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sábado, 11 de abril de 2020

SEMANA SANTA. Sábado Santo. Misterio

“El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo” (Ef. 4: 1)
        
Tras los cruentos acontecimientos de la cruz un velo de misterio envuelve aquel sábado, a los ojos del estudioso bíblico. El cuerpo del Señor está en una tumba prestada donde, a riesgo personal, el pudiente y piadoso José de Arimatea lo colocó, bajo la premura de la llegada del día de reposo que comenzaba a las 6:00 PM, a escasas tres horas de la muerte del Señor, el viernes. Una guardia romana custodia desde entonces la entrada de aquella cueva.
Existe un consenso universal acerca del destino inmediato del cuerpo de Jesús. La pregunta que levanta un halo de misterio es: ¿dónde está, para entonces, el Espíritu del Señor? Muchos ven un indicio bíblico en las palabras de Efesios 4: 8-10, donde aparece: “Por lo cual dice: ‘Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres’. Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo”.
Este texto parece tocar, combinadamente, otro misterio; tiene que ver con los que murieron antes de Cristo: ¿cómo es el camino de la salvación eterna de ellos? En esta dirección de las cosas es que muchos teólogos ven un indicio de la posible predicación de Cristo (o el anuncio de su triunfo, I Pedro 3:18-19), aquel sábado, en el lugar de descanso de los espíritus de aquellos que partieron antes, allá, en lo profundo de la tierra, en el seno de Abraham (Lc. 16:22).
Otro indicio teológico está en las palabras de Colosenses 2:15: “…y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”. El mundo espiritual fue reordenado tras la muerte de Cristo; no hay duda, pero ¿cuándo ocurrió ese “despojar” y “exhibir”? Para contestar esa pregunta muchos miran hacia aquel sábado...
Si tenemos dificultades para entender lo que el Señor hizo ese día, que está envuelto en una sombra de misterio bíblico, no las tenemos para inferir dónde estaban los discípulos y bajo qué presiones se encontraban. En el corazón de ellos todo es confusión. Pedro vive horas de profunda vergüenza ante su amargo fracaso (Mt. 26:75). María, la madre de Jesús, siente, con toda literalidad, el cumplimiento de las palabras del Espíritu a través de Simeón: “…y una espada traspasará tu misma alma…” (Lc. 2: 35a). Todos los que siguieron a Jesús se formulan ese día muchas preguntas, a las que ninguno atina a contestar: “¿Cómo pudo apagarse en aquella cruz tanto poder?” “¿Cómo pudieron las multitudes recibirle con festivo alborozo el domingo para cinco días después pedir su muerte?” Preguntas, muchas preguntas que no tienen respuesta en aquel lúgubre minuto en que las hacen…
Puede ser tu experiencia hoy. La actual confusión mundial levantada por la pandemia de COVID-19 es indescriptible, y en estos contextos son más las preguntas que las respuestas: "¿por qué la pandemia cercenó ya la vida de cincuenta pastores en los Estados Unidos?" "¿Por qué la primera persona que muere en Cuba es un pastor?" "¿Por qué ningún profeta vivo, televisivo, de renombre, 'vio venir' la pandemia, si Amos 3: 7, establece que: '…no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas'”? Congregaciones enteras afectadas, decenas de miles de hogares enlutados, economías domésticas en total colapso, la gente se mira desconfiada… ¿Qué está pasando?
El amable: “May I help you?” ha sido sustituido por una expresión facial de ojos exorbitados con que se le dice al que llega: “What’s are you doing here!?” (“¿¡Qué estás haciendo aquí!?”) Nunca vi tanta gente confundida. El mapa mundial de coronavirus anuncia hoy, 102.753 tristes defunciones, con un total de casos que ya ascendió a 1.698.271. Los Estados Unidos ya pisa los talones a Italia, con 18.758 vidas perdidas. Muchos creímos que, a partir del lunes, la curva de ascenso epidemiológico se inclinaría en una favorable meseta. Lejos de eso, el número de fallecidos creció… Confundido, el mundo se pregunta: "¿dónde está Dios?"
No es la primera vez que los humanos nos hacemos esa pregunta; aquel sábado se la hicieron los apóstoles. “¿Dónde estaba Dios?” Durante la transfiguración del Señor Jesús, Pedro, Juan y Santiago escucharon aquella voz del cielo, en lo que se cree fue el escenario de los picos nevados del Hermón: “Este es mi Hijo amado; a él oíd”. (Lc. 9:35). Han pasado escasos meses. ¿¡Cómo conciliar aquel respaldo sublime del cielo con la experiencia de total desamparo vivida al pie de la cruz!?
Ellos no podían tener la respuesta porque estaba en camino; era la resurrección. Estaban a horas de aquel terremoto que removió la piedra, y de aquellos ángeles inmensos que se sentaron sobre ella… Están a cincuenta días del derramamiento más grande del Espíritu Santo de toda la historia: Pentecostés (Hch. 2)
Hace cuatro mil años, a un hombre desdichado que lo perdió todo, en el más agónico dolor, y mientras todavía sentía en sus mejillas el beso húmedo de sus hijos muertos, asombrado el mundo le oyó decir: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí” (Job 19:25-27). ¡Qué sentido de certeza acerca de una respuesta en camino!
Hoy, tú careces de respuesta a muchas preguntas que están en tu corazón. Miras a tus hijitos caminar cerca de ti, y te preguntas con los ojos lagrimeados: “¿sobreviviremos?” “¿Cuántos hermanos más perecerán?” “¿Alcanzará el pan?” “¿Dicen los chinos que viene una pandemia peor?” “¿Algo puede ser peor?”
Hermano, amigo, vecino, conciudadano: la respuesta está en camino, y está tan cerca de nosotros como lo estaba de aquellos atribulados apóstoles: Cristo viene ya. El Rapto de la Iglesia es inminente. Si tu vasija está llena de aceite, hazla rebosar; si estás en la posición de las vírgenes imprudentes (Mt. 25:1-12), ¡cambia de bando inmediatamente! Si no conoces a Cristo como Salvador personal, ¡este es el momento! ¡No pierdas un minuto más! De un momento a otro la Iglesia será levantada: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire…” (I Ts. 4:16, 17).
Cristo viene ya: “Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Ap. 22:20).


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(1) Mapa de coronavirus del mundo. https://noticiasgeneracionnews.com/index.php/2020/03/28/mapa-de-coronavirus-en-el-mundo/ (Accedido: 10 de abril de 2020).


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