desgastará y sufrirá inútilmente cuando vierta sus limitadas energías en trabajos para los que Dios no le preparó. Usted puede estar seguro de que el Rey del cielo, ese que le ama como nadie en este mundo, no desea sus servicios a expensas de su infelicidad. Él quiere que sea feliz sirviéndole.
No, no se deje llevar a funciones a las que Dios no le llamó, en menoscabo de ocupar el puesto de aquellos a los que Dios equipó con los dones para hacerlo. Seré crudo al decírselo: usted estará robando. Sirva a Dios en los límites de sus dones y ministerios. Sea feliz, y permita que otros lo sean.
Hace treinta años lo enseñé en el sótano de la Iglesia madre de las Asambleas de Dios de Cuba, al inolvidable auditorio que configuraban mis amados doscientos alumnos. Lo hice bajo el título: “Zapatero, a tu zapato”.



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(1) Alberto I. González Muñoz. I vimos su gloria. La Habana: Editorial Bautista, 2007, p. 33.


viernes, 26 de junio de 2020

Un guía

Hay una diferencia raigal entre un orientador y un guía. El primero dicta un rumbo, indica un camino, señala una ruta. El segundo es uno que, más que decirte dónde ir, va contigo.
Abundan los orientadores en la vida. Por doquier aparece gente que te señala posibles derroteros; llegan al extremo de imponerte un conveniente estilo de vida. 
Penosamente hay una notable escasez de guías. Tal carestía explica el sentido de soledad y desorientación tan grande que los humanos tenemos. La ganancia definitiva del cristiano al venir a la fe tiene que ver con la consecución de un guía. El mundo solo tiene orientadores; nosotros tenemos un guía. La Biblia dice que el Espíritu de Dios es nuestro guía: “Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aun más allá de la muerte” (Sal. 48: 14).


jueves, 25 de junio de 2020

Salmo 31

El Salmo 31 es una sentida oración personal. Nació en David desde experiencias que reflejan en sus versos acoso de los enemigos (vv. 4-8), cansancio existencial extremo (vv. 9, 10) y rechazo extensivo de amigos y vecinos (vv. 11-13). El versículo 13 hallará eco profético en Jeremías 20:10: “Porque oí la murmuración de muchos, temor de todas partes: ‘Denunciad, denunciémosle’. Todos mis amigos miraban si claudicaría. ‘Quizá se engañará’, decían, ‘y prevaleceremos contra él, y tomaremos de él nuestra venganza’”.
Todo el que haga algo para la gloria de Dios indefectiblemente se verá invocando las palabras del versículo 20: “En lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre; los pondrás en un tabernáculo a cubierto de contención de lenguas”.
Es un salmo grandemente significativo. Contiene las últimas palabras del Señor Jesús en la cruz. Aquel que es el Verbo de Dios murió con las palabras del Salmo 31: 5a en sus labios: “En tu mano encomiendo mi espíritu”.


martes, 23 de junio de 2020

Los rusos en La Habana

Los rusos llenaron La Habana de mi infancia. Era posible verlos en las calles, fábricas, escuelas; te salían por doquier. Se abría el ascensor, y allí estaban. En ese caso los que salíamos éramos nosotros, bajo peligro de morir asfixiados. Imponían la necesidad de contener la respiración. Qué olorcito tenían… De todas las memorias que dejaron ninguna más indeleble; aquel olor… Los cubanitos incorporaron a la fraseología popular la expresión: «olor a ruso». Varias hipótesis explicaban el asunto; unos decían que no estaban acostumbrados a sudar. Otros alegaban cierta enemistad con los desodorantes… Lo cierto es que, al momento en que se les percibía llegar, todos los presentes hacían una respiración profunda que debía durar el tiempo del tránsito de ellos allí; toda una prueba de apnea. Tal vez por eso aquella generación de cubanos dio tan excelentes buzos.
Usaban los rusos unos zapatos inmensos de grandes. De ser necesario podían dormir de pie. Aprovechando el momento en que uno de ellos se sentó y cruzó la pierna, me recuerdo de niño, tratando de leer en la suela el número que usaba.
A decir verdad, no eran malas personas. Se comunicaban con jovialidad con los picarescos cubanos, y no rechazaban a los niños; pronto lo descubrimos. También supimos que traían chiclets de mascar saborizados, y aquello sí era una novedad. Puedo recordar cómo el grupo de mis compañeros de aula, que también eran cercanos en el barrio, se organizaban para salir en pos de ellos a fin de ver si podíamos conseguir aquellos soñados chiclets. Consultando a otros más perspicaces que nosotros, concluimos que la técnica más efectiva era hablarles en ruso. Hmmm…, en ruso. La alternativa era quedarnos sin chiclets, y no estábamos dispuestos a eso. Usted tenía que ver cómo ellos sacaban la cajita delante de nosotros, la abrían y se ponían a mascar aquella goma tan anhelada por los niños de La Habana. Espontáneamente no lo ofrecían; aquellos productos se nos insinuaban entonces como una presa inatrapable. Así es que, trazamos la consigna: si los chiclets no venían a nosotros, nosotros iríamos a los chiclets. Mis amigos Orlando, Rafael y yo, nos pusimos una tarde a la caza; no había que esperar mucho, estaban los rusos en todas partes, y pronto apareció el primer grupo. Si había una rusa maternal teníamos más posibilidades de éxito, y ese día nos sonrió la suerte: venía una en el grupo. Los dejamos acercarse, y ya a pocos pies de nosotros, ni corto ni perezoso, poniéndome a la cabeza del grupo, le dije al más grande, en perfecto ruso: «Tavarish…, ¡chiclets…!». Recordar que mi primera experiencia bilingüe fue en ruso ha sido siempre algo traumático para mí, pero eso se minimiza por el triunfo logrado: ¡los rusos nos sonrieron y nos regalaron una cajita! ¡Qué victoria!
Aquella experiencia nos animó, y nuestro equipo de trabajo —teníamos siete años cada uno— colegió que, en pro de nuevas victorias, lo aconsejable era perfeccionar nuestro ruso. Eso hicimos. El siguiente encuentro debían haberlo filmado esas gentes que se dedican a dar clases de idioma. Venía de frente el grupo de rusos nuevamente; este era otro; no los acompañaba ninguna rusa; en compensación a esa desventaja debíamos sublimar la pronunciación. Dudamos un instante y llegamos a pensar en la posibilidad de desistir en nuestro empeño, pero aquello significaba quedarnos sin chiclets, y no aceptábamos ese lúgubre destino. Así es que, nuevamente fui al ataque, pero esta vez con un ruso mejorado. Al acercarse el grupo, le dije a uno de rostro bondadoso: «Minyázavut Octavio; tavarish... ¡chiclets!» («Mi nombre es Octavio; compañero... ¡chiclets!»). Los rusos se quedaron paralizados mirándonos, cuando de pronto, estallaron en tremendas carcajadas; carcajadas rusas, por supuesto —los rusos se ríen en ruso—, y sacando la soñada cajita nos la dieron. Yo los miré con cara de «deje que se vayan que los voy a volver a sorprender», y cuando entre bromas se alejaban, les dije: «¡Dasvidania…!», que es el «good by» de los rusos. Otra vez sonaron grandes carcajadas.
Mis amigos me miraron con expresión suplicante, porque yo era el dueño de la cajita, y el instrumento bilingüe de aquella aventura. Teniendo en cuenta la importancia de la complicidad que ellos representaban compartimos el botín. Si quedaba alguna tirita extra entonces, con una cuchilla de afeitar marca Astra (también rusa) lo dividiríamos en tres. Nuestro equipo de trabajo tenía un alto sentido de la justicia.
El final del chiclets para nosotros determinaba el inicio de una nueva aventura. Debíamos, a la luz de las experiencias logradas, elaborar nuevas y más sofisticadas estrategias. Orlando era un negrito rumbero, muy simpático; le caía bien a todo el mundo; así es que le propusimos que probara. Al principio no quería, pero le hice pensar cuando dije: «…va y en vez de una caja nos dan dos». Aquel argumento irrefutable derrumbó sus resistencias. Comenzó la práctica; le hice repetir varias veces: «Minyázavut Orlando; tavarish ¡chicletsDasvidania…!», («mi nombre es Orlando; compañero ¡chiclets! Adiós...»), todo lentamente, para que lo fijara bien… Tras aquel ensayo, considerando que mi equipo técnico estaba listo, salimos a la búsqueda del primer ruso que anduviera caminando bajo el ardiente sol de mi amada Centro Habana cuando, a pocas manzanas de la escuela, ¡allí estaban! «Orlando… ¡listo para atacar!», le dije. «Déjame eso a mí, que le voy a tumbar tres cajas», nos dijo con el aire de seguridad propia de un domador de leones al que le dan a cuidar un perro sato. En la medida que se acercaban los rusos saboreábamos la victoria; era inminente aquel nuevo triunfo, ahora bajo la embestida lingüística de nuestro amigo Orlando, tan simpático, tan sociable.  Ya estaban cerca los susodichos, y con disimulo le di con el codo a mi amigo; este, ni corto ni perezoso le dijo al primer ruso que se puso a su alcance: «¡Yo yazanú Orlando! ¡Rusiskis…, chiclets tres!». Todavía no sé quién se quedó más estupefacto, si aquel ruso o yo; lo cierto es que tras un brevísimo suspenso que a mí me pareció una eternidad, aquel buen ruso, sonriente, abrió su cartera, y nos obsequió una cajita. Se alejaba rápido de allí, previendo que le hiciéramos un estrago mayor, cuando advertí a Orlando que no le había dicho: “¡Adiós!”, así es que le susurré: «¡Dasvidania…!, Orlando, ¡Dasvidania…!». Orlando me miró confundido, miró al ruso rápidamente, me volvió a mirar a mí, y volviéndose definitivamente al ruso le gritó, a todo pulmón: «¡Vaya con Ania…!».
Fue mi primer fracaso como profesor de idiomas. Mi equipo de trabajo, integrado por Orlando, Rafael, Ernesto, Carlos y Pepe, todos con siete años, reunidos en sesión extraordinaria, acordamos, por mayoría de votos, relegar a Orlando para otras funciones…
Inevitablemente, como niños, nos fijábamos en las pequeñas rusitas que venían en los grupos que abordábamos en nuestras aventuras, pero las encontrábamos raras. Temprano en la vida teníamos ya un ideal estético en nuestras compañeritas de aula. A la verdad parecían haber concentrado en nuestra sede toda la belleza de Centro Habana: Lissette, María, Maité, Maura, María Eugenia... Cuando ellas sonreían en clases era como si saliera el sol. Reunían en ciernes la belleza incomparable de la mujer cubana que alcanzaría su epítome en mi esposa, la mujer más bella que conocería nunca.

Cuando el canal era un río,
cuando el estanque era el mar,
y navegar era jugar con el viento,
era una sonrisa a tiempo... (1)

Los rusos se sentían seguros en La Habana; controlaban la fábrica de níquel de Moa, en el oriente cubano, donde creció mi esposa y trabajaba mi suegro; caminaban libres por las calles e interactuaban con la gente. Llenaron las tiendas de sus productos: zapatos plásticos rusos (Kikos), ventiladores rusos (Órbita), televisores rusos (Krim, Electrón y Caribe) con películas rusas y muñequitos rusos —¡estos últimos inolvidables!—; radios rusos (VEF 206 y Selena), con un programa fijo para aprender… ¡ruso!; lavadoras rusas (Aurika), cámaras fotográficas rusas (Zenit), relojes-pulsera rusos (Slava, Raketa, Poljot); libros rusos (Editorial Mir y Progreso), revistas rusas (Sputnik, Novedades de Moscú, Tiempos Nuevos, Mujer Soviética); automóviles rusos (Lada, Moskvich, Volga); camiones rusos (KamAZ), tractores rusos, motocicletas rusas (Verjovina, Karpati, Ural, Júpiter); máquinas de afeitar rusas, visores de diapositivas rusos (Anackon 2), planchas rusas, linteras rusas, baterías rusas, carne de lata rusa, y bueno…, mi verdadera área de interés: chiclets rusos…
Veinte mil técnicos soviéticos trabajaron en Cuba durante tres décadas; doscientos cincuenta mil cubanos estudiaron en la Unión Soviética (URSS). Los soviéticos penetraron la sociedad, el sistema educacional y la economía cubana toda. Usted podía adquirir cualquier producto con la seguridad de que, al volverlo, decía: «Hecho en la URSS»; en su defecto aparecía un inequívoco CCCP, que era el equivalente de URSS; todos sabíamos lo que significaba.
Siempre me parecieron, los rusos, personas grandes e ingenuas. Los que se comunicaban en español tenían muy buena pronunciación; hablaban lento, e inevitablemente me traían a la memoria al oso Prudencio; este era un actor que se disfrazaba de oso —llegaron a hacer un robot de él en el Pabellón Cuba—, y cerca de las nueve de la noche salía en el programa televisivo «Tránsito» del canal 6, que trataba temas de educación vial. El oso, paternalmente, decía al final, con voz ingenua, lenta y persuasiva: «Un accidente siempre puede evitarse...», y a cada rato algo así como «Pare», en alusión al Stop vial. Desde mi imaginación infantil mirar a un ruso era mirar al oso Prudencio.
Tenían una extraña costumbre los rusos, y era la de besar ceremonialmente a todo el mundo, no importaba si se trataba de un hombre o de una mujer. El beso que se espantaron Leonid Bretznet y Erich Honecker, presidentes de la Unión Soviética y de la República Democrática Alemana respectivamente, en Berlín, en 1979 le dio la vuelta al mundo. Aquello se veía rarísimo, para no decir otra cosa, y cuando los preguntones pedíamos explicaciones la respuesta argumental que nos daban los más encumbrados eruditos era bien sencilla: «¡Son rusos!», nos decían. Aquello del beso no funcionaba con los cubanos, por supuesto, y ellos estaban advertidos.
Más allá del preocupante beso, nunca congenió la cultura cubana con la ruso-soviética. Los insulares caribeños, dinámicos, ocurrentes, creativos y creyentes no lograron identificarse culturalmente —por más esfuerzo que se hizo— con los rusos lentos, torpes, ingenuos y ateos. Ellos se volvieron, de hecho, sinónimos de lo ininteligible. Para decir en Cuba que, algo escrito, no se podía comprender la gente decía: «está escrito en ruso». Para describir una caída tonta y desordenada, todos decían: «¡Katrinka..., que se despetronca...!». El poco refinamiento de los rusos les dejó para siempre entre los cubanos el apelativo de «bolos».
Mis diferencias con ellos alcanzaron un punto cenital en el primer año de la carrera de Medicina, en 1981, cuando una investigadora rusa, en el laboratorio experimental, le cortó la cabeza a un perro y se la empató en el cuello a otro... Me afectó mucho. Pasé la tarde en el aula pensando, y no sé en qué pensé más, si en la cabeza del perro o en el corazón de la rusa.
No solo llenaron el país de matrioshkas, por casi treinta años llevaron hasta el último rincón el más sórdido ateísmo. Hicieron de la Biblia un libro proscrito; bregaron ingentes para sacar del alma de los cubanos hasta el último vestigio de Dios, pero no quiero lastimar hoy los tiernos recuerdos de la infancia contándote lo que aquello significó.
Se fueron todos un día, y desampararon por completo, y de golpe, a la hermosa perla del Caribe. Colapsó súbitamente el 80% de la economía. Muchos cubanos se vieron de pronto comiendo gatos, tiñosas y ratas, pero esa es otra historia. Por favor..., otro día.


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(1) Joan Manuel Serrat. Barquito de papel. Del álbum Sinceramente teu (Sinceramente tuyo), 1986.


lunes, 22 de junio de 2020

Un punto azul pálido

El 14 de febrero de 1990, las cámaras de la sonda espacial Voyager 1, miraron por última vez a la tierra, mientras se alejaban más allá de las fronteras del sistema solar. A la impresionante distancia de 6000 millones de kilómetros, treinta minutos antes de apagarse aquellos sensores, y por sugerencia del célebre astrónomo Carl Sagan, se capturó la imagen final de la tierra. Esta llegó como un discreto «punto azul pálido» (1); así lo describiría Sagan. Cósmicamente aquella visión no tenía valor. Técnicamente la Tierra ocupaba en la fotografía el 1.2% de un pixel (2). A tales distancias se evidenciaba como un punto tímido, casi imperceptible, que flotaba en un inmenso océano negro de espacio sin límite.
La fotografía se hizo icónica, y las palabras de Carl Sagan en su libro Pale Blue Dot (Un punto azul pálido), darían la vuelta al mundo. Él nos ayudó a leer el significado de aquella imagen:

Ahí está. Es nuestro hogar. Somos nosotros. Sobre él ha transcurrido y transcurre la vida de todas las personas a las que queremos, la gente que conocemos o de la que hemos oído hablar y, en definitiva, de todo aquel que ha existido... sobre una mota de polvo suspendida en un haz de luz solar (...) (1).
La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, héroe o cobarde, creador o destructor de civilizaciones, cada rey o campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, niño esperanzado, inventor o explorador, cada “líder supremo”, cada santo o pecador, vivió ahí (2).

Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad” (Ec. 12:8). La célebre imagen de la Tierra, lograda en aquel Día de San Valentín de 1990, confronta en pleno a toda la vanidad humana. Cada persona debía de tener, en un lugar visible de la casa, un cuadro con esa fotografía, que le recuerde siempre que esto es todo lo que hemos sido en la vida y la historia: un punto azul pálido que flota en un infinito océano de espacio oscuro.
Cuando escuches a alguien, a la manera en que lo hacía Muhammad Ali, vociferar: “I am the greater” (Yo soy el más grande), ya sabes qué cuadro regalarle...


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(1) Nadia Drake. “La primera persona que vio la foto del «punto azul pálido» aún la conserva en su armario”. National Geographic.  https://www.nationalgeographic.es/espacio/2020/02/primera-persona-que-vio-la-imagen-del-punto-azul-palido Publicado: 17 de febrero de 2020. Accedido: 19 de junio de 2020, 3: 10 PM.
(2) Felipe Garrido. “Espacio: treinta años se cumplen del día en que Carl Sagan nos mostró lo pequeños que somos en el Universo”. FayerWayer.  https://www.fayerwayer.com/2020/02/espacio-carl-sagan-tierra-voyager/ Accedido: 19 de junio de 2020, 3: 30 PM.


domingo, 21 de junio de 2020

Aquel gigante que se llamó Floyd Woodworth

Profesores Floyd y Milly Woodworth. Les acompañan los matrimonios de sus hijos con sus pequeños: Linda Woodworth de Ternes y Jerry Ternes, con Sarah y Tyler. Sandra Woodworth de Kazim y Pablo Kazim, con Hannah, Sthephen y Andrew. David Woodworth y Margot Bobgan de Woodworth, con Davis, Marcus y Lucas. Esta imagen es cortesía de los Profesores David Woodworth y Sandra Woodworth de Kazim. Usada con permiso de la familia Woodworth.   

(Tomado de: Octavio Ríos. Historia de las Asambleas de Dios en Cuba. Tomo II, pp. 300-313) 

El profesor Floyd Cuthbert Woodworth Jr. nació el 4 de junio de 1927, en Pueblo, Colorado, Estados Unidos. Fue ordenado por el Southern California District de las Asambleas de Dios de Estados Unidos, el 9 de febrero de 1951. Mildred Zoppelt de Woodworth nació en Cleveland, Ohio, el 11 de abril de 1926. Le acompañaría en la vida y el ministerio. Se unieron en matrimonio el 26 de marzo de 1955, y de esa preciosa unión vinieron a la vida Linda Marie, Sandra Dawn y David Vincent (1).
Sandra Woodworth de Kazim y Linda Woodworth de Ternes, hijas del Profesor Floyd (2), nos acercan a la historia de este insigne misionero:

Hijo de pastores evangelistas y pioneros en la obra de las Asambleas de Dios en los Estados Unidos, Floyd Woodworth ingresó al Instituto Bíblico Central en Springfield, Missouri. Al terminar sus estudios en dicho instituto, continuó la preparación académica de bachiller en Bethany Peniel, Oklahoma.
Floyd Woodworth comenzó su trabajo misionero con un viaje “a jalón” al Distrito Federal de México, donde se matriculó en clases universitarias para aprender el idioma de Cervantes. En cuestión de meses recibió una petición de las Asambleas de Dios [de] que fuese al país de Cuba a cooperar en el ministerio de educación de pastores. Floyd salió para Cuba sin mirar atrás.  Permaneció como catedrático y director del Seminario Bíblico en Manacas [Las Villas], Cuba, por diez años. Aún en Cuba continuó su deseo de aprender y tomó clases en la Universidad de La Habana.  Esa sed de aprender de la cultura y la gente a la que Dios le llamó a servir permaneció con él el resto de su vida.  
En 1964, Floyd, su esposa, Mildred, y sus tres hijos fueron a vivir en Colombia, donde él y Milly se involucraron en el trabajo del adiestramiento de maestros y pastores. Fue durante esos primeros años en Colombia que Floyd sintió la carga de preparar escritores latinoamericanos para el avance del reino de Dios en Latinoamérica. Para reforzar sus propios talentos, Floyd terminó su maestría en literatura hispanoamericana en la Universidad de Southern California. Se dedicó luego con ahínco al trabajo del adiestramiento de escritores evangélicos latinoamericanos.
(…) Trabajó como escritor también, y de su puño salieron varios libros, incluyendo La escalera de la predicaciónHacia el arte de escribirHacia la meta, y Verdades fundamentales. Con sus compañeros en el Servicio de Educación Cristiana, realizó talleres de adiestramiento en la redacción, cooperó en la redacción de varios libros de texto para seminarios latinoamericanos, y enseñó materias de teología, Biblia y ministerio en el Instituto de Superación Ministerial (ISUM) así como en la Facultad de Teología.
En sus cincuenta y cuatro años de ministerio misionero, Floyd Woodworth ha enseñado en cada uno de los países latinoamericanos, así como en Haití, Jamaica, Canadá, Bélgica, España y las Islas Canarias. En los años más recientes trabajó como redactor en la preparación de libros de historia de las Asambleas de Dios en Latinoamérica. Su aporte al reino de Dios ha dejado un impacto en las vidas de miles de pastores, evangelistas, escritores y misioneros latinoamericanos.
Nuestro papito siempre ha sido un pensador, un hombre no locuaz. Cuando le preguntábamos de su tiempo encarcelado, rehusaba contarnos sus memorias. Quiso siempre proteger a los hermanos cubanos. No hablaba mucho de su tiempo como ministro. Rechazaba la vanagloria. Nunca buscó lo suyo. En sus pocas historias nos relataba las travesuras que hacíamos de niñas, como cuando Linda, la mayor, metió a su hermanita Sandra, como bebita, en un cajón para esconderla, porque no estaba lista para la competencia que había llegado a la casa. Nos contaba cuando Sandra subió las escaleras junto al Instituto Bíblico para sentarse en el techo, con los pies colgando del borde, y se reía mientras recordaba que mientras que él daba clases mi mamá buscaba ansiosamente a su niña que se había desaparecido.
Se sonreía al recordar la inexperiencia de nuestra mamá Milly. Un día mientras que él se bañaba y nuestra mamá preparaba la cena, al entrar al comedor de la casita donde vivíamos en “la Avenida del Aleluya”, encontró una víbora disfrutando de la ensalada que estaba puesta en la mesa. Echó un grito que, según mi papá, desde Manacas se podía escuchar en La Habana. Él, tranquilito de la vida, no entendía por qué tanto afán, si no había culebra venenosa en la isla. La serpiente se retiró con tranquilidad, igual a la de nuestro Papi, pero nuestra pobre mamá tomó meses en recuperarse del susto.
Cuando le hemos preguntado qué es lo que más disfrutaba del ministerio, siempre nos decía: “el estar en el aula”. Era maestro las veinticuatro horas del día. Aun así, al tener una conversación con él ahora en su vejez y con una mente que no funciona al mismo nivel, nos dice que además de dar clases, lo que disfrutaba de Cuba era salir a los campos blancos, a visitar a sus alumnos (…). Le encantaba montar a caballo [e ir] al monte con su colega, el misionero Ernesto Stone. Sabemos también que le gustaba ver a los estudiantes trabajar en el campo, ya que su meta siempre era que el ministro fuese autosostenible. Eso lo inculcó una tras otra vez a sus tres hijos. No solo era importante involucrarse en el ministerio, era importante tener trabajo que pudiera sostenernos a nosotros y a nuestras familias. Toda su vida nuestro papá aconsejaba a sus alumnos del Instituto Bíblico, de ISUM o de diferentes congregaciones, que primero era necesario cuidar a sus familias, tanto económicamente como espiritualmente. Como papá en nuestra casa, se preocupó por el altar familiar de cada noche y de asegurarse de que estuviéramos haciendo la tarea escolar. Había tres cosas obligatorias como hijos de Floyd: ser obedientes a nuestros padres y a Dios, servir y adorar a Dios no sólo en la Iglesia sino en la casa también y hacer el mejor trabajo posible como estudiantes en la escuela. 
Si se lo preguntase a Floyd sobre su plato favorito de Cuba, diría que el fricasé. ¿El postre? El flan, claro que, acompañado de un café, ya que no existe café como el café cubano.
Hay muchas cosas que nos conmueven del impacto que Cuba y la Iglesia Pentecostal cubana han tenido en la vida de nuestros padres. Nunca se nos olvidará que cuando nuestro papá fue tomado preso y nadie sabía a dónde se lo habían llevado, las iglesias en La Habana empezaron a tener vigilias y a ayunar. Dios reveló a tres hermanas distintas el estado físico de nuestro papá y a una hermana en particular le mostró en una visión claramente la casa dónde lo tenían preso en esos días. La hermana insistió en recorrer con otros hermanos las calles de La Habana hasta encontrar esa casa específica, y al tocar a la puerta y preguntar por Floyd, la respuesta de los soldados fue: “aquí no está tal hombre”. La hermana, con una insistencia sobrenatural, les aseguró que sí estaba, y efectivamente les avisaron que Floyd allí estaba, vivo y no muerto.  Nuestro papá nunca quiso hablar más del asunto, y sabemos que sigue en pie con ese deseo de mantenerse callado.
Como hijos, cada vez que les hemos hecho preguntas a nuestros padres de Cuba, han respondido con un casi llorar; las gratas memorias, el calor humano, el fervor piadoso, la tenacidad de seguir firmes a los pies de Cristo, los impactó hasta el hueso. Toda la vida siguieron con el deseo de regresar a esa isla que tanto amaban (3).

En 1980 el Profesor Floyd Woodworth asume la dirección editorial de la importante Revista Conozca (4) permaneciendo allí hasta 2000, por veinte largos años, creando una gran red de escritores y lectores. Al respecto el profesor Eugenio Hunt, recuerda:

Floyd Woodworth fue editor de la revista Conozca, por muchos años (…). Durante este tiempo publicó muchísimos artículos relacionados a la educación cristiana. Conozca, una publicación oficial del Servicio de Educación Cristiana (SEC) de las Asambleas de Dios, fue distribuido como revista durante muchos años, y después en formato digital. Está disponible en www.conozca.org como parte de www.servicioad.net (…). Llegó a ser consultor de la Biblia de Estudio Pentecostal debido a su experiencia con Conozca y como profesor de redacción en el Instituto de Superación Ministerial (ISUM) (5).

Las Asambleas de Dios de Colombia, a donde fue transferido en 1964, le recordarán como el segundo presidente nacional que tuvo la organización y como el primer director del seminario bíblico de las Asambleas de Dios en esa hermosa tierra suramericana (6).
El Rev. Félix Rafael Pérez Suárez, secretario general de la Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba (Asambleas de Dios) a mediados de la década de 1990, evoca sus recuerdos de los tiempos en que fue estudiante del Instituto Bíblico de Manacas:

El profesor Floyd Woodworth, te puedo decir que fue y es un gran hombre de Dios. Él sustituyó a la profesora Luisa Jeter de Walker, que fue su antecesora en la dirección del plantel. Cuando yo entré a estudiar él era el director, aunque yo conocía a la hna. Jeter, porque yo era del mismo presbiterio donde estaba el Instituto y visitábamos mi familia y yo muchas veces las actividades que ellos hacían allí, y ellos, estudiantes y profesores, iban a las confraternidades del presbiterio (sección) que se hacían mensualmente en diferentes iglesias.
Como profesor Floyd Woodworth era excelente; tenía una capacidad extraordinaria y un don de maestro indiscutible, pero era fuerte en los exámenes, bien exigente, aunque muy amable e interesado en los problemas de cada estudiante. Yo entré al plantel antes de tener la edad reglamentaria, que era 18 años, porque Floyd fue presbítero, y como mi papá era uno de los pastores de su sección, él iba a mi casa muchas veces, cuando pasaba para ir a Aguada de Pasajeros. Me recogía para que lo acompañara en el viaje y me dejaba en casa al regreso. En el año 1961, durante las vacaciones en el verano, se celebraba un cursillo para laicos y yo fui al cursillo ese año. Al terminar las dos semanas del cursillo, Floyd me dijo: “¿Qué piensas para venir a estudiar al Instituto?” Yo me sorprendí porque él sabía que yo no tenía la edad, y le contesté: “Bueno, yo estoy esperando a cumplir la edad”. Él me dijo: “Ve para tu casa y recoge tus cosas y ven para el Instituto que tengo una beca para ti”. Así fue que entré como estudiante especial con 16 años.
El profesor Floyd es un hombre intachable. Él decía: “Cada día quiero parecerme más a los cubanos”. Tomaba el café cubano donde se le brindara y paraba en las cafeterías a comprar su tacita de café. Su esposa Milly (Mildred Zopplet) era la maestra de música, siempre sonriente y alegre, admirables e inolvidables ambos (7).

En el corazón del pastor Benjamín de Quesada Tamayo, estudiante del Instituto Bíblico Pentecostal de Manacas, el insigne misionero dejó una impronta muy grande:

Era el profesor Floyd Woodworth un hermano muy elegante. Siempre se le veía con una apariencia cuidada, con su corbata puesta. Se levantaba muy temprano. Era toda una eminencia. Hablaba perfectamente bien el español. Era muy asequible para nosotros. Nos escuchaba con atención y afabilidad. Era una persona seria, pero cuando decía a jugar era uno más. A veces nosotros nos excedíamos; recuerdo una vez en que se celebraba la semana del amor y nosotros preparamos una broma: acostamos a un estudiante como si estuviera súbitamente muy enfermo y enviamos a buscar a Carmen Ramírez, que era la supervisora. Cuando ella descubrió que era una broma se molestó mucho. Floyd se rio...
A decir verdad, yo siempre estaba bromeando y a veces me iba más allá de algunos límites. Un día el profesor Floyd me llamó. Estaba serio y si bien era capaz de ponerse al nivel de nosotros, jugando, cuando se ponía serio... ¡aquello era seriedad…! Me llamó entonces y me dijo: “Benjamín, tú puedes ser muy útil en la Obra...”. Yo sabía lo que me estaba queriendo decir, y aquellas palabras se quedaron para siempre en mi corazón. Nunca las he olvidado y siempre he querido que se cumplan en mi vida (8).

Hermida Figueredo Pi, también estudiante del Instituto Bíblico Pentecostal de Manacas, a principios de la década de 1960, y pastora por más de cuarenta años de las Asambleas de Dios de Cuba, le recuerda admirada:

El profesor Floyd Woodworth era el director del Instituto Bíblico durante el año y medio que nosotros permanecimos allí, esto es todo el año 1962 y los meses del 63 antes de la intervención [enero a marzo]. Era una persona maravillosa, muy animoso, es decir, con mucha capacidad y deseo de animar a los demás. Era bien fuerte en el Señor y fuerte con el alumnado también, porque no le gustaban las cosas mal hechas. Cuando dirigía coros nos regañaba por la voz que se salía. Los sabía dirigir muy bien, con todas las voces. Él tenía una buena voz, como primo, algo así; cantaba en el coro también, además de dirigirlo (9).

El Rev. Herminio E. Pupo González, tesorero general de la Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba (Asambleas de Dios) por tres décadas, relata:

Recuerdo la primera vez que vi al hermano Floyd. Fue en Cañada de Yarey en un culto de confraternidad. Yo había solicitado ingreso al Instituto Bíblico y esperaba la respuesta de la dirección. De pronto veo que el hermano se me acerca y me pregunta: “¿Eres el hermano Herminio Pupo? Seguido a mi respuesta positiva, él me afirmó que había sido aceptado por la dirección del plantel. Sus palabras me llenaron de alegría y a la vez de asombro. ¿Cómo era posible que un personaje de tamaña altura se me acercara a mí, que era un simple joven adolescente? Esa actitud humilde y sencilla es la que pude ver durante toda su trayectoria.
Siempre me impresionó ver cómo a veces al firmar lo hacía con el seudónimo de “Paco”. También, en ocasiones, le vi referirse a su persona con el calificativo de “este guisaso”. Ha sido una forma peculiar de innata sencillez que brota de su interior (10).

El pastor cubano Rev. Ángel López Flores, graduado en el Instituto Bíblico Pentecostal de Manacas el 29 de mayo de 1959, relata entre sus octogenarios recuerdos: “El hermano Floyd, fue unos de los mejores misioneros que tuvo Cuba, muy dedicado a la obra. Fue mi profesor; él no le daba a nadie una A, porque decía que nadie era perfecto, pero era y es un hombre de Dios muy humilde (…)” (11).
El profesor Eugenio Hunt, pionero en el trabajo misionero de la Facultad de Teología de las Asambleas de Dios de América Latina, conoció de cerca al profesor Floyd Woodworth, y resume su vida con emotivas palabras:

Floyd Woodworth fue un gran héroe en la fe. Él dedicó su vida a la capacitación de obreros nacionales, primero en Cuba y más adelante en toda América Latina. Para el evangelio pentecostal, él fue uno de los escritores más prolíficos e impactantes a través de las publicaciones de las Asambleas de Dios en español. Se hospedó en nuestro hogar y fue nuestro profesor de redacción en el ISUM [Instituto de Superación Ministerial]. Él calificaba tareas y casi siempre ponía una nota personal para alentar al alumno. ¡Cuántas memorias especiales tenemos del profesor Floyd! (12).

La profesora María Landa, por muchos años responsable de archivos académicos y profesora de la Facultad de Teología de las Asambleas de Dios de América Latina, pionera del primer claustro de profesores de la maestría en teología práctica para Cuba, en su primer curso (2004-2009), y profesora del autor de este libro y de su esposa, en las asignaturas de metodología de la investigación y teología de la adoración, remarca el significado de la vida del profesor Floyd Woodworth:

El hermano Floyd siempre se conoce por “el gusano” ya que en todo tiempo él mismo se presenta o se despide como tal. Su sencillez, su dedicación, su entrega, y su adaptación a la cultura de los distintos países de América Latina son admirables.  Además, su ejemplo impactó, y su huella quedó marcada, más aún en los que en parte nos gusta escribir.  Pues, aun en su edad avanzada siguió orientando, reforzando, y revisando escritos de quienes él mismo, por su gran ejemplo en la escritura y redacción, inspiró; hoy día muchos de esos escritos son libros publicados y de bendición para América Latina (13).

El Profesor José Bisso Calle (14), vicerrector del seminario bíblico andino en Perú, relata una interesantísima vivencia y nos lega su evaluación de lo que ha sido para él la persona del profesor Floyd Woodworth:

Tuve la bendición de conocer al profesor Floyd Woodworth en el año 1997; se dictaba el tercer seminario; para mí, debería ser el último en ISUM. En ese entonces atravesábamos fuertes dificultades económicas en mi familia, aun así, había podido matricularme en ese seminario con la ayuda de un pastor amigo, pero ya a la segunda semana de clases veía que era casi imposible que terminara. Con mucha dificultad estaba cubriendo los gastos necesarios en casa y no había dinero para invertir en otros gastos.
El profesor Floyd Woodworth compartía con nosotros el curso de comunicación. En dicha materia había que presentar un ensayo, con un tema asignado. En realidad, no recuerdo el tema que me tocó redactar, pero lo que ocurrió después de clases ha quedado guardado muy firmemente en mi memoria.
Sería jueves o viernes de la tercera semana, ya tenía la decisión de ir por último día a clases, presentar el ensayo y despedirme en silencio de lo que podría haber sido mi culminación en ISUM. “¡Adiós graduación!”, me decía a mí mismo cuando salí de casa con dirección al local de estudios. Entregué el ensayo en la segunda hora. Después del receso, nuevamente en clases con el profesor Woodworth, me devolvió mi trabajo y había una nota al final del ensayo. Decía que debía acercarme a su oficina en horas de la tarde. Pensé que había cometido algún serio error, pero estaba algo confundido porque la calificación del trabajo era buena.
En horas de la tarde, ya en la oficina del profesor, me hizo preguntas sobre el ensayo que presenté, sobre la forma de redacción y cosas relacionadas a ello. Luego me dijo que era él director de una revista, la revista Conozca, que se reparte a nivel de Latinoamérica, y que estaba dando oportunidad a nuevos pastores que quisieran escribir para dicha revista. Vacilé un poco, pero él mismo me alentó a aceptar el reto. Acepté. Al recibir mi respuesta positiva, el profesor Floyd sacó un sobre de su gaveta y me lo entregó.
Pensé que eran las pautas para el desarrollo del artículo, por eso abrí el sobre allí mismo, con la intención de hacerle a él algunas consultas sobre lo que iba a escribir. Me quedé mudo, mientras el profesor Floyd me decía que se acostumbraba dar “una pequeña” ofrenda a los que colaboran con la revista. Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. No podía hablar. Él me preguntó qué pasaba. Con cierta dificultad, por la emoción que me embargaba, le conté sobre las circunstancias particulares que estaba pasando, y que había llegado a esta clase con la intención de despedirme de mis sueños de graduarme en ISUM.
Aún recuerdo la atención con la que él escuchó mi relato. Luego, al final, profundamente conmovido me dijo: “Quiero dar gracias a Dios por haber usado a este miserable gusano para bendecir tu vida, José”, y continuó: “Dios quiere que este año te gradúes, y lo vas a hacer”. Oró por mí, por mi familia, por la situación que estábamos pasando. Así fue.
Después de esa conversación que tuvimos me hizo un pedido: “Quiero conocer a tu familia”. Acordamos la fecha y lo llevé a casa. Había gran expectativa en casa, ya le había contado a mi esposa y a los niños, tenemos cuatro hijos, sobre el hermano “Gusano”.
Fue muy emocionante; él, muy dispuesto para jugar con los niños. Además, se le notaba la ternura con la que lo hacía. Nuestros hijos, pequeños en ese tiempo, estaban muy entusiasmados. Llegó la hora de almuerzo. Nos sentamos a la mesa y después de orar, el profesor Floyd dijo a los pequeños: “Al terminar el almuerzo les tengo una sorpresa”. Los niños ‘superencantados’, Jonatán y Anita, los más pequeños, le hacían todo tipo de preguntas.
Terminado el almuerzo sacó una bolsa que había traído. Me la entregó y pidió que la repartiese especialmente a los niños. Una cosa curiosa: eran dulces de diversos colores, delgados y con la forma de “gusanos”.
Nos dijo su célebre frase: “Así soy yo, un ‘gusano’ delante del Señor”.
Entendí que no era un “cliché”. Tenía una profunda convicción de que era Dios el que obraba en él, y a través de él. Que su vida era solo un instrumento, que no era merecedor de “tan insigne” designación, sino que simplemente a Dios le placía hacerlo. Aprendió a renunciar a algo que a mucha cuesta hacerlo. Creo, es una humilde opinión, que forjó una paráfrasis personal del texto: “No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria” (Sal. 115:1) (15).

La destacada misionera Judy Bartel (16), quien trabajara por muchos años con el profesor F. Woodworth nos deja leer su semblanza:

Nos complace mucho rendir homenaje en vida al distinguido editor de la Revista Conozca, el hno. Floyd Woodworth. Celebramos en esta edición las enormes contribuciones a Conozca de nuestro amigo, profesor y excelente escritor. ¿Qué podría yo decir del hermano Floyd?
Como jefe: tenía yo sólo dieciséis años de edad cuando conocí al que hasta el día de hoy llamo “Tío Floyd”.  Él, la hermana Millie y sus tres hijos, Linda, David y Sandra, recién llegados a Colombia como misioneros, habían asumido la dirección del naciente Instituto Bíblico Central de las Asambleas de Dios en Bogotá, Colombia (17). Como colega misionero, de mis padres, en un gesto generoso y gentil, me pidió que trabajara como su secretaria durante los meses de vacaciones que yo pasaba en Bogotá antes de regresar a mis estudios bíblicos en los Estados Unidos. Aprendí de su paciencia, su perfeccionismo, su inteligencia, su don de gentes y su humildad. Para esa época ya firmaba sus cartas como “el gusano” refiriéndose a la preciosa promesa que el Señor le había dado unos pocos años antes, cuando estuvo encarcelado en Cuba por su fe en Cristo. La promesa se encuentra en Isaías 41:13,14: “Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo.  No temas, gusano de Jacob, oh vosotros los pocos de Israel yo soy tu socorro, dice Jehová; el Santo de Israel es tu Redentor”.
¡Qué jefe tan singular, tan sencillo y comprensivo con quien di mis primeros pasos de aprendiz como una secretaria novata!  Me enseñó a usar la más moderna tecnología de esos días, tal como la máquina de escribir eléctrica con esferas que cambiaban el tipo de fuente; también a picar stencils, hacer girar la manija del mimeógrafo y elaborar láminas para el enorme retroproyector. Aprendí cómo redactar documentos, componer planes de curso, tomar minutas y actas, presidir reuniones de directivas y profesores; en fin, ¡cómo dirigir un Instituto Bíblico!
Como mentor: siempre he admirado la destreza del Tío Floyd para escribir. Su dedicación lo llevó a ganarse un título de Master of Arts en Literatura Hispanoamericana de la University of Southern California (USC). Sus escritos se han caracterizado por enriquecer, recrear, enseñar y entretener. Entre las funciones en que se desempeñó, estuvo la de miembro del comité administrativo del Servicio de Educación Cristiana en América Latina (SEC). Como editor de materiales educativos redactó y cotejó el plan básico para el SEC, corrigió manuscritos de módulos de estudio, y promovió la publicación de varias obras académicas en español, especialmente con Editorial Vida. Fue un gran honor que, en 1994, me pidiera asumir esa responsabilidad como editora de materiales educativos para el SEC. Acepté con temor y temblor bajo la condición de que él fuese mi mentor. ¡Cuántas veces me “aproveché de su nobleza” al enviarle documentos que yo había editado, pero en donde quería ver qué adicionaría el Maestro! Fue una tutoría que duró años sin negarse nunca a contestar mis mil preguntas.
Su libro Hacia el Arte de Escribir, corto, sencillo, acertado y práctico, fue estudio de rigor para todo escritor en ciernes. Por medio de talleres de escritores promovió la composición de tratados de evangelismo, escritos para el contexto latinoamericano. Con un equipo internacional, erigió referencias que aún hoy en día señalan el camino y conducen al escritor latinoamericano en pro de realizar el sueño de publicar sus propias obras. Juntamente con mi esposo, Esteban Graner, tuvimos el gran privilegio de viajar con él y celebrar la excelencia latinoamericana en cada taller, ya fuera en países como México, Colombia, República Dominicana, Bolivia u otros.
¡Qué privilegio para mí y para muchos otros en Latinoamérica tenerlo como consejero, instructor, y asesor!
Como editor: Cuando en 1980, aceptó el puesto como editor de materiales educativos del SEC, también asumió la dirección de la Revista Conozca, voz oficial del SEC. ¡Cuánto se sacrificó contactando vez tras vez a sus alumnos, colegas y ejecutivos nacionales para que redactaran y contribuyeran con artículos, ensayos, tratados teológicos, poesías, reseñas y hasta caricaturas! Fue exigente, insistente, pero siempre diplomático. A veces se demoraba la llegada de los artículos y cada trimestre sufría por cumplir con las fechas topes de entrega a las imprentas. De él dependía editar, corregir y pulir los artículos que le llegaban, y asegurarse de que se formatearan según el requerimiento para su publicación. Nunca tomaba el crédito por su trabajo de mejorar los artículos, sino que más bien hacía lucir a los autores. ¡Nos gozábamos tanto al recibir sus cartas de ánimo donde nos hacía saber que un escrito nuestro se publicaría!  ¡Nos sentíamos tan valorados al encontrar un cheque de $25.00 o $35.00 dólares como agradecimiento por nuestro esfuerzo! Lo que no nos imaginábamos era que de las mismas ofrendas que él levantaba en su promoción misionera, sacaba los honorarios para premiar a los escritores y estimularlos a seguir adelante desarrollando ese don.
Al comienzo la revista era sólo para los educadores de Asambleas de Dios. Los institutos bíblicos recibían los ejemplares y los repartían a sus directivas y profesores. Durante la “Década de la Cosecha” (los años noventa), Conozca se incorporó a la revista Avance y su circulación se amplió al pastorado asambleísta de los países de habla hispana en el hemisferio suramericano. Muchos gozaron de este ministerio. La ardua y continua labor del hermano Floyd, elevó la revista a marcar la pauta académica con sus contribuciones anagógicas, misionológicas, doctrinales y teológicas. Sirvió como editor jefe de la revista Conozca hasta el año 2001, cuando le entregó esta labor al destacado Rev. Edgardo Muñoz.
El hermano Floyd se ganó la amistad de todos. Al llegar a algún país como profesor del Instituto de Superación Ministerial (ISUM), sus amigos competían por un espacio en su agenda, ya fuera para predicar en algún campo lejano, en una iglesia de la capital o para cenar en casa de sus múltiples amigos. Su espíritu de compañerismo y solidaridad le ha ganado un nicho permanente en nuestros corazones. Nos faltan palabras para agradecer su compañerismo, su sencillez, su abnegación y su entrega a la obra que tan cabalmente ha cumplido. ¡Gracias, hermano Floyd, gracias! ¡Su vida nos enriquece, nos hace crecer a todos y nos inspira para llegar “hacia la meta”! (18)

Después de su partida de Cuba el 5 de abril de 1963, el profesor Floyd Woodworth tardó muchos años en volver. Su visita en 2001, acompañado de su esposa Milly Woodworth (Mildred Zoppelt), recibió amplia cobertura de La Antorcha Pentecostal, publicación oficial de las Asambleas de Dios de la isla, artículo: “Calurosa bienvenida”, Vol. 3, julio-diciembre de 2001, p. 12. Se lee allí:

Fue motivo de gran gozo y alegría tener de nuevo entre nosotros a los hermanos Floyd Woodworth y a su esposa Milly Woodworth, después de treinta y ocho años de ausencia de nuestro país. El hno. Floyd vino a Cuba en enero de 1952, como profesor de nuestro Instituto Bíblico, llegando a ser más tarde su director hasta su salida en marzo de 1963, fecha en que fue cerrado nuestro plantel en Manacas, Villa Clara, donde preparábamos a nuestros pastores.
Nuestros hermanos se gozaron también al ver a muchos de sus antiguos alumnos y lugares donde enseñó y suplió como pastor. De igual manera les fue de gran impacto y alegría ver el crecimiento de la Iglesia en Cuba en todos estos años, al recorrer varios lugares desde La Habana, Santa Clara, Las Tunas y Holguín.
Muchas felicidades al hno. Floyd en su trabajo de enseñanza en ISUM por toda la Hispanoamérica y el Señor le siga bendiciendo como hasta ahora.

El Lic. Osvaldo Castillo Hernández y la Dra. María Victoria Alderete Oliva, vicerrector administrativo y vicerrectora docente, respectivamente, de la Universidad Teológica Pentecostal de Cuba, visitaron al profesor Floyd Woodworth en su hogar en California, Estados Unidos, el 10 de febrero de 2014, por mediación del Rev. Sergio Navarrete. De las gratas memorias que dejó este encuentro, nos deja saber el artículo escrito por la Dra. Alderete, bajo el título: “Olor a Cuba”:

 Esa mañana Dios tenía reservado un gran regalo para nosotros. Conversábamos con el Rev.  Sergio Navarrete, superintendente del distrito South Pacific, en California, acerca de la educación cristiana en Cuba y nos remontábamos a sus orígenes. Era inevitable que, en tal comentario, no apareciera el nombre del Rev. Floyd Woodworth, quien fuera pionero de la educación cristiana en nuestro país y director del Instituto Bíblico. De pronto nos dice el Rev. Sergio:
— ¿Quieren conocerlo; él vive de aquí como a una hora?
En el tiempo planificado, y no sin antes arreglar la cita, estábamos frente a la bien parecida figura de un anciano con cabellos blancos, hermoso y distinguido en su postura erguida. El saludo vino de labios del superintendente, quien hizo la presentación:
— Hno. Floyd, estos hermanos vienen de Cuba, ellos sirven allá en educación cristiana.
El abrazo fue inminente, el calor que se sintió a nuestro alrededor era sobrenatural. La emoción nos embargó a todos en un apretón cerrado, estremecido, y yo sin dudas lloraba. Era un abrazo bendecido desde el cielo. Era un privilegio, un regalo de Dios.
Nos invitó a sentarnos y preguntó:
— ¿Vienen de Cuba? (…) ¡Oh, voy a morir! No hay día que no piense en esos comienzos. ¿Ustedes vuelven para Cuba?
—Si—, le respondimos, a lo que, lleno de gracia y mostrando el deseo de su corazón expresó:
— ¡Llévenme para Cuba! —. El hermano Navarrete cambia el tema, como aliviándole la presión de recuerdos tan lejanos, y trata de compartir sobre su estancia como profesor del Instituto Bíblico en La Puente, California, donde desarrolló una eminente labor como profesor de español.
— Excelente profesor de español—, alega Navarrete y con una sonrisa argumenta:
— ¡Exigente! ¡Nos hacía muchas marcas a nuestras tareas! (...) ¿Se recuerda cuando usted nos ayudaba en La Puente, con los muchachos del LABI, junto a su esposa Milly?
— Sí, pero recuerdo que yo solo tenía una ilusión, que bien sabía no podía ser: yo quería volver a Cuba.
 — ¿Usted quería volver a Cuba? —reitera el Rev. Sergio, lentamente, como captando el latir del corazón del viejo profesor.
— Cada día. La suegra me decía: “Ya Dios te ha sacado de Cuba, busca otra obra”, pero Cuba estaba en mi corazón, y me daba cuenta de que no debía contarle ese deseo a otros, porque parecía un insulto —y exclama como para el mismo— ¡Oh hombre, hombre!
— Un fuego de amor por Cuba —le dice Navarrete, y él responde con la seguridad de quien sabe lo vivido:
— Un problema muy serio, iba perdiendo amigos—. Esa revelación le hizo recordar a Navarrete cuando en una ocasión le pidieron al profesor Floyd que enseñara inglés en el LABI y él respondió:
— ¡No, no me pidan que dé clases en inglés!
Desde su hogar fuimos a compartir un helado; éramos cuatro: mi esposo Osvaldo, el Rev. Navarrete, el profesor Floyd y yo. Disfrutamos su compañía que sabía mejor que el mejor helado del mundo y nos maravillaba su elegancia y distinción, jamás permitió que la dama le ayudase, ni mucho menos caminó antes que ella, cediéndole el paso en todo momento. Y no desechaba la idea, la esperanza de volver. Navarrete de regreso a su casa y al verlo con elocuente animosidad en su conversación le dice:
— Profesor le veo inspirado con el olor a Cuba.
Él respondió con una mezcla de sonrisa y lamento:
—¡Ay…, que no se me vaya ese olor!
Sus escritos tienen una firma grabada muy interesante; no dicen reverendo, ni profesor, ni doctor u otro título o posición, singularmente firma: “el gusano”, y cuando preguntas, pues, es el gusano de Jacob, citado en Isaías 41:14. Un hombre con un llamado, una pasión, un fuego por la obra de Dios en Cuba. De solo mirarlo inspira a imitarle. ¡Cuántos cubanos podríamos hoy reflexionar en nuestros corazones!
Nos despidió con una oración de bendición y en nosotros se quedó el dulce sabor de un encuentro inolvidable y el deseo de seguir adelante llevando la llama que un día él enarboló. ¡Ojalá que, a nosotros, los nativos, tampoco se nos vaya ese olor! (19)

Rodeado del más grande amor familiar, abrazado en oración por sus hermanos en la fe, tras llenar una incomparable hoja de servicio al Señor, de este lado de la vida, el profesor Floyd Woodworth fue recogido en el descanso eterno de los santos, el 23 de marzo de 2017 (20).
Las Asambleas de Dios de los Estados Unidos y de toda Latinoamérica le deben un libro que todavía no se ha escrito. Creo que tengo el título; podría ser: Aquel gigante que se llamó Floyd Woodworth.

Imagen usada con permiso de la Profesora Sandra Woodworth de Kazim


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(1) Floyd C. Woodworth, expediente misionero. Archivos de Historia. Asambleas de Dios. Cuba.
(2) Ibíd.
(3) Sandra Woodworth de Kazim y Linda Woodworth de Ternes. Datos biográficos del profesor Floyd Woodworth. Documento. Recibido por la Comisión de Historia de las Asambleas de Dios de Cuba como cortesía de la profesora Sandra Woodworth de Kazim, el 7 de marzo de 2014, 4:13 PM. Esta gestión fue posible para el autor por la amable mediación del profesor Pablo Kazim, de la Facultad de Teología de las Asambleas de Dios de América Latina. Usada con permiso.
(4) Conozca es la voz oficial del Servicio de Educación Cristiana de las Asambleas de Dios en América Latina. Comenzó en 1961, cuando la coordinadora del entonces llamado “Comité de Estudio de Institutos Bíblicos de América Latina” (CEIBAL), hoy Servicio de Educación Cristiana, profesora Luisa Jeter de Walker, lanzó la revista El Instituto, dirigida a la actualización de los directores y profesores de los institutos y seminarios existentes por entonces. Entre los años 1970 y 1978, la dirección de la revista pasó a manos del Prof. Dr. Samuel Balius. Durante ese período su nombre cambió a Conozca. A partir de 1978, Lyle Thompson se encargó de la revista hasta 1980, en que el Profesor Floyd Woodworth asumió la dirección. Luego de veinte años de arduo y excelente trabajo cedió su cargo al Rev. Edgardo Muñoz, quien ya había colaborado con él durante varios años. Conscientes de los cambios tecnológicos que venían, en el año 2002, E. Muñoz y el equipo editorial tomaron la decisión de publicar Conozca por Internet, medio que hasta el presente difunde la revista. Esto no solo ahorraría mucho dinero en gastos de impresión y despacho, sino que además pondría a Conozca al alcance de lectores en todas las naciones del mundo. El énfasis de la revista está concentrado en proveer artículos sobre temas relevantes bíblicos, teológicos y ministeriales. Gracias al almacenamiento de las ediciones previas en el sitio y a las funciones de búsqueda en la página, un investigador puede fácilmente seleccionar una cantidad de artículos relativos a un mismo tema. Luego de diez años, el cargo de editor pasó a las manos del profesor Jaime Mazurek, a fines del 2010. En agosto de 2012, la revista Conozca reapareció en línea con un nuevo diseño y más opciones de búsqueda y estudio que antes. (Jaime Mazurek, Editor. Artículo “Historia”. Conozca http://conozca.org/?page_id=150 Accedido el 27 de febrero de 2014, 10:00 AM. Usado con permiso).
(5) Eugenio Hunt, entrevistado por vía electrónica por O. Ríos, 14 de febrero de 2014, 5:06 PM. Usada con permiso.
(6) Artículo: “Misionero Floyd Woodworth se fue al cielo”. https://www.facebook.com/AsambleasDeDiosColombia/photos/misionero-floyd-woodworth-se-fue-al-cieloel-misionero-floyd-woodworth-quien-dese/1328266007231099/ Accedido el 2 de diciembre de 2018, 10:50 PM.
(7) Félix Pérez, entrevistado por O. Ríos, vía electrónica, 1 de abril de 2009, 11:29 AM. Usada con permiso.
(8) Benjamín de Quesada, entrevistado por O. Ríos, Templo “Aleluya” de la Ciudad de Camagüey, 13 de octubre de 2012, 8:00 AM-10:00 PM. Usada con permiso.
(9) Hermida Figueredo Pi, entrevistada por O. Ríos, 12 de febrero de 2014, 9:00 AM. Templo “Palabras de Vida” en Santa Amalia, La Habana. Usado con permiso.
(10) Herminio Pupo González, entrevistado por O. Ríos, 28 de febrero de 2014, 2:19 PM. Usada con permiso.
(11) Ángel López Flores, entrevistado por O. Ríos, vía electrónica, el 21 de mayo de 2014, 12:18 PM. Usado con permiso.
(12) Eugenio Hunt, entrevistado por vía electrónica por O. Ríos, 8 de febrero de 2014, 6:35 PM. Usada con permiso.
(13) María Landa, entrevistada por vía electrónica por O. Ríos, 24 de febrero de 2014, 11:26 AM. Usado con permiso.
(14) El profesor José Bisso Calle, es vicerrector del Seminario Bíblico Andino. Tiene un hermoso matrimonio con Ana Aiquipa, y cuatro hijos: Eunice, Ethel, Jonatán y Anita. Tiene también la alegría de una nieta: Nadja. Pastorea la Iglesia “Jordán”, de Las Asambleas de Dios de Perú, Distrito Independencia, Lima. (José Bisso Calle, entrevistado por O. Ríos, vía electrónica, el 19 de febrero de 2014, 12:26 PM. Usada con permiso).
(15) José Bisso Calle, entrevistado por Octavio Ríos, vía electrónica, el 19 de febrero de 2014, 12:26 PM. Usada con permiso.
(16) Judy Bartel, viuda de Graner, es una destacada misionera de las Asambleas de Dios de Estados Unidos activa en Colombia en el momento de la edición de O. Ríos, Historia de las Asambleas de Dios en Cuba, Tomo II.  Es hija de los misioneros Harry y Marta de Bartel. Ambos trabajaron por muchos años en Colombia. Judy Bartel creció en Colombia y regresó de adulta para continuar el servicio misionero en ese país. Tiene un doctorado en misionología por el Fuller Seminary, es maestra del Instituto Bíblico y profesora de ISUM. Ha colaborado con la prestigiosa Revista Conozca; es miembro del comité de SEC y es una personalidad reconocida por toda América Latina por su capacidad como educadora, escritora y predicadora. (Sandra Woodworth de Kazim, entrevistada por O. Ríos, vía electrónica, 10 de mayo de 2014, 5:27 PM. Usada con permiso.)
(17) El profesor Floyd Woodworth y su familia llegaron a Colombia en 1964. Dato tomado por el autor de: Sandra Woodworth de Kazim, entrevistada por O. Ríos, vía electrónica, 7 de mar-2014, 4:13 PM. Usado con permiso.
(18) Judy Bartel de Graner, “Homenaje en vida al hermano Floyd Woodworth”, Revista Digital Conozca, edición 2011.1.  http://conozca.org/?p=1002 Recibido el 7 de marzo de 2014, 4:07 PM, por cortesía de la profesora Sandra Woodworth de Kazim. Usado con permisos del Rev. Jaime Mazurek, editor de la Revista Conozca. Usada con permiso.
(19) María Victoria Alderete Oliva, “Olor a Cuba”, Documento, Archivos digitales de Historia de las Asambleas de Dios. Cortesía de la Dra. María V. Alderete Oliva. Usado con permiso.
(20) Jaime Mazurek. “F. C. Woodworth, ilustre editor de Conozca durante veinte años, pasa a la presencia del Señor”. Rev.  Conozca. Home 2017.2. http://conozca.org/?p=3407 Accedido el 2 de diciembre de 2018, 11:00 PM. Usado con permiso.