Todo teólogo o maestro bíblico que se respete, en este momento debe de estar hurgando con extremo cuidado y atención en las profecías bíblicas concernientes a los tiempos del fin. No son horas para dormir la mañana o comentar descuidadamente en redes lo que comí el día anterior; es tiempo de escudriñar, como nunca antes, el anuncio de la semana setenta de Daniel (Dn. 9), la evolución del principio de dolores anunciado por Jesús (Mt. 24), y que parece estar llegando a su fin, y el comportamiento de Israel, como higuera que ya reverdeció y sufre al presente irregularidades parlamentarias tan notables. Es tiempo de evaluar los sacudidores acontecimientos presentes a la luz de los anuncios bíblicos que nos fueron dados en la Palabra. Por cuanto estás en el deber de ir delante de los demás, teológicamente hablando, una oficina o iglesia cerrada no es pretexto para irte a casa y levantarte a las 11:00 AM. Dondequiera que vayas el ministerio se mueve contigo. Preguntaron una vez a Einstein dónde estaba su laboratorio, y sacando un bolígrafo de su bolsillo contestó: “Aquí”.
Este tiempo de reclusión no nos ha sido dado para vacacionar; es tiempo de levantarnos de madrugada, abrir el Santo Libro de Dios y tratar de entender en un plano de revelación y luz interior superior, los misterios de los tiempos del fin. Es tu deber escribir. Es tu deber ministrar e interactuar con otros, por todos los medios a tu alcance, ante la desorientación teológica tan grande que se percibe. Es tu deber. Para eso Dios te llamó.
Si vives en Norteamérica y tienes a tu alcance las bondades incomparables de la tecnología de la comunicación, que acá hay, debes saber que serás demandado doblemente.
Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: ‘Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo’. Respondiendo su señor, le dijo: ‘Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes’ (Mt. 25:24- 30).
En el epílogo de los tiempos que preceden al arrebatamiento de la Iglesia al encuentro de Cristo en las nubes del cielo, el Espíritu de Dios nos llama, más que nunca, a aprovechar bien el tiempo “…porque los días son malos” (Ef. 5:16), y cuenta vamos a dar al Altísimo por el ministerio que se nos dio. Esfuérzate, y tenga el Señor misericordia de todos.
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