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viernes, 1 de mayo de 2020

Doblan por ti

Hace escasas cuarenta y ocho horas la cifra de personas cercenadas por la actual pandemia de COVID-19, alcanzó en los Estados Unidos, las sesenta mil. He tratado de pensar cuántas son, en dimensión grupal, si las pudiera reunir en un lugar. Penosamente recordé los días de la juventud, cuando alguna que otra vez fui al Estadio Latinoamericano de La Habana, el llamado “Coloso del Cerro”. En los grandes eventos, se llenaba a toda capacidad; entonces anunciaban los altoparlantes: “¡Sesenta mil personas hoy en el Estadio, presenciando la gran final!” Paseaba la vista por las gradas y los pasillos, y la multitud me parecía inmensa. De hecho, lo era.
Han muerto muchas personas acá, y no se detiene el ascenso de la curva de mortalidad. Expertos aseguraban que, tal vez, llegaría la cifra a sesenta mil en agosto. En insana tropelía fue alcanzado ese límite a fines de abril. Se violentaron todas las expectativas. Podemos entender a los que se desequilibran en los cálculos, porque la estadística, que es la ciencia de tomar decisiones frente a la incertidumbre, se mueve siempre con cierto grado de bruma; a los que no podemos entender con claridad es a los que están empujando el país hacia una apertura inmediata. Algunos organizan ya, protestas en las calles de las grandes urbes. Se reportan agitaciones de personas armadas en el Capitolio de Michigan. Hoy se requirió la intervención de las fuerzas de orden publico en California, donde miles de personas exigen acceso a las playas públicas de la costa oeste. Una vez más el viejo oeste...
Los líderes de la sociedad se están moviendo a la búsqueda del delicado equilibrio en que se mueven las restricciones sociales y los indicadores económicos. La presión que viven no tiene precedentes cercanos. Confundidos unos hablan de abrir, otros de cerrar.
Los profanos de los temas económicos no podemos juzgar con premura acerca de las decisiones que se discuten. Apenas atinamos a manejar los avatares de nuestro diminuto hogar, pero no dejamos de pensar que hay cosas que se deben detener cuando muere mucha gente. No son números, son personas: deben afectarnos, y si no es así, doblemente debemos detenernos, a fin de revisarnos, para después tratar de encontrar en cuál recodo del camino dejamos nuestra humanidad.
Creo que hay razones más importantes para detenernos que el propio riesgo del contagio. Importa entender qué nos dicen las campanas que en todos los pueblos tañen indetenibles, y recordar, al hacerlo, las palabras de John Donne, que inspiraron a Ernest Hemingway a escribir ¿Por quién doblan las campañas?: “…any mans death diminishes me, because I am involved in Mankinde; And therefore never send to know for whom the bell tolls; It tolls for thee” (“La muerte de todo hombre me reduce porque formo parte de la humanidad; por tanto, nunca envíes a fin de saber por quién doblan las campanas; doblan por ti” (1).


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(1) Anna Foca. “For Whom the Bell Tolls”. https://www.britannica.com/topic/For-Whom-the-Bell-Tolls-novel-by-Hemingway Accedido: 1 de mayo de 2020, 1:25 PM.


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