“Y todo esto será principio de dolores” (Mt. 24: 8).
¿En qué tiempo escatológico estamos?
¿Llegó la Gran Tribulación? ¿Cuál sello se abrió? ¿El coronavirus es una copa de la ira del Apocalipsis? Bueno…, por fin, ¿¡alguien podría acabar de decirme en qué momento escatológico estamos!?
Estas preguntas llenan las redes, con el gravamen de que se le están dando las más extrañas respuestas. De aquí y de allá recibimos mensajes de hermanos y amigos que, con sinceridad, confiesan lo confundidos que se sienten. En la medida que se desarrolla la actual pandemia de COVID 19, con una curva epidemiológica de morbimortalidad que está muy lejos de alcanzar la meseta de estabilidad, la expectativa apocalíptica crece. ¿Llegó la bíblica Gran Tribulación?
Absolutamente no. La Gran Tribulación no ha llegado. Recuérdese que hay muchas razones teológicas para pensar que la Iglesia no estará en la tierra durante la Gran Tribulación, y aunque vea los templos vacíos por las restricciones sanitarias de la actual pandemia le aseguro que la Iglesia está en la tierra. Bueno…, usted y yo estamos aquí, ¿verdad? Si el pánico le llevó a pensar que nos quedamos, use el teléfono y recupere la tranquilidad…
¿Por qué creo que la Iglesia no pasará la Gran Tribulación? Porque algo tan importante y significativo para Dios, como lo es la Iglesia, no aparece en el libro de Apocalipsis entre los capítulos 4 y 19, donde se desarrolla la Gran Tribulación. Si se fija, en Apocalipsis 4:1, una voz habla al apóstol Juan: “Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: ‘Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas’”.
En ese “Sube acá…”, que escucha Juan, está la primera imagen del arrebatamiento de la Iglesia. Hasta el capítulo 19 de Apocalipsis en que aparecen las Bodas del Cordero (Ap. 19:7), y el descenso de Cristo a la tierra con un gran ejército (Ap. 19: 11-21), no hay, en ese importante intervalo, desbordado de juicios, alusión a algo tan importante como lo es la Iglesia de Jesucristo en la tierra. ¿Dónde está? Ese “Sube acá…” es algo a lo que los estudiosos bíblicos le han dado mucha importancia por siglos.
Te llamo la atención a una segunda combinación de imágenes que tiene una importancia suprema, y tiene que ver con los movimientos finales del ministerio profético de Elías, y los comienzos de Eliseo. En esa transición hay un peso extraordinario de las imágenes del arrebatamiento de la Iglesia y la Gran Tribulación. Quiero que atienda con cuidado: Elías es arrebatado vivo, al cielo, “…un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino” (II Re. 2: 11b). Los acontecimientos siguientes son muy indicativos acerca de que esta es una imagen del arrebatamiento de la Iglesia. Eliseo, recién investido como profeta de Jehová, se movió desde Jericó hacia Bet-el, “…y subiendo por el camino, salieron unos muchachos de la ciudad, y se burlaban de él, diciendo: ‘¡Calvo, sube! ¡calvo, sube!’ Y mirando él atrás, los vio, y los maldijo en el nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte, y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos” (II Re. 2: 23, 24).
Duro, ¿verdad? No, no es duro, es profético, y anuncia la segunda mitad de la Gran Tribulación: los muchachos eran cuarenta y dos. La Gran Tribulación durará siete años (Dn. 9:24-27; Ap. 11: 2, 3). Su segunda mitad será entonces de cuarenta y dos meses. Cuarenta y dos muchachos destrozados, cuarenta y dos meses de Gran Tribulación, en su segunda mitad, aquella en la que tienen lugar los horribles juicios que destruirán a la cuarta parte de la humanidad. ¿No le parece significativo? Mucho más le parecerá cuando recuerde que Elías fue arrebatado previamente. Ese, que fue llamado con justicia “profeta de fuego”, y que es en ese pasaje imagen de la iglesia, fue arrebatado vivo al cielo; se desencadena entonces la maldición sobre aquellos muchachos; son cuarenta y dos…
Los escatólogos llaman la atención hacia los animales que los destruyen: dos osos. Así como el tocororo es el ave nacional de Cuba, y el quetzal de pecho rojo lo es de Guatemala, así, el oso es el animal nacional de Rusia; este país es el Gog y Magog bíblico de Ezequiel 38 y 39, y es el único, con potencial bélico y razones históricas de alianzas con Siria y el resto del Medio Oriente, que apunta hacia un casi indiscutible protagonismo en el sitio a Tierra Santa que tendrá lugar durante la Gran Tribulación (Ez. 38: 14-23).
No, los sellos del Apocalipsis no se han abierto, porque no puede haber coronavirus (como plaga apocalíptica) sin Anticristo. Me explico: una plaga como esta correspondería a lo menos a la apertura del cuarto sello: “Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: ‘Ven y mira’. Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía…” (Ap. 6: 7, 8a). ¿Sabe que por eso la bandera internacional de la cuarentena es un rectángulo amarillo? Obviamente, para abrirse el cuarto sello tiene que haberse abierto el primero; ese es el correspondiente al Anticristo. Así lo han entendido históricamente los estudiosos bíblicos: “Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer” (Ap. 6:2). El Anticristo es una figura mundial y vendrá con un pacto de paz (Dn. 9:27). Adicionalmente se comenta que, sin ningún margen de dudas, el segundo sello es la guerra, y el tercero es el hambre (Ap. 6: 4-6).
¿En qué momento estamos entonces? Estamos al final del “principio de dolores”, ese tiempo que Jesús nombró y describió en Semana Santa, un martes como hoy en aquel lejano abril, mientras le escuchaban, con mucha atención, los discípulos, sentados todos en el Monte de los Olivos. Las palabras del Señor Jesús aparecen registradas en Mateo 24:7, 8: “Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores”.
No es difícil inferir que el principio de dolores comenzó con la Primera Guerra Mundial, en 1914. Como nunca antes en la historia, el siglo XX nos dejó dos guerras mundiales y un legado de tsunamis devastadores, desconocidos para el hombre que vivió en los siglos que nos precedieron.
Si esto no le basta, la afirmación de Mateo 24: 32 será contundente para usted: “De la higuera aprended la parábola: cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas”. Ningún estudioso bíblico que se respete ignora que, la higuera, árbol nacional de Israel, es un símbolo bíblico de esa nación. Proféticamente hablando “la higuera” ya “reverdeció”. En el breve tiempo transcurrido desde aquel viernes 14 de mayo de 1948, en que Israel alcanzó el status de nación reconocida por la Liga de las Naciones, el mundo le ha visto crecer, como un torrente indetenible, hasta convertirse en una superpotencia. La revista norteamericana US News & World Report incluyó al Estado judío en su top 10 de países más poderosos; ocupa en sus cálculos, el octavo lugar, solo detrás de Estados Unidos, Rusia, China, Alemania, Reino Unido, Francia y Japón (1).
Conocí pastores ancianos, egresados de prestigiosos institutos bíblicos que fueron alumnos de profesores que estaban activos a finales del siglo XIX. Ellos me contaban que, en sus criterios académicos, era tan improbable el restablecimiento de Israel como nación que se llegaba al grado de buscarle una interpretación alegórica a los textos que así lo aseguraban. El resurgimiento del Estado judío y su ulterior florecimiento es uno de los milagros bíblicos más asombrosos, y una de las señales más nítidas que apuntan hacia los tiempos del fin.
Podemos equivocarnos. Al decir del escritor Earle Albert Rowell, “el futuro es un oscuro e impenetrable arcano”. Solo Dios tiene develado ante sí el minuto siguiente que viviremos. Con la mayor humildad posible debemos anticipadamente reconocer que todos podemos estar equivocados, pero hay una abrumadora cantidad de razones bíblicas, escatológicas y hasta doctrinales, que nos inclinan decisivamente a pensar que, cuando los sellos de Apocalipsis se abran, y el Anticristo, como último dictador mundial, muestre su rostro, ya la Iglesia no estará en la tierra.
Pese a la carga gigante que pesaba en el Espíritu del Señor, aquel martes Él piensa en sus discípulos, y no les deja confundidos en el discernimiento de los últimos tiempos. Aquella tarde, cuando les abrió a ellos las páginas de ese libro, que es el fin, también lo abrió para ti, a fin de que no vivas hoy, en estas agitadas aguas, siquiera un minuto de desesperanza, “…porque es necesario que todo esto acontezca” (Mt. 24:6b).
El Rapto de la Iglesia está muy cerca. Cristo viene por ti.
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(1) El Medio. “Israel, potencia mundial”. http://elmed.io/israel-potencia-mundial/ Publicado: 24 de abril de 2019. Accedido: 6 de abril de 2020, 9:40 PM.
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