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lunes, 27 de abril de 2020

Leyendo la Biblia con el pastor Agustín Campos

Desperté sin sueño en la temprana madrugada del pasado martes 14 de abril de 2020; oré, revisé apuntes bíblicos, actualicé la correspondencia y miré de corrido algunas publicaciones de Facebook, cuándo, de pronto, casi al salir, tropecé con la lectura bíblica matutina del pastor Agustín Campos. En las mañanas se le ve con frecuencia. Él hace, en vivo, una lectura comentada de la Biblia a la que asisten on line decenas de miembros que comentan animados acerca de las cosas que dice. Andaba por los capítulos 23 y 24 del libro de Los Hechos de los Apóstoles, y del modo más natural dramatizaba con la voz los diálogos; más que dramatizarlos, los vivía intensa y contagiosamente. Así es que me quedé todo el tiempo conectado allí con él, en lo que fue la hora más refrescante de todo el día.
Al término de aquella lectura sentí pena de que el mundo entero no estuviese allí, porque nunca oí a alguien leer la Biblia así. Entre risas e inesperados quebrantos, bromas de camino y reflexiones muy profundas, subiendo y bajando, absorbió a toda su audiencia, hasta hacerla vivir los emocionantes avatares ministeriales de Pablo. Todos estuvimos con el apóstol en el Sanedrín, y presentando el Evangelio ante Claudio Lisias y Félix, enfrentando las conjuras judías, y refutando a Tértulo, viviendo la gloriosa experiencia de fe que llevó en cadenas hasta Roma al más libre de los hombres.
Estuve hasta el final. Vaya si fue de provecho ese tiempo, en días como estos en que solo se escuchan malas noticias. La lectura bíblica matutina en boca de mi amigo, el Pastor Agustín Campos, es una verdadera “buena nueva”; es la gran noticia del Eterno; es una tierna remoción de preocupaciones que dejan lugar a la llegada de un abrazo del cielo.
Eso fue la mañana con mi amigo Campos: un abrazo del cielo.


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